Como una nueva expresión del hartazgo con los establecimientos tradicionales, Colombia parece encaminada a elegir a un candidato radical que podría cambiar el balance político de América Latina. ¿Cómo se llegó a esto y hacia dónde apuntaría?
29 de mayo de 2022
Por: Víctor Diusabá Miembro de la mesa editorial de CONNECTAS
Colombia eleciones sin precedentes

La Plaza de Bolívar es el kilómetro cero de Colombia. A esa inmensa explanada que preside la efigie del Libertador, la flanquean las sedes del Congreso Nacional y de las Altas Cortes, con la presidencial Casa de Nariño a escasos cien metros. Allí tendrá lugar una ceremonia de transmisión de mando que se ha repetido a lo largo de los últimos 64 años, un lapso ininterrumpido que le ha ganado, como se cita con frecuencia, la fama de ser “la democracia más antigua de América Latina”

Entonces, ¿qué es lo inédito que podría suceder allí el próximo 7 de agosto cuando tome posesión el próximo presidente? ¿Qué hacen tan diferentes a estas elecciones con primera vuelta el 29 de mayo y segunda, de ser necesario, el 19 de junio? ¿Qué se juega Colombia en ellas y qué efectos pueden tener sus resultados en la región misma?

Esas y más preguntas rondan los comicios. Aunque, a la vez, todas ellas quedan inconclusas si no se les agrega un nombre: el izquierdista Gustavo Petro.  De entrada, un enfoque así puede sonar discriminatorio. Porque hay, al menos, otros dos aspirantes opcionados que también representan posturas radicales capaces de dividir aún más a la sociedad colombiana. Posiciones diferentes a las del ex guerrillero del Movimiento 19 de abril que se amnistió y que puja por tercera vez, ya lo había hecho en 2010 y en 2018. 

Son ellos el derechista Federico Gutiérrez (segundo en las encuestas), que con respaldo de los partidos tradicionales y la bendición de gremios de la producción, el comercio y el campo, representa la línea política del expresidente Álvaro Uribe. El otro es el ‘outsider’ Rodolfo Hernández, de 77 años, ingeniero millonario que se autoproclama adalid en la lucha contra la corrupción y a quien algunos califican como el ‘Donald Trump’ criollo. Junto a los anteriores aparece, lejos en las encuestas, la opción de centro del académico Sergio Fajardo.

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Sin embargo, todo parece reducirse a quién es el auténtico contrincante de Petro. Igual, la suerte de cada uno de ellos se reduce a que éste no gane en primera vuelta (es decir que no supere el umbral de la mitad más uno). De ser así, quien lo siga se convertirá en representante de una coalición antipetrista, la única forma, dicen analistas, de derrotar al exalcalde de Bogotá.

El fenómeno Petro tiene las más diversas interpretaciones. Una muy generalizada afirma que el candidato antes que causa de la actual deriva política es una consecuencia del continuismo que ha hecho de Colombia un país gobernado por las oligarquías bajo toda clase de ropajes partidistas.  “Estamos viviendo un momento muy parecido al que vivió Colombia en los años 30 del siglo pasado con el fin de la hegemonía conservadora. Ahora es el fin del uribismo, una fuerza política que ha gobernado al país desde 2002 hasta hoy y ha elegido a todos los presidentes en estas dos décadas, salvo el interregno de la segunda presidencia de Juan Manuel Santos”, dijo la escritora, periodista y columnista Adriana Villegas a CONNECTAS.

Y aclara que no se ve venir el final de la derecha, que ya tendrá una nueva era, sino el de la influencia del expresidente Álvaro Uribe Vélez. “Por sus líos judiciales, entre ellos su vinculación a los falsos positivos (ejecuciones extrajudiciales de al menos 6.402 jóvenes por parte de fuerzas del Estado), a lo que se suma un gobierno inepto e incapaz como el actual del presidente Iván Duque, quien privatizó el control público al entregárselo a sus amigos. Esos factores traerán como consecuencia una cuenta de cobro que se pasará en las urnas a favor de Gustavo Petro”.

Por otro lado, Petro encontró en las pésimas cifras de la administración de Iván Duque un impulso a su candidatura. Por el contrario, Federico Gutiérrez no ha podido lograr marcar distancia frente a Duque, con el costo que eso conlleva en materia de popularidad. En efecto, el gobierno actual se raja en todos los indicadores de su gestión, tanto en la economía como en la seguridad, pues varios grupos armados siguen operando en el país al amparo del narcotráfico.

En un escenario así, Petro se ha convertido en una voz que defiende los alcances del proceso de paz, mientras la comunidad internacional expresa cada vez más reparos sobre la inacción de Duque frente a esa responsabilidad.

De todas maneras, como dice Villegas, tras el proceso de paz la agenda cambió y el uribismo, que había aprovechado políticamente las demenciales acciones de la guerrilla de las Farc, se quedó sin discurso. Habían surgido otros temas que generaron movimientos sociales catalizados en paros nacionales de los que Petro también se apalancó como simpatizante. Se trata de asuntos como la corrupción y la lucha por los derechos de mujeres, jóvenes, indígenas, negritudes, población LGBTI, entre otros.

Pero ¿por qué, a diferencia de casi toda la región, luego de dos siglos de historia republicana, en Colombia la izquierda nunca ha alcanzado la Presidencia?

Sobre esto último, el profesor Adam Isacson, de la Oficina en Washington para asuntos Latinoamericanos (Wola, por sus siglas en inglés), explica que “Colombia ha tenido siempre una elite que se ha resistido a compartir el poder con la izquierda.De hecho, es unos de los pocos países que no ha tenido reforma agraria.  Y cuando han surgido candidatos de esa orilla política, no han sobrevivido a las campañas, como pasó con Jorge Eliécer Gaitán, Jaime Pardo Leal, Bernardo Jaramillo, Carlos Pizarro y Luis Carlos Galán Sarmiento. (…) Ahora las condiciones parecen ser diferentes. La desaparición de las Farc, como guerrilla, ha fortalecido a la izquierda política. Porque ahora se puede representar a esa tendencia sin ser tachado de comunista o de tener vínculos con esas estructuras, como sucedió durante muchos años. Eso se vio claramente en el paro nacional de 2021, cuando mucha gente de clase media salió a protestar sin temor a que los estigmatizaran”. 

Villegas coincide: “Petro representa la primera posibilidad de un gobierno de izquierda en Colombia, mientras en América Latina eso ya ha sucedido. Hemos sido gobernados por una élite. Dicen que Petro es un salto al vacío, pero la gente cree que es mejor saltar a seguir pedaleando en la misma bicicleta estática en que lo hemos hecho durante dos siglos”. Y agrega que esas élites “le critican a Francia Márquez, su fórmula vicepresidencial, su preparación, a la que tildan de escasa, cuando quienes han gobernado se precian de tener títulos en Harvard y mal que han hecho el manejo de lo público. Al final esto es entre la opción uribista y la opción antiuribista”.

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Pero también algunas voces dudan de su capacidad para asumir los actuales desafíos de Colombia. En los últimos días Felipe López Caballero, antiguo propietario de la revista Semana, hasta hace un tiempo el medio impreso más influyente del país, salió a rebatir al candidato izquierdista.

Según López, Gustavo Petro es “lobo con piel de lobo” cuyas propuestas populistas podrían echar “abajo la frágil estantería macroeconómica e institucional del país”.  Advierte, además, que “el resultado sería una fuga de capitales, un déficit gigantesco, un desorden en salud, un caos en pensiones y la posibilidad de una inflación desbocada”. Tiene, dice de él, propuestas concretas sobre prácticamente todos los problemas del país, solo que la mitad de ellas “son vanguardistas y sensatas (mientras) la otra mitad no solo son absurdas, sino peligrosas”.

Pero no solo Petro asusta al establecimiento colombiano. El mismo López califica al sorprendente Hernández de “ignorante” en temas de Estado y lo denomina el auténtico outsider, “el Trump colombiano”. Hernández, quien financia con fondos propios su campaña, no solo imita al magnate neoyorquino en su chabacanería y vulgaridad, sino en su ausencia casi total de programa. Aunque tiene varias investigaciones en su contra, se limita a amenazar a los corruptos, por lo que su verdadera postura política es una incógnita. Para muchos, una presidencia suya sería un verdadero salto al vacío, con tintes de ultraderecha.

La otra alternativa, la de Federico Gutiérrez, tampoco ofrece un panorama de unión ni ha logrado proyectar una imagen independiente en un país que parece rechazar la continuidad del uribismo en el poder.

En suma, Colombia enfrenta unas elecciones dominadas por la incertidumbre. Algo que también se proyecta como una sombra sobre el panorama del continente.

Para el profesor Isacson, la Colombia de estas elecciones es simplemente otro capítulo de la polarización mundial. “Como pasó en Estados Unidos con Trump, con Bolsonaro en Brasil, con Duterte en Filipinas y otros más, los populismos están en aumento y los candidatos de centro se ven desacreditados y sin muchas posibilidades de llegar a la población. Las redes sociales premian a los extremos. A eso sumamos los efectos en pobreza que deja la pandemia, lo que ha incrementado las ansiedades. Y en el caso de Colombia, como ya no hay conflicto armado para depositar toda la responsabilidad de los males en él, sus ciudadanos se fijan ahora más en los problemas cotidianos y exigen inmediata solución a ellos”

Venezuela emerge como tema de importancia en esa nueva agenda interamericana, dijo a CONNECTAS Óscar Palma, profesor de relaciones internacionales de la Universidad del Rosario de Bogotá. “Porque luego del fallido cerco diplomático al gobierno de Nicolás Maduro, quien suceda Iván Duque en el poder deberá enfrentar el desafío de restablecer relaciones o no con el vecino”.

A eso, puntualiza Palma, hay que sumar retos no menores, entre otros: “la cuestión de la lucha contra el narcotráfico, tarea que requiere de la cooperación internacional en la región, incluida Venezuela. Además, del manejo de las relaciones con Cuba y Nicaragua (con la disputa limítrofe de por medio). Más Rusia, en las circunstancias actuales que vive el mundo. Para ello, la actividad diplomática debe estar en manos, antes que de cuotas políticas, como ha sido costumbre en Colombia, de verdaderos expertos en el servicio exterior. Todo ello balanceado frente a las muy importantes relaciones con Estados Unidos.

Por supuesto, las relaciones con el gigante del norte son una incógnita, que depende de quién gane. Para Isacson, no habría mayor diferencia. “Un referente en ese sentido es lo que pasó en México con Andrés Manuel López Obrador. Estados Unidos casi nunca lo critica públicamente, ni le responde cuando él lo hace. Hay diálogos y debates sobre migración pero no sobre energía, seguridad, comercio. Se presume que pasará algo similar. A quienes sí les va a ‘paniquear’ el hecho de que Petro sea presidente, si así llegase suceder, es a esos sectores políticos en Washington que no pueden aceptar que el socio preferido de los Estados Unidos tiene un mandatario de izquierda, quizás no tan dispuesto a colaborar con Estados Unidos en todo. Incluso también quienes ven el mundo como ese gran ajedrez temen a la victoria de Petro porque ven en ella una victoria de China, Rusia y alguno más pero no creo que haya un gran distanciamiento. Al final, Estados Unidos esperará que pase el gobierno de Petro y quizás en el futuro alguna propuesta de centro o de centro derecha vuelva a prosperar allí”.

El profesor Palma coincide: “Petro podría ser visto como parte de un eje del que forman parte Venezuela, Cuba, Nicaragua y Bolivia. Y de alineamientos internacionales con China, Rusia, incluso con Irán. Pero me atrevo a decir que, de ganar, Petro mantendrá una agenda fluida con Estados Unidos y no ese discurso antiamericanista que algunos anticipan. Colombia recibe muchas ayudas de Estados Unidos en diversos órdenes y eso lo debe entender un presidente de la república. Habría tensiones con el ala republicana y con el ala más trumpista, pero nada más”.

Petro sí o Petro no, he ahí la cuestión de Colombia, sumida en su propio y viejo laberinto. Las urnas marcarán el rumbo de los próximos cuatro años en medio de una tensión social sin antecedentes en las últimas décadas.  “Estamos durmiendo encima de un volcán”, le dijo al diario Financial Times Alejandro Gaviria, excandidato de centro y opositor al líder de la izquierda. Por eso mismo él cree que “podría ser mejor tener una explosión controlada con Petro que ‘embotellar’ el volcán”. Aunque, al final, gane quien gane, lo único claro y evidente es que Colombia reclama el cambio más profundo de su historia.

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