El 28 de noviembre, tras recibir amenazas por denunciar retrasos en la ejecución de una obra y mostrar el olvido de un barrio de invasión, asesinaron al periodista Wilder Córdoba en La Unión (Nariño). Es el cuarto homicidio de un periodista en lo que va del año en Colombia, según la Fundación para la Libertad de Prensa.
11 de diciembre de 2022
Por: Laila Abu Shihab Vergara, La Unión (Nariño) / Ilustración: Angie Pik

“Jaja. Que risa me da usted amigo, queriendo opacar al mejor alcalde de la historia de La Unión con sus informes ridículos parce. Deje eso halli amigo no moleste con el parque, menos con esa gente del ancianato, eso a nadie le importa esa gente mala. No trate de opacar al alcalde con esas cosas, más bien unace, aca le va mejor, piencelo” (sic). 

El viernes 25 de noviembre, a las 3:02 de la tarde, entraron tres mensajes al celular del periodista Wilder Alfredo Córdoba. Todos escritos en mayúscula y con mala ortografía, desde un número desconocido.

El lunes 28 de noviembre, a las 4:18 de la tarde, justo cuando Wilder disminuía la velocidad de su motocicleta para tomar una curva, en una vía sin pavimentar de la vereda El Salado del municipio de La Unión (Nariño), un sicario le descerrajó cuatro tiros por la espalda. Su cuerpo quedó tendido boca abajo, sobre el barro, hasta las 7 de la noche, cuando por fin pudieron hacer el levantamiento del cadáver. 

—Yo estaba nervioso, precisamente ese día tenía pensado hablar con mis papás y mis hermanos para proponerle a Wilder que se fuera por un tiempo. Esa última amenaza sí nos asustó, las otras como que parecían más de gente fanática, pero esta sí la vi seria —cuenta Harry Córdoba, hermano mayor de Wilder, que es el cuarto periodista asesinado este año en Colombia—. Pero no nos dieron tiempo, no pensé que fueran a actuar tan rápido.

Harry habla dándole la espalda al pequeño altar que doña Flor y don Alfredo, sus padres, improvisaron en su casa tras velar a su hijo. En el centro, una fotografía reciente de Wilder, en la que sonríe con timidez y aparece sentado bajo un árbol, se ilumina con dos velones. Doce coronas fúnebres y seis ramos de flores rodean el cuadro. 

Desde que lo mataron, cada noche decenas de habitantes llegan hasta allí para rezar por el alma del que para muchos era el único periodista que se atrevía a hablar de los problemas del municipio. El único que había denunciado, por ejemplo, el incumplimiento del contrato para reconstruir el parque principal, adjudicado en junio de 2021 por 6.400 millones de pesos, y que debía haberse entregado en febrero pasado pero todavía no está listo. El único que se atrevió a registrar en cámara el impacto del invierno y de la posterior falta de acción de las autoridades en un sector de un barrio de invasión conocido como Ancianato Viejo, en donde cuatro familias siguen rodeadas de barro y piedras, dos meses después de que un deslizamiento de tierra destruyera sus ya precarias viviendas.  

Un poeta que tapa huecos

—Wilder, colabóreme con un bulto de cemento —le dijo Wilder Córdoba a su tocayo, el personero de La Unión Wilder Benavides, a mediados de noviembre. 

—Claro hermano, con mucho gusto, pero con una condición: tapa los huecos de mi barrio. 

En las últimas semanas, Córdoba -flaco, corte a ras, labios gruesos- se había ganado un nuevo apodo: “el tapahuecos”. Sus vecinos ya le decían “el juicioso”, porque era difícil convencerlo de que saliera a tomarse más de una cerveza con ellos. Sus amigos le decían “atembado”, porque a él le encantaba usar esa palabra, de cariño, para ‘mamarles gallo’. Y ahora era también el “tapahuecos”, porque había emprendido una campaña para salir todos los lunes a echar pala, gravilla y cemento en una calle rota del pueblo. 

La mañana del 28 de noviembre, el periodista había convocado una nueva jornada para tapar dos huecos del barrio Chapinero, que al final fue aplazada porque algunos de los voluntarios estaban de viaje. 

La tarde del 28 de noviembre, minutos antes de que lo mataran, había logrado que Cedenar (la empresa de energía de Nariño) arreglara un daño que tenía sin luz a tres veredas. 

Wilder Córdoba no solo era reconocido por dirigir el canal local comunitario Unión Televisión. También se había ganado el cariño de muchos, pues tenía puesta la camiseta de líder social que lucha por mejorar las condiciones de vida de casi 40 mil venteños, como les dicen a los nacidos en el municipio. 

Para él era tan importante informar sobre el semáforo que estaba a punto de caerse, como entrevistar al artista que pintó un mural en un barrio invadido por basuras o hacerle seguimiento a los crecientes casos de feminicidio. Y no solo lo hacía para el espacio bandera del canal, un noticiero que se emite todos los viernes de 6 a 7 de la noche; su tribuna más importante eran las redes sociales. 

Wilder tenía dos páginas en Facebook: una en la que publicaba hasta tres noticias diarias, compartía memes y se quejaba por la creciente inseguridad en el municipio. Y otra llamada “Escritos en noche azul”, en la que se atrevía a mostrar muchos de los poemas que hacía cuando se encerraba en su cuarto, en lugar de irse de fiesta con los amigos: 

“Tú 
incierta historia de amor,
me enseñaste a encontrarte siempre 
en las palabras simples,
en las frases ocultas en el espacio, 
en cada prosa de los días y las noches
y en la profundidad de las letras”.

Doña Flor relee una y otra vez los versos que su hijo dejó escritos para que ese dolor al que no puede ponerle palabras no la ahogue con su peso, para tratar de hallar algún consuelo. Según ella, lo que Wilder compartió el 27 de noviembre de 2021, un año y un día antes de que lo mataran, no es un poema sino una profecía amarga: él sabía que se iba a morir pronto, se estaba preparando para ello.

“Ese día la muerte me miró 
mientras cruzaba la calle,
fijamente me observó
con una extraña ternura,
y yo sentía su presencia.
Miré su sombra frente a mí
y la abracé con mis párpados;
enternecidos en un instante
caí en recuerdos fascinantes (…)”.

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Poca claridad y mucho silencio 

Desde el pasado 28 de noviembre, cada vez que una moto llega a la casa finca en la que viven los gemelos Juan Diego y Juan Esteban, que tienen 10 años pero no pueden hablar por una discapacidad de nacimiento, los niños se ponen ansiosos y comienzan a moverse.

Wilder Córdoba tenía 44 años, que no aparentaba, y estaba separado de la mamá de sus dos hijos. Vivía con sus padres en el casco urbano de La Unión y se había impuesto como única cita sagrada de todos los días, después de almorzar, visitar a los niños.

Por eso para doña Flor resultó tan extraño que ese lunes, Wilder le dijera que el plan era distinto.

—Religiosamente él llegaba pasadas las 12 del canal, se servía su almuerzo y luego sacaba su moto y se iba a ver a los gemelos. Pero ese día me pareció raro porque tenía las manos vacías. Le pregunté si iba a ir donde los niños y me dijo que no, que más tarde, que primero tenía que hacer un trabajo. Eso fue lo último que hablamos.

Wilder había acordado verse con una fuente en la vereda Quiroz Alto después de llevar a casa a su pareja, que vive allí mismo. Sin embargo, antes de despedirse, el periodista le dijo a su compañera que la entrevista se había cancelado. ¿Por qué? ¿Pudo haber sido una trampa? Nadie ha podido aclararlo.

Fue de regreso al casco urbano de La Unión, en una curva de la vereda El Salado, donde Wilder fue asesinado de cuatro disparos. 

Las autoridades han incluido entre su baraja de hipótesis la del crimen pasional, planeado presuntamente por el exexposo de la novia de Wilder. De hecho, aunque el alcalde de La Unión, Fabián Echeverría Peinado, se esfuerza por asegurar que aún están vivas todas las posibles motivaciones, siempre menciona esa primero. Luego explica que también podría deberse a su trabajo como periodista. O a un robo, dice, aunque no se llevaron el celular ni la mochila, y la moto de Córdoba quedó a un metro de distancia de su cuerpo. 

—Quieren desviar las investigaciones aduciendo que es un crimen pasional y eso no es cierto —asegura Jaime Montenegro, abogado a cargo del caso, amigo cercano de Wilder, y tercero en las elecciones de 2019 a la alcaldía de La Unión, por el partido Alianza Verde.

—¿Quiénes? ¿Y por qué querrían hacerlo?

—Una persona en específico no la tengo. Pero algunos miembros de la administración han empezado a depositar en la gente esa versión del problema sentimental para que empiece a circular y se olviden de las denuncias que hacía Wilder. Nos preocupa que la Fiscalía acoja esa narrativa. Yo me di a la tarea de indagar porque ese también es mi deber y en lo que he podido averiguar eso no tiene sentido. La novia se había separado hacía más de dos años, el exesposo no es un hombre agresivo ni violento, ellos no tenían problemas y el hombre es recolector de café, no tiene recursos, y en la logística del asesinato se invirtieron sus buenos millones de pesos.

Una de las pruebas de que la muerte de Wilder se planeó con meticulosidad y costó mucho dinero es, según el abogado, que unos 10 días antes del asesinato una pareja de habitantes de la vereda El Salado fue interceptada por una camioneta Toyota, blindada, un poco antes de la curva donde le dispararon a Wilder. Del vehículo se bajaron tres hombres intimidantes, aunque no se sabe si estaban armados, que les preguntaron a los jóvenes hacía donde iba esa vía.

Hasta el momento, el alcalde Echeverría no se ha pronunciado públicamente por el asesinato. Tampoco asistió al funeral ni ha visitado la casa de doña Flor y don Alfredo, algo frecuente cuando muere alguien reconocido en el municipio. 

La única comunicación oficial de la alcaldía es la de las 11:05 de la noche del 28 de noviembre, cuando anunció, después de un consejo de seguridad extraordinario, que rechazaba el asesinato y ofrecería una recompensa de 20 millones de pesos por cualquier información “que conduzca a la identificación y captura de los autores materiales y determinados del crimen”. El mensaje, que no aparece en el sitio web de la alcaldía, solo en su página de Facebook, finaliza con unas “sentidas condolencias y solidaridad a la familia y amigos”.

“Yo todavía no he hablado con ellos pero sí le dije a mi secretaria de Cultura, que tiene un acercamiento grande con ellos porque es madrina de los hijos de Wilder, que hiciera la visita de condolencia. Es que aquí es difícil ir a todo lugar, pero sí, yo sé que esas son de las visitas que hay que hacer, porque si saben que uno está pendiente pues eso da cierta tranquilidad, tiene que ser muy difícil que a uno se le muera un hijo. Yo confío mucho en que la Fiscalía dará con el paradero de los culpables”, le dijo Echeverría a Vorágine ocho días después del asesinato. 

El alcalde desestimó las amenazas que Córdoba había recibido. “Pregunté en el consejo de seguridad si él había denunciado amenazas pero no. Lo que pasa es que hoy la gente lo dice por redes sociales y cree que ese es el canal regular, pero el canal es otro. El grito en el cielo no se puede pegar en las redes sociales; esa es una forma de decir las cosas pero un periodista debe saber cuál es el canal directo y debe alertar a las autoridades, la Fiscalía, la Sijín, la Policía”, dijo Echeverría, que llegó al poder por una coalición del Partido Conservador y el Partido Liberal, con 4.683 votos.

El 26 de agosto de este año, por ejemplo, el periodista compartió en sus redes otra amenaza que le llegó de un perfil falso, también en mayúsculas y también con errores ortográficos. “Sr. Wilder una cosita vea no se preocupe tanto por obras deje trabajar a los que saben (…) deje ese parque, eso ya que lo acaben o no, no sufra que nadie le agradese nada, es más nos molesta a los venteños que usted haga seguimiento y joda con eso” (sic).

A esa capa oscura que aún cubre el asesinato del reportero se suma que el mismo 28 de noviembre, Wilder le dijo al abogado Montenegro que el ELN supuestamente se había comunicado con él para difundir una información en Unión TV. El cruce de mensajes quedó registrado en WhatsApp, entre las 7:55 y las 8:16 de la mañana:

—Me llamaron del ELN, que emita un comunicado en las próximas horas atendiendo el llamado de SOS de la comunidad venteña.

—¿Cómo así? —le respondió Jaime. 

—Un número de esos encriptados, se identificó del ELN, que enviarán comunicado y que harán limpieza después de hacer investigaciones, por el llamado reiterado y no escuchado por las autoridades. Intervendrán ellos. 

—No me diga, grave la situación. 

—Pues sí, es cierto, se pone duro, aunque por otro lado pues esos no andan con vueltas.

La última noticia que el periodista compartió en su perfil personal fue la de un joven al que le dieron seis puñaladas por robarle sus pertenencias. En la publicación, Wilder recordó que entre 2017 y 2018 los habitantes de dos barrios se organizaron en una especie de “vigilancia vecinal” para “recorrer las calles, proteger a la gente y echar a los malos”, según escribió en Facebook el día que lo mataron.

“Lo que más me preocupa es que a raíz de su asesinato varias personas me han dicho que están dispuestas a dar uno, dos, cuatro millones de pesos para conformar un grupo y que no nos maten, juntar plata para traer seguridad privada. Otros ya andan armados. Ese es un problema mucho más grave, esto se volvería invivible”, reconoció Montenegro, el abogado. 

Según el alcalde Echeverría, es poco o nada lo que él puede hacer con los 26 policías que tiene asignados, divididos en turnos de 8 horas y que, para colmo, no tienen cómo cubrir las 44 veredas de la zona rural del municipio. “Eso para un lugar como La Unión, con más de 40 mil habitantes, es muy poquito”.

Dos semanas después del crimen, ni la Fiscalía ni la Policía, ni la Gobernación ni la Alcaldía se han pronunciado sobre la investigación ni sobre las acciones concretas que implementarán para que la muerte de Wilder no se sume al 90% de los casos de asesinatos de periodistas que, según la Fundación para la Libertad de Prensa (FLIP), quedan impunes.

Los Beatles y el Liverpool

Como el dinero no sobraba en la familia Córdoba Rodríguez y no había cómo pagar dos carreras al tiempo, a Wilder le tocó esperar que su hermano mayor terminara la universidad para entrar a estudiar Diseño Gráfico. Entonces, Harry, que había conseguido un trabajo en el que le pagaban por días y ahora compartía una habitación con Wilder en Pasto, dijo una mentira: lo que gano me alcanza, no me envíen más plata que ustedes la necesitan.

—Pero la verdad es que el sueldo no me alcanzaba para todas las comidas, entonces Wilder comenzó a darme una porción de lo que comía. Él me apoyó mucho en ese momento y desde ahí fuimos más hermanos, más unidos —relata Harry con un nudo en la garganta, esta vez a través del teléfono.

Wilder era monotemático en sus conversaciones porque estaba obsesionado con dos únicos temas: el rock británico y el fútbol. Era un mediocampista nato, hincha acérrimo del América (su toalla, la taza del café, los pocos objetos que tenía en su cuarto son del equipo caleño). Y del Liverpool, tal vez por ese amor que le profesaba a todo lo que viniera de Inglaterra. 

—Teníamos conversaciones eternas sobre música. Yo le hablaba de salsa, porque me gusta mucho, y Wilder daba cátedra sobre el rock anglosajón y la cultura inglesa —recuerda Harry—. Él leía mucho sobre eso. Le encantaba Liverpool porque de allá salieron los Beatles y pues claro, ahora que allá juega Luis Díaz estaba contentísimo. Siempre decía que después de la Selección Colombia, él iba por Inglaterra en los mundiales.

También hablaba de rock y de fútbol con Andrés Mauricio, hijo de su hermano Franklin. Tanto influyeron en el joven los gustos de su tío, que ya pidió permiso para quedarse con la torre de CD de rock que Wilder coleccionó durante décadas.

Andrés Mauricio Córdoba solo tiene 25 años pero ya habla con la propiedad de un político. Buscando formas de abrirle una compuerta al dolor que a veces siente que va a explotar dentro de su cuerpo, dos días después del asesinato lanzó una idea: hacer una marcha pacífica desde el parque Mariscal Sucre, del que tanto habló Wilder en los últimos meses, hasta el parque donde está ubicada la alcaldía.

—Invité a la comunidad de La Unión a alzar la voz en honor a Wilder pero también porque aquí están pasando cosas feas, hay mucha inseguridad, salir después de las 8 de la noche ya es correr el peligro de ser atracado. Queremos una respuesta por parte del alcalde porque la gente ya no cree en las autoridades y se está armando, muchos dicen que van a tomar acciones por mano propia.

A la “Marcha por la paz” del pasado 9 de diciembre, como la llamó, se sumó una donatón por los gemelos. Ocurre que, como si ya no tuvieran suficientes tragedias encima, la madre de los niños no puede trabajar por problemas de salud y era Wilder quien se encargaba económicamente de ellos. En la donatón, Andrés Mauricio organizó todo para que, en agradecimiento por cada aporte, las personas recibieran una foto del periodista con uno de sus poemas.

¿Y ahora quién habla por nosotros?

—Hijo, ¿por qué peleas tanto por un pueblo que no es el tuyo, si tú no naciste acá? —le dijo una vez doña Flor a Wilder, cuando entendió que comenzaba a pisar callos por las denuncias que hacía.

—¿Vos sos atembada o qué? Yo el único pueblo que conozco es La Unión. Aquí crecí, aunque haya nacido en Barbacoas. Y vos llegaste aquí hace 42 años, también es tu pueblo.  

—¿Y por qué no buscas protección? Habla con la Fiscalía.

—Ja, más rápido me matan. Y en la Policía, ni se diga —le respondió a su madre, haciendo gala de un humor negro por el que también era conocido.

Wilder nunca quiso irse de La Unión. Sus hermanos y sus padres le decían que buscara oportunidades en Cali, Medellín, lejos de Nariño. Pero él era terco. Quería quedarse.

—Sus críticas no eran solo con este alcalde. Él miraba las fallas de todos. Al alcalde anterior [Floriberto Suárez] le hizo campaña y eran compadres, pero Wilder siempre le dejó claro que no se zafaba —asegura su madre—. Él le daba duro al que hubiera que darle duro aunque fuera cercano. Hubo otros alcaldes que lo quisieron callar ofreciéndole puestos, lo querían de jefe de prensa para que no les destapara sus ollas podridas. Pero Wilder no aceptaba, él era de trabajar por la gente, por los más pobres. Él se dio cuenta que su trabajo no solo era comunicar sino poner un granito de arena y eso generaba molestias.

El destino a veces opera de formas extrañas. Wilder Córdoba tocó las puertas de Unión Televisión hace 11 años para que le dieran la oportunidad de hacer cámara y poco después reemplazó al único periodista del canal, que tuvo que irse a Popayán por amenazas. Luego todo se dio de forma natural y rápida: asumió la dirección de Unión TV y creó el noticiero, que hoy ven incluso algunos colombianos en el exilio a través de las redes sociales desde España, Canadá o México. Si tocaba, hacía cámara y editaba sus historias. “Era el hombre orquesta”, cuentan quienes trabajaron con él durante años. Lo único que no hacía era presentarlas. Detestaba estar frente a la cámara. 

Harry lo tiene claro: “En ese último trabajo en la zona marginal del Ancianato Viejo él fue a ver cómo vive esa gente y mostró que están sin agua potable, en una pobreza absoluta… Wilder era la voz de esas personas que nadie quiere escuchar, que nadie mira en las alcaldías ni en las oficinas, que muchas veces ni siquiera nosotros sabemos que existen, porque uno pasa y no se da cuenta de las realidades. Él pasaba con su cámara y sí las veía”.

El día que lo asesinaron, Wilder fue con Jhonny Muñoz, el camarógrafo de Unión Televisión, a hacer una nota con el artista que había pintado un mural en el barrio La Palmita. Jhonny le hizo varias tomas sin que Wilder se diera cuenta, y sin tener idea de que no volvería a verlo. Simplemente sintió ganas de guardarlas en la memoria del canal, y en la suya propia. 

Esa historia fue emitida de manera póstuma el pasado 2 de diciembre. Jhonny no quiso cortarle nada. La dejó de 7 minutos y 9 segundos, con las tomas de Wilder incluidas. 

—Es una sensación toda extraña —dice Jhonny casi al borde de las lágrimas—. Odiaba que le hicieran tomas y justo ese día le hice unas. Él en su recocha decía que era muy feo y por eso no le gustaba salir en cámara. Pero Wilder era el de las ideas, el que hacía las entrevistas. Ahora último se le había ocurrido hacer unas reseñas históricas de las veredas y eso lo tenía muy animado. Y cada semana sacaba una nota de un emprendimiento local, así fuera de la señora que vendía empanadas en la esquina, para hacerlos visibles. Todo eso era su iniciativa. 

Jhonny está muy afectado. Cuesta escucharlo, la voz se le rompe en hilos muy delgaditos. Todavía siente que en cualquier momento Wilder va a llegar silbando al canal, con una sonrisa.

¿Quién hará ahora las denuncias que él hacía? ¿Quién se le va a medir a hablar de las obras de un parque cuya entrega completa 10 meses de retraso, o del olvido y la pobreza en que viven en el Ancianato Viejo? ¿Quién querrá tomar las riendas de Unión TV, en un municipio que solo cuenta con dos medios locales comunitarios (el canal de televisión y una emisora llamada Café Estéreo)?

¿Qué quieren ahora muchos habitantes de La Unión? Para esa pregunta sí hay respuesta: que el Parque Mariscal Sucre sea rebautizado como Parque Wilder Córdoba.

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