Daniel y Lizandro Paredes Sanjuan fueron reportados por la Defensoría del Pueblo como muertos en el operativo. Sin embargo, la entidad luego dijo que se trató de un error. No hay registros de ellos en Medicina Legal y sus familiares no conocen su paradero.
1 de mayo de 2022
Por: José Guarnizo / Ilustración: Angie Pik
Desaparecidos operartivo Putumayo

Si es por las noticias que sus familiares leyeron el 28 de marzo, Daniel y Lizandro Paredes Sanjuan estuvieron muertos durante algunos días. Un mes después, ya no se sabe si están vivos. Su condición es ahora la de desaparecidos.   

Por si no fueran pocas las inconsistencias que aparecieron en las versiones oficiales del Ministerio de Defensa y el Ejército en torno al operativo que llevaron a cabo en la vereda Alto Remanso, de Puerto Leguízamo, Putumayo, ahora se suma un error que salió de un informe de la Defensoría del Pueblo que incluyó a los hermanos Paredes Sanjuan en la lista de once muertos, cuando no había certeza de ello.

El operativo del Ejército en contra de las disidencias de las Farc tuvo lugar el lunes 28 de marzo en horas de la mañana, cuando los vecinos de la vereda comenzaban el tercer y último día de un bazar con el que buscaban recoger fondos para una placa-huella que les permitiera conectarse con fincas de la zona. Entre los fallecidos hay personas que según la comunidad no estaban participando de las hostilidades en el momento de la incursión militar ni que pertenecían a los Comandos de la Frontera, una organización ilegal que controla el narcotráfico en amplias zonas del medio y alto Putumayo. 

Además de los testimonios de los habitantes del caserío, los militares no han logrado demostrar que algunos de los muertos eran guerrilleros o estaban armados, tal como quedó evidenciado en informes de periodistas de Vorágine, Cambio y El Espectador que estuvieron en Alto Remanso. Es el caso de Divier Hernández, presidente de la Junta de Acción Comunal de la vereda. Este hombre de 35 años murió de un tiro en la cabeza mientras se resguardaba de la balacera detrás de una enorme palmera. En una foto del cadáver de Divier tomada después del operativo se le ve acostado boca arriba, los brazos abiertos, y vestido con una camiseta roja y un jean. 

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Lo mismo ocurrió con Ana María Sarrias, la esposa de Divier. Esta joven de 24 años en estado de embarazo murió desangrada, esperando auxilio. De ella el Ejército ha dicho que estuvo participando de las hostilidades arrojando armas al río. Esto contrasta con las decenas de testimonios recogidos por Vorágine en la zona, que indican que al momento de los disparos ella no hacía más que acompañar a su marido en las labores del bazar que se estaba llevando a cabo a esa hora. Otro de los muertos, el gobernador indígena Pablo Panduro, también ha sido señalado por los militares de haber estado disparando. Hay fotos del cadáver de este líder de la comunidad Kichwa tirado al lado de la cancha de fútbol, con disparos en el abdomen y un impacto en el brazo izquierdo. Tampoco se ven armas en la escena. El ministro de Defensa Diego Molano evitó referirse a Divier, Ana María y Panduro durante la defensa que del operativo hizo el pasado 26 de abril, cuando fue citado en la Cámara de Representantes a un debate de moción de censura. 

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El enigma de los hermanos

El caso de los hermanos Paredes Sanjuan ha estado traspasado por el enigma de una historia que se asemeja a un rompecabezas. Y además por un error de la Defensoría del Pueblo. El 12 de abril, esta entidad emitió un informe de 40 páginas en el que daba cuenta de lo ocurrido en Alto Remanso. En la lista de los once muertos aparecieron los nombres de Daniel y Lizandro Paredes Sanjuan, con sus respectivos números de cédula. 

Esa lista no coincidía con la que tenía la Fiscalía en el expediente de la investigación que adelanta. En esta última no estaban los hermanos Paredes Sanjuan pero sí dos identidades que la Defensoría estaba omitiendo: José Antonio Peña Otaya y Alexánder Peña Muñoz. Ante la diferencia se llegó a decir que los muertos de Alto Remanso no eran once sino trece. Durante catorce días la Defensoría no tuvo en cuenta dentro de los fallecidos a Alexánder y a Jose Antonio, a quien velaron cuatro días después de la masacre en una funeraria de Puerto Asís. Allí estuvieron periodistas de Vorágine, El Espectador y Cambio.   

En la sala de velación, de baldosas que imitan el mármol y sillas Rimax a los costados, estaba Marcos Peña, hermano de José Antonio. Cabizbajo, y preocupado por el estigma que le estaba generando a la familia que el Ejército, el ministro de Defensa y hasta el presidente Iván Duque aseguraran que todos los muertos eran disidentes de las Farc, decía que veinte días atrás se había encontrado con su hermano en Puerto Ospina, un caserío no muy lejos de Alto Remanso. Lo vio tomando cerveza. 

—Era un muchacho al que solo le gustaba disfrutar, tomar trago a veces, andaba de vereda en vereda trabajando, se crió así. Nosotros fuimos nacidos en la vereda El Correntoso. Esto queda al frente de Güeppí, Perú, pero del lado colombiano. 

El cajón de José Antonio estuvo apenas un rato en la funeraria, decían que el cuerpo estaba bastante descompuesto. No hubo mucho tiempo para llorarlo. Era como si el duelo se tuviera que llevar de afán. Jennifer Alexandra Abuite Otaya, hermana de José Antonio, llegó a la sala de velación con sus hijas. Ella no estuvo en el bazar en Alto Remanso pero supo por los vecinos que su hermano estaba borracho al momento del operativo del Ejército. Dicen que una amiga intentó ayudarlo para que corriera, pero que José Antonio estaba muy bebido y que no tenía equilibrio ni para pararse de la silla. A Jennifer le dieron esa versión.

Con el enredo de las listas de los muertos y teniendo en cuenta que Jose Antonio Peña y Alexánder Peña Muñoz sí estaban muertos pese a no estar en el listado de la Defensoría, ¿de dónde salieron los nombres de los hermanos Paredes San Juan? ¿Estaban muertos? ¿Por qué la Defensoría los había incluído en la lista? ¿Alguien había visto sus cuerpos?

Ni Daniel ni Lizandro Paredes Sanjuan aparecen como cadáveres entregados a Medicina Legal en ninguna morgue del país, según los registros de la entidad. El 27 de abril, la Defensoría rectificó lo que había consignado en su informe respecto a los hermanos: “Por error, la fiscal URI de Mocoa, el 30 de marzo entregó al Regional Putumayo dos nombres equivocados de los occisos. Los dos señores Paredes no aparecen como víctimas del Alto Remanso, sino los señores José Antonio Peña Otaya y Alexander Peña Muñoz. Esto se determinó con posterioridad a la elaboración y publicación del informe”.

Consultamos también a la Fiscalía y esto fue lo que dijeron: “La Defensoría aclaró que era un error de ellos. El error no es nuestro. Nosotros no vamos a salir con nada oficialmente hasta que no esté completa la información. Fueron 11 cuerpos a los que se les hizo inspección técnica a cadáver y se entregaron a sus familiares. Insisto, no fue nuestro error.  No hay nada que la Defensoría tenga para afirmar que fue un error de la Fiscalía porque todo fue verbal. Nosotros mantenemos nuestro informe en el que ya dijimos que son 11 personas, los nombres están claros y tenemos las actas de entrega de los cuerpos a los familiares. Fue un asunto de la defensoría regional del Putumayo”. 

Vorágine y El Espectador hablaron con familiares de Daniel y Lizandro Paredes Sanjuan. Dicen que solo se vinieron a enterar de la supuesta muerte de ellos cuando la representante a la Cámara Katherine Miranda los mencionó en el debate de control político del 26 de abril. En ese momento la Defensoría no había rectificado la lista. 

Pero una vez la entidad se retractó, la familia Paredes quedó en una especie de limbo. “A  nosotros nos dijeron que ese día de la masacre ellos desaparecieron. No sabíamos nada de ellos. Gente de la comunidad dijo eso porque los vieron en el bazar”, cuenta uno de los familiares. Aseguran que de Daniel y Lizandro nunca se volvió a saber después de los hechos del Alto Remanso. Dicen también que ellos vivían y trabajaban en una vereda llamada Nueva Paya, del medio Putumayo.

Cuentan que a los padres de los ahora desaparecidos los desplazaron forzosamente del caserío. “Les dijeron que se fueran de la vereda después que pasó eso (el operativo del Ejército)”.

Cuando la familia se puso al tanto de la desaparición de los hermanos, comenzaron a averiguar en las morgues de Putumayo y no encontraron respuestas. Incluso otra hermana viajó hasta Neiva para intentar saber si dos cadáveres que habían llegado a esa ciudad correspondían con los de Daniel y Lizandro. Sin embargo, no los pudo reconocer pues los cuerpos que le mostraron estaban congelados.  

“¿Está confirmado que ellos dos están muertos? Ninguno de nosotros sabe dónde están los cuerpos, nadie los ha visto. ¿De dónde habrán sacado esa información? ¿Dónde quedaron los cuerpos de Daniel y Lizandro el día de la masacre? Entonces, ¿por qué el ministro quiere reemplazar los otros dos nombres diciendo que fue un error? Muy confuso eso”, agrega el familiar consultado.

En medio de todas las dudas que hay sobre este caso, la familia Paredes Sanjuan guarda la esperanza de que Daniel y Lizandro estén vivos. Hoy, sin embargo, no saben qué pensar ni adónde acudir para saber de la suerte de unos hermanos que estuvieron muertos durante catorce días en un informe de la Defensoría del Pueblo

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