5 de octubre de 2025
Jerson Sanguino Avendaño, un desmovilizado del ELN, llevaba tres años moviéndose por todo el país, tratando de esquivar una condena de muerte. Primero se refugió en Medellín, y hasta allá le llegó un panfleto donde le avisaban que era un objetivo declarado. Anduvo en Cauca, y luego en Norte de Santander, donde le lanzaron una granada a la casa en la que dormía, y también lo secuestraron. Entonces se fue a La Guajira y en ese lugar, finalmente, los criminales que lo buscaban cumplieron su sentencia.
Fue en la noche del pasado 2 julio. Sanguino iba en un carro Hyundai con su escolta Boris Rodríguez, asignado por la Unidad Nacional de Protección, y Luis Bolaños, un barbero muy conocido en Maicao. Se desplazaban por la vía que va de Riohacha a Valledupar. Cuatro hombres, repartidos en dos motocicletas, los interceptaron cuando pasaban por una zona rural, según el relato de los testigos que habitan las cercanías.
Los cuerpos de Sanguino, Bolaños y Rodríguez aparecieron con signos de tortura, amarrados de pies y manos, y baleados. En los vidrios del carro, los asesinos dejaron un letrero escrito con aerosol: “EGC presente”. Las siglas del Ejército Gaitanista de Colombia o Clan del Golfo: el mismo grupo que había sentenciado a muerte al desmovilizado del ELN.
VORAGINE conoció las denuncias que Sanguino había radicado ante la Fiscalía y la Defensoría del Pueblo en 2022, cuando comenzaron a perseguirlo. Allí cuenta parte de su historia como guerrillero del ELN y luego como informante del Ejército. Según su relato, colaboró en varias operaciones, infiltrando a militares en las redes de los carteles de droga mexicanos y el cartel de los Soles. Todo esto, lo habría hecho luego de entrar en contacto con el coronel retirado Mario Sarmiento, conocido entre las filas castrenses como “Matilda”. Se trata de uno de los oficiales de inteligencia de Colombia más exitosos en los últimos años, a quien se le atribuyen operaciones como la que terminó con la muerte del jefe guerrillero Jesús Santrich en Venezuela.
Hasta ahí, la historia parecería la de una venganza criminal ejecutada contra un informante de las autoridades. Sin embargo, en su denuncia, Sanguino dijo que el Clan del Golfo lo quería matar porque les debía 60 kilos de cocaína. Agregó que había comprado la droga por petición de los militares con los que colaboraba, quienes vendieron el cargamento al cartel de Sinaloa. Los militares, dijo, nunca le pagaron la droga y revelaron su identidad como colaborador del Ejército para que los criminales lo mataran, y así sepultar la deuda. Para entender cómo fue que Sanguino terminó en ese enredo, hay que profundizar en la historia que él mismo dejó contada.
Jerson Sanguino tenía 34 años. Nació en San Calixto, uno de los pueblos que componen el Catatumbo, en Norte de Santander, la región con más cultivos de coca del país. Según su relato, entró a las filas del ELN cuando era niño y, bajo el alias de “Arbey”, llegó a ser comandante del ECOFIN, una importante estructura vinculada al Frente de Guerra Nororiental, que se dedicaba a administrar las finanzas de la organización criminal.
“Yo manejaba todos los contactos de los carteles de México y el cartel de los Soles. Manejaba todo lo que tenía que ver con la droga, insumos para los procesos, las finanzas, recolección de impuestos y demás tareas financieras en la zona del Catatumbo”, dijo en su denuncia.
En 2018, Sanguino tomó la decisión de desmovilizarse. Se entregó en el batallón José María Córdova de Santa Marta, donde permaneció por 18 días. De allí lo mandaron a Bogotá, donde llegó al Grupo de Apoyo Humanitario al Desmovilizado (GAHD), adscrito al Ministerio de Defensa. Según su relato, ahí conoció al coronel Mario Sarmiento: “me propuso que le colaborara con cierta información que yo manejaba”, dijo.
El coronel Sarmiento, retirado en 2023, fue durante años uno de los oficiales de inteligencia más reconocidos y condecorados por sus logros operacionales dentro del Ejército. A la par de su éxito, también arrastró la sombra de denuncias por, supuestamente, extralimitarse en sus funciones y cometer presuntas irregularidades en el manejo del dinero de gastos reservados, una gran fuente de corrupción en esa institución.
En 2021, El Tiempo contó que la Fiscalía investigaba a Sarmiento por la operación Neptuno, en la que, diez años antes, el oficial intentó llegar hasta John 40, el mayor narco de las Farc. La misión falló y, al parecer, en su desarrollo hubo irregularidades en el manejo de los recursos, que incluso fueron supuestamente depositados en cuentas bancarias de familiares de Sarmiento.
Según la revista Cambio, Sarmiento también dirigió la operación que terminó con la muerte del jefe de la Segunda Marquetalia, Jesús Santrich, en 2021. Una misión controvertida porque se ejecutó en Venezuela, sin autorización del gobierno vecino, y por la manera en que habrían localizado al jefe criminal. Según la publicación, un desmovilizado entregó la ubicación a Sarmiento bajo amenazas. Además, le habrían prometido una recompensa multimillonaria que nunca le pagaron.
Volviendo a la denuncia de Sanguino, el desmovilizado aseguró que el coronel Sarmiento lo puso en contacto con un sargento, a quien identificaba como Garnica y trabajaba en el Ministerio de Defensa, para que le entregara la información que tenía de los carteles del narcotráfico. “Me prometieron que todo iba a ser informado a la DEA y que iba a ser protegido por el gobierno de Estados Unidos”. Luego, dijo, le presentaron a un investigador de la Fiscalía para que también colaborara con esa entidad.
Registros conocidos por VORÁGINE dan cuenta de que, en efecto, Sanguino se convirtió en un testigo de las autoridades. El CTI, por ejemplo, usó la información del desmovilizado para interceptar las comunicaciones de presuntos narcos. También aportó su testimonio en un proceso contra un miembro de la dirección nacional del ELN que fue capturado en 2019.
Sanguino aseguró que, tras recibir las instrucciones del coronel Sarmiento, empezó a trabajar con tres militares: el sargento Garnica y otros dos, a quienes conocía como Pinki y Tintín, adscritos también al Ministerio de Defensa. “La primera misión fue infiltrar a los señores mencionados en el cartel de los Soles. Localicé a alias La Gocha, quien era la mano derecha de Diosdado Cabello, miembro del gobierno de Venezuela, y ella era quien hacía los envíos de droga al cartel de Sinaloa en México, y quien coordinaba la compra de la droga al ELN en la zona de Río de Oro, en la frontera”.
Según Sanguino, el coronel Sarmiento le compró un pasaje y viajó a Riohacha para reunirse con La Gocha. Allá, ante su contacto, presentó al sargento Garnica como si fuera su tío y un miembro de las Farc. “Cuando ella vio a Garnica de inmediato le contó todo sobre los temas de la mafia y le hizo un pedido de 11 toneladas de cocaína. El señor Garnica no sabía nada de negociar, entonces me tocó intervenir para que La Gocha no sospechara y no se dañara el negocio. De ahí en adelante, La Gocha siguió cuadrando negocios con el señor Garnica”.
Cuando regresó a Bogotá, dijo Sanguino, encontró al coronel Sarmiento satisfecho con la misión. “Quedó muy contento con la información, que había cosas muy buenas y que iba a pedir ayuda de la DEA (…) también llegamos a un acuerdo de que si los carteles o la guerrilla se enteraban de la ayuda mía, ellos me darían asilo político en otro país”. Además, dijo, Sarmiento le asignó una nombre clave para las misiones: su nuevo alias fue “Daniela”.
Según la denuncia de Sanguino, el sargento Garnica le pidió que consiguiera 60 kilos de cocaína para mandarlos a un cartel mexicano. El militar le habría asegurado “que eso ya estaba cuadrado con el coronel Mario Sarmiento y la fiscal Lizeth, quien llevaba ese caso”. El desmovilizado agregó: “Yo conseguí la droga fiada con el EPL en Cúcuta, con unos amigos, por un mes. Entregué la droga al señor Garnica en la misma ciudad y ya él la mandó para México con La Gocha, donde la recibió el cartel de Sinaloa”.
Ahí fue cuando empezaron sus problemas, dijo Sanguino, pues los militares nunca le entregaron el dinero para pagar la droga. Por eso, el Clan del Golfo, que era socio del EPL en Catatumbo, empezó a perseguirlo. “Desde entonces el EPL me está amenazando y persiguiendo para matarme, por esa deuda de la droga que el coronel, el sargento y la fiscal nunca me pagaron (…) Para nadie es un secreto que el Clan del Golfo financió la guerra en el Catatumbo, pues ya la deuda también es con ellos”.
Además, agregó Sanguino, los militares delataron su fachada ante los grupos criminales: “Cuando localicé al señor Garnica para cobrarle la deuda, lo que hizo fue contarle la verdad a La Gocha para que me mataran y así no pagar la deuda. La Gocha me llamó a contarme todo y me dijo que me cuidara porque yo era objetivo militar para las organizaciones de ellos”.
Sanguino firmó de su puño y letra la denuncia que contiene este relato, y la radicó ante la Fiscalía y la Defensoría del Pueblo el 12 de marzo de 2022 en Medellín. Pero no fue la única vez que se refirió a este caso. El 21 de marzo de ese mismo año, en Patía, Cauca, y ante un funcionario de la Fiscalía, narró más detalles sobre la persecución que padecía.
En esa denuncia contó que a su casa y a la de su escolta de la UNP habían llegado panfletos del Clan del Golfo con amenazas. Cuando el agente de la Fiscalía le preguntó si sabía quién era el autor de las intimidaciones, contestó: “Tengo la sospecha de que esto viene de un señor que le dicen ‘Papita’ y ‘El Mono’ o ‘El Mocho’, por una deuda que les deben, y me están inculpando a mí”. Y agregó: “Me mandan a decir que me declaran objetivo militar y que ya saben mi ubicación”.
Sanguino estuvo moviéndose por todo el país, pero sus enemigos le seguían los pasos. Según los reportes que las autoridades dieron tras su asesinato, el desmovilizado fue secuestrado junto a su esquema de seguridad en Tibú, en 2023. Una noche, al año siguiente, dos hombres llegaron hasta la casa donde dormía, en el barrio Camilo Daza, en Cúcuta, y le lanzaron una granada.
En sus denuncias de 2022, Sanguino dijo que, aunque tenía dos escoltas de la UNP, se sentía en riesgo porque el vehículo asignado era convencional, es decir, no tenía blindaje. Al parecer, su esquema se redujo todavía más. El pasado 2 de julio, cuando lo asesinaron junto a su escolta y el barbero que los acompañaba, se desplazaban en el carro particular del funcionario de la UNP, pues no tenían un vehículo de protección.
VORÁGINE contactó al coronel retirado Mario Sarmiento por vía telefónica y por correo electrónico, para conocer su versión sobre estas denuncias, pero no obtuvimos respuesta.
Si tiene más información de este u otros temas escriba al mail: jaime.florez@voragine.co