¿Cuál es el reto para los lectores y cuál debería ser el imperativo ético de los medios frente a la posibilidad de desinformar? ¿Qué precauciones deberíamos guardar al leer un artículo de opinión o una noticia?
5 de septiembre de 2022
Por: Abrahán Gutiérrez N., RedCheq  

El género informativo y el género de opinión son la misma cosa.

¡No coma cuento! RedCheq consultó a Mario Morales, columnista de El Espectador, defensor del televidente de Canal 1 y profesor de la Universidad Javeriana, quien nos explicó que en términos de la formación y consolidación periodística colombiana “la información, tal y como la comprendemos, es aquella que está relacionada con la exactitud, con la información dura, como la denominamos; es la que tiene datos precisos pero, sobre todo, les entrega a las audiencias insumos que les permiten conocer de primera mano los hechos, antes que otra cosa, para que puedan hacerse una opinión o puedan tomar una posición al respecto”. 

En contraste, Morales explicó que con relación a “los géneros opinativos, se entiende que viene a posteriori, es decir, lo primero que debe recibir la audiencia es información dura. Y, luego, para terminar de configurar la posición o la opinión, las audiencias consultan qué piensan los líderes de opinión, pero aquí hablamos de opinión calificada. Es decir, opinión con base en argumentos u opinión, si se quiere, profesionalizada, que se diferencia de la restante, de la opinión personal públicamente expresada, porque aporta al debate público una mirada o un punto de vista que no se había tenido en cuenta. La opinión ofrece un punto de vista con perspectiva de pasado, de presente y perspectiva de futuro, pero también debe ser documentada. Si no lo es, no es periodismo de opinión”. 

¿Y el estilo qué? La directora del programa de Comunicación Social de la Universidad Santiago de Cali, Claudia Liliana Bedoya Sandoval, explicó a RedCheq que “el manejo informativo exige en su redacción o en su manejo periodístico un tono ecuánime, objetivo, equidistante. Esto quiere decir que, en este tipo de informaciones, el periodista no es ni juez ni parte. Además, esto indica un manejo del lenguaje muy equilibrado y sin sesgo, es decir, desprovisto de adjetivaciones y calificativos frente a los hechos. Mientras que, cuando hablamos de opinión, esta nos lleva a pararnos en otro estilo de escritura o de conceptualización. Y se maneja el concepto de una persona, en este caso del columnista, que es diferente del periodista”.

Por otra parte, Raissa Carrillo Villamizar, coordinadora de Defensa y Atención a Periodistas de la Fundación para la Libertad de Prensa (FLIP), explica que, de hecho, legalmente existen límites para lo que se considera periodismo objeto de protección y lo que no. La Corte Constitucional, por ejemplo, afirma que “quien informa debe hacerlo de manera veraz, demostrar una debida diligencia en su investigación, decir que ha hecho un mínimo de corroboración de la información y cuando emite opiniones deben ser opiniones razonadas. Es decir, el periodista que hace una investigación sobre un tema puntual debe, en caso de hacerlo, publicar una opinión que esté basada en su investigación y no resulte especulativa o personal”.

¿Es importante diferenciar estos géneros periodísticos?

¡Claro que sí! Un típico caso en el que la opinión puede confundir a las audiencias es en los programas de radio en los que hay una carga de contenido mixto: por un lado se presentan noticias y, al mismo tiempo, quienes conforman las mesas de trabajo emiten opiniones sobre los acontecimientos. En muchos casos, se respeta el rigor periodístico, pero en otros se expresan opiniones personales sin filtro. Es imperativo que las audiencias sepan qué es información pura y qué contenido tiene una carga de perspectiva de autor para que puedan tomar una distancia crítica al respecto.

En ese sentido, el investigador Morales plantea que diferenciar lo informativo de lo opinativo es importante “porque las audiencias se merecen conocer los sucesos de primera mano, antes de que se contaminen con opiniones y, en cualquier sentido, una opinión, un análisis, contamina la visión de las audiencias y estas merecen conocer los sucesos de la actualidad, sin mediación de opiniones o versiones”. 

La investigadora y académica Bedoya Sandoval asegura que “es importante diferenciar y empaquetar muy bien la información, remarcar qué es información y que es opinión. Mientras no hagamos esa tarea y esa labor pedagógica, cada vez más ese lindero tan delgado entre lo que es la información y la opinión se puede diluir de una manera muy peligrosa”.

Ahora bien, hay algo que es común a ambos géneros: se pueden cometer errores y llegar a desinformar si se difunde información falsa o trucada. Es decir, en términos de la  Red de Periodismo Ético: “toda aquella información fabricada y publicada deliberadamente para engañar e inducir a terceros a creer falsedades o poner en duda hechos verificables”. El problema con la falta de diferenciación entre los géneros periodísticos afecta también el derecho a la información de los ciudadanos. El espectador debería saber si lo que le están presentando es información sin sesgo o si se trata de una opinión sustentada. Ahora bien, si el espectador conoce la carga de perspectiva de autor a la que se está exponiendo, puede realizar un análisis consciente y fijar una postura más crítica sobre el contenido de la pieza periodística.  

Mario Morales argumenta que “lo que pasa es que a algunos periodistas les parece más ‘chic’ opinar y confundir la información con sus posiciones personales. Sienten que su misión es cambiar el mundo, lo cual no se compadece con su trabajo, el papel del periodista no es cambiar el mundo, pero lo quiere cambiar. Y, entonces, adecua, amolda la información a sus opiniones. Y lo que uno aprecia en las narraciones contemporáneas es fundamentar ese interés en, primero, mostrar cuál es la posición y la opinión del reportero  y, luego, los hechos. Por eso es frecuente eso que llamamos el ‘lead diluido’, es decir, esta información que requiere la audiencia de entrada que aparece en el quinto párrafo porque los primeros cuatro los ha utilizado el reportero para presentar su punto de vista. El reportero debe saber que el mundo no se forma con sus notas. Ese complejo de arista opinativo hay que erradicarlo”. 

Además, Raissa Carrillo Villamizar agrega que “frente a la diferenciación entre la información y la opinión que emiten los comunicadores y periodistas, la Corte Constitucional reconoce la dificultad de poder hacer estas diferenciaciones en las publicaciones que muchas veces revisa. Sin embargo, su recomendación es que se diferencie de manera explícita porque permite, en un eventual proceso judicial, determinar las aplicaciones de ley, pues son distintas de cómo se analiza y qué se protege de una opinión a lo que se protege y las exigencias que se esperan cuando el periodista presenta información”.

¿Qué deberían hacer los medios y periodistas para ser claros con las audiencias?

¡Hay muchas sugerencias de académicos y periodistas! Al respecto, Bedoya Sandoval plantea de forma imperativa que “es muy importante que los mismos medios de comunicación sigamos haciendo la tarea de tener unos espacios para el manejo informativo y otros espacios para el tema de opinión. Desde mi concepto ético, uno de los principales errores está en que  a muchos periodistas se nos está olvidando un concepto básico: una cosa es la información cuando estamos informando a la comunidad, a los usuarios sobre una situación, y otra cosa muy distinta es llegar a dar una opinión y a calificar situaciones en los medios para que sus audiencias entiendan muy bien qué es lo uno y qué es lo otro”.

Al respecto, Morales añade que “hay que recuperar la vieja usanza anglosajona de dedicar espacios, claramente, determinados, definidos y delimitados para la información y espacios para la opinión. Debe haber siempre una consideración clara para las audiencias que sepan qué terreno están pisando y no se confundan. Claro, decirle eso a un periodista que trabaja mezclando los dos géneros puede aducir originalidad, desarrollo, estilo, etc. Pero, desde las perspectivas de las audiencias, es necesaria esa diferenciación para que sepan cuando está opinando y cuándo está trabajando con información dura. Pero, sobre todo, quien trabaja con información dura no debe opinar y viceversa. Debe haber una pared de fuego entre uno y otro”.

La desinformación solo se trata de información falsa

¡Por supuesto que no! Morales establece un concepto más amplio sobre la desinformación que no solo incluye la información falsa o imprecisa: “cuando hablamos de desinformación, no es sólo sinónimo de información falsa. Sí, esa es una de las posibilidades y es clara, pero desinformación también es información incompleta, es información fletada, es información interesada. Entonces, cuando el periodista opina desde una perspectiva personal se convierte en activista y está entregando desinformación. Cuando el periodista, en vez de profundizar en la investigación, se queda con sus propias apreciaciones o percepciones, eso es desinformación”.

Frente a esta posibilidad, Claudia Liliana Bedoya establece unos imperativos éticos: “los medios de comunicación no pueden maquillar realidades, tergiversar realidades. Hay que decir las cosas tal y como son. De ahí que circular, publicar o difundir información imprecisa es para mí, una falta grave del periodismo. El día que el periodismo se dedique a difundir todo ese tipo de situaciones, estamos poniendo en un grave riesgo a la profesión. Y estrategias como las que vemos hoy en día, como por ejemplo ColombiaCheckChequeado en Argentina y demás, están mostrando que, precisamente, hay que seguir desde el periodismo, desde la trinchera de la verdad y desde ahí mantenerlo vivo”.

A veces, las instituciones obstaculizan el trabajo de verificación 

¡Cierto! Raissa Carrillo Villamizar, coordinadora de Defensa y Atención a Periodistas de la FLIP, expresa que “el mayor reto que tienen los periodistas para poder ejercer su oficio de manera que se pueda informar de manera clara, imparcial y veraz es, precisamente, el tema de acceso a la información. Por ejemplo, durante la pandemia se duplicaron los tiempos de respuesta a los derechos de petición, lo que implicó una muy larga espera para los periodistas para poder acceder a información. Adicional a ello, en muchas ocasiones los periodistas reciben respuestas negativas o, incluso, no reciben respuestas. Y cuando son negativas, muchas entidades se escudan en alegar que existe una reserva cuando no la hay, o, por el contrario, se niegan sin cumplir con los requisitos de ley en la argumentación para dicha negativa”.

¿Los periodistas pueden decir lo que quieran porque la libertad de expresión se los permite?

¡La libertad de expresión no permite desinformación, calumnia o discursos de odio! De acuerdo con el Artículo 20 de la Constitución Política de Colombia, toda persona tiene derecho y “libertad de expresar y difundir su pensamiento y opiniones, la de informar y recibir información veraz e imparcial, y la de fundar medios masivos de comunicación. Estos son libres y tienen responsabilidad social. Se garantiza el derecho a la rectificación en condiciones de equidad. No habrá censura”. Sin embargo, esta libertad también contiene limitaciones que deben ser respetadas, pues, como medios de comunicación o periodistas, el derecho a la libertad de expresión no le permite expresar informaciones que inciten a la violencia, desinforman, o crear calumnias e infamias en nuestra sociedad. 

Al respecto, Claudia Liliana Bedoya plantea que en el género de opinión “el autor presenta sus criterios, conceptos, reflexiones personales frente a un tema o frente a un asunto donde presenta su postura argumentada, sustentada, justificada y que en esa sustentación o justificación es válido y muy importante hacer uso de fuentes de información, fuentes documentales, fuentes directas, fuentes vivas, datos, estadísticas y documentos que, por supuesto, van a validar cada una de las afirmaciones que se están haciendo en esa sustentación o en esa presentación de los argumentos”. 

No obstante, si no existen fuentes que de forma rigurosa validen la perspectiva del autor y se entra en un plano enteramente subjetivo, el autor podría estar por fuera del rigor periodístico. La investigadora también plantea que el tema de la información imprecisa es “un pecado capital”. Creo que si hay algo que siempre ha distinguido al periodismo desde sus orígenes –lo que siempre se ha reiterado digamos en los diferentes estudios de comunicación y nos han enseñado, particularmente aquí en Colombia, figuras como el fallecido Javier Darío Restrepo y ahora Yolanda Ruiz– es, precisamente, el honor a la verdad, la ética periodística… Esa que nos crea una normatividad, unos linderos donde están especificados el respeto por el otro, el escuchar al otro y decir las cosas con verdad”. 

Por otro lado, respecto a cuál es el límite de la libertad de expresión, el periodista José Guarnizo, director de Vorágine, puntualiza que “los límites están establecidos en las propias leyes colombianas. Es decir, los ciudadanos tienen derecho a que se publique información desprovista de intereses políticos o económicos. Aunque a nosotros como periodistas nos cobija la libertad de expresión, esta tiene unos límites que están previstos dentro de la ley penal. Es por ello que existen los delitos de injuria y los delitos de calumnia”.

Finalmente, Guarnizo concluye que “los medios de comunicación estamos propensos al error, no somos infalibles. Y así como digo que estamos propensos al error, cuando se comete un error eso tiene unas consecuencias y están previstas por la ley. Entonces, si algún medio de comunicación comete un error, lo que tiene que hacer de inmediato es rectificar, corregir y aclarar. Y, sobre todo, transparentar eso con la audiencia y decir ‘nos equivocamos’”.  Justamente, la importancia de la diferenciación entre los géneros periodísticos también radica en el imperativo ético del periodismo de ser transparente frente a sus audiencias. Como se ha dicho anteriormente, los espectadores tienen el derecho a estar bien informados y confiar en que lo que les están presentando es información rigurosa que cumple con los principios de veracidad e imparcialidad.

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