Páginas web con enlaces rotos, códigos QR que llevan a portales promocionales y otras jugaditas están siendo utilizadas por empresas para evadir la obligación de poner sellos de advertencia en sus productos.
28 de julio de 2025
Por: Nicolás Sánchez / Ilustración: Juanita Chavarro @jucacha
Páginas web con enlaces rotos, códigos QR que llevan a portales promocionales y otras jugaditas están siendo utilizadas por empresas para evadir la obligación de poner sellos de advertencia en sus productos.

En Colombia hay un dicho extendido: “Hecha la ley, hecha la trampa”. Algunas empresas productoras de ultraprocesados y bebidas azucaradas estarían aplicando esa máxima que retrata una tragedia, el irrespeto por unas normas comunes para vivir en sociedad.

VORÁGINE revela casos de empresas que no están cumpliendo con la obligación de poner sellos en los empaques de sus productos con excesos de sodio, azúcar o grasas. Compotas llenas de azúcar para niños, gaseosas y otros artículos estarían evadiendo el etiquetado frontal de advertencia que busca darles información clara a los compradores. Esos hechos dan cuenta de los retos que tiene para su implementación la ley que obligó a las compañías a advertirles a los consumidores sobre la presencia de excesos de componentes que guardan relación con el desarrollo de enfermedades.  

Este medio conoció una queja instaurada por la ONG Red Papaz en contra de la empresa Levapan. Ese nombre es irreconocible para muchas personas, pero sus marcas de ultraprocesados son de fácil identificación para los colombianos: aderezos San Jorge, gelatinas Gelhada, entre otras.

La queja de Red Papaz fue instaurada el pasado 25 de junio ante el Instituto Nacional de Vigilancia de Medicamentos y Alimentos (Invima), encargado de hacer cumplir la norma que impone el etiquetado frontal de advertencia. La ONG le advirtió a la entidad que Levapan estaría incumpliendo la ley en uno de sus productos: una compota que se promociona como un producto para niños.

Se trata de la ‘Compota Manzana’ de la marca San Jorge, la cual se promociona en la página de la empresa como “un complemento de la leche materna”. Al leer la tabla nutricional se descubre que tiene 12 gramos de azúcares añadidos, por lo que debería llevar un sello de advertencia que no está en ninguna parte de la etiqueta.

La impresión de sellos de advertencia es una medida de salud pública que han recomendado organismos como la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Organización Panamericana de la Salud (OPS).  Esta última instancia ha recalcado: “El etiquetado frontal es una herramienta simple, práctica y eficaz para informar al público sobre los productos que pueden dañar la salud y ayudar a orientar las decisiones de compra”.

En particular sobre la relación de la niñez con los productos que tienen excesos de azúcar, sodio  y grasas saturadas la Unicef emitió un informe en el cual señaló: “La obesidad infantil y una dieta con un alto contenido de alimentos ultraprocesados tienen consecuencias de salud de por vida y aumentan el riesgo de padecer enfermedades no transmisibles (ENT), que incluyen enfermedades cardíacas, diabetes y algunos tipos de cáncer, los cuales aumentan la morbilidad y la mortalidad”.

A pesar de todas las recomendaciones de salud pública, la industria destinó grandes recursos a hacer lobby en contra del etiquetado frontal y de los impuestos a las bebidas azucaradas y los ultraprocesados. Así lo contó VORÁGINE en historias como ‘122 visitas al Congreso: así actuó el lobista de Postobón contra los impuestos saludables’ y ‘Lobby disfrazado de ciencia: las asociaciones académicas que defienden la comida chatarra’.

En la resolución que regula el etiquetado frontal en Colombia hay disposiciones que han sido utilizadas por algunas empresas para eludir sus responsabilidades. Por ejemplo, las etiquetas con menos de 30 centímetros cuadrados de área no deben poner los sellos, sino enlaces o códigos QR en los que los consumidores puedan encontrar cuáles octágonos deberían tener. Este es el caso de la Compota Manzana de San Jorge.

El problema, según denunció Red Papaz, es que el enlace que Levapan puso en la etiqueta de la compota estaba roto. No llevaba hacia un portal en el que apareciera el sello de “exceso de azúcar”. Simplemente era un vínculo inútil, como se puede comprobar en este pantallazo que se anexó a la demanda.

“Si bien, aparentemente el producto cumple formalmente con la inclusión de un enlace, o un QR, al no ser funcional (…) no cumple materialmente con el objetivo para el cual fue previsto por la norma, lo cual implica una vulneración real y efectiva al derecho de los consumidores a contar con información accesible, comprensible y verificable al momento de adquirir el producto”, se puede leer en la queja que radicó Red Papaz, a la cual el Invima todavía no ha dado respuesta.

Este medio llamó a Levapan el pasado 17 de julio y solicitó una entrevista con un vocero de la compañía para hablar sobre etiquetado frontal. El mismo día constatamos que la empresa volvió funcional la página que aparece en la compota. “Desde Levapan contamos con procesos para auditar y verificar de forma periódica que todos los enlaces funcionen, sin embargo, en este momento se puede estar presentando intermitencia en el enlace que está impreso en la etiqueta del producto”, explicó la oficina de prensa de la compañía ante las preguntas de VORÁGINE. Lo que es un hecho es que para ver el sello el consumidor tiene que buscar el producto en una serie de opciones y darle click.

Es difícil saber cuántos consumidores entran a las páginas web o a los QR para conocer los sellos de advertencia. Un estudio de la Universidad Complutense de Madrid reveló que el cliente de un supermercado solo se tarda 25 segundos en saber qué artículo va a comprar.

Frente a la compota, que San Jorge vende como un complemento a la leche materna, consultamos a Juan Camilo Mesa, nutricionista, dietista, microbiólogo y magister en Ciencias de la Nutrición. Él aseguró que las compotas no son necesarias y que en caso de que los papás quieran darles a sus hijos pueden optar por hacerlas sin azúcar ellos mismos. En la de San Jorge hay 12 gramos de este ingrediente: “hay una relación lineal entre el consumo de azúcar y el desarrollo de enfermedades. Es muy parecido a lo que pasa con el alcohol en términos de que no hay una cantidad segura, o sea, cuanto menos, mejor”, dijo Mesa.

Otras empresas de ultraprocesados con prácticas similares

Red Papaz ha hecho seguimiento a la manera en que las empresas están implementando el etiquetado frontal de advertencia. Aparte de lo que pasa con Levapan, han descubierto que otras compañías han acudido a artilugios que impiden que el consumidor tenga la información de manera sencilla.Un ejemplo es el de la bebida azucarada llamada Del Valle Fresh de 400 mililitros, producto que  por la dimensión de su etiqueta debería tener impresa una página web o un código QR que remitiera hacia los sellos de advertencia. Al abrir el QR que aparece en el producto, la página a la que conduce es www.coca-cola.com. Es decir, lo que encuentra el consumidor es publicidad y no la información nutricional sobre la presencia de exceso de nutrientes críticos.

“Están impidiendo que el etiquetado frontal de advertencia cumpla con el objetivo de informar a las personas, de brindar información clara, veraz, suficiente, inmediata, visible”, dijo Lina Cerón, coordinadora del Proyecto Alimentación de Red Papaz. “Es bastante problemático que el sello supuestamente esté en un QR”, aseguró Adriana Torres, coordinadora de la línea económica de DeJusticia, otra ONG que le ha hecho seguimiento al tema.

Ambas coincidieron en que, tras la promulgación del decreto que creó los sellos frontales de advertencia, evidenciaron que las empresas de bebidas azucaradas como Postobón y Coca Cola empezaron a sacar presentaciones más pequeñas de sus productos. “Ahora hay tamaños menores que hacen que la etiqueta sea también más pequeña, lo que les permite no poner el sello, sino la página web o el QR”, dijo Cerón.

Torres agregó que en supermercados y tiendas de barrio también han constatado otra práctica encaminada a reducir la efectividad de los sellos. “Hemos descubierto que a veces se trata de ocultar los sellos en las estanterías”, dijo.

Páginas web con enlaces rotos, códigos QR que llevan a portales promocionales y otras jugaditas están siendo utilizadas por empresas para evadir la obligación de poner sellos de advertencia en sus productos.

Microsellos y control: las posibles soluciones

Era previsible que la norma de los sellos frontales de advertencia tuviera diferentes retos a la hora de su aplicación. Como lo ha documentado de manera amplia VORÁGINE hubo sectores de la industria empecinados en hacer lobby en contra de la medida de salud pública.

Advirtiendo una posible inefectividad de las páginas web y los QR, Red Papaz elevó una solicitud el 11 de abril de 2025 al Ministerio de Salud proponiendo una medida para corregir ese vacío de la ley y las resoluciones que la reglamentan. El documento, conocido por VORÁGINE, contiene una serie de ejemplos de productos que no están poniendo los sellos de advertencia por cuenta del tamaño de sus etiquetas: Pepsi de 400 mililitros, compotas San Jorge, Mr. Tea, algunas gaseosas Postobón, entre otros.

La ONG le planteó al ministro de Salud, Guillermo Alfonso Jaramillo, que se crearan los “microsellos”. Es decir, que para los productos con etiquetas con un área menor a 30 centímetros cuadrados se creen unos sellos octogonales que tengan en su interior un número que informe sobre la cantidad de nutrientes críticos que están de manera excesiva en esos artículos. Red PaPaz argumentó que así funciona en países como México y Argentina.

La respuesta llegó el 25 de abril de 2025, el Ministerio negó, por ahora, la posibilidad de cambiar la reglamentación para incluir los microsellos. La entidad argumentó que se necesitan cinco años, que se cuentan a partir de 2021, para evaluar los impactos que han tenido los sellos y, también, para hacer modificaciones.

Torres, de DeJusticia, cree que el camino debe ser el control estricto a las disposiciones que están en la norma. “Antes de replantear una reforma de la resolución hay que reforzar los mecanismos de seguimiento y control”, dijo. “Se necesita fortalecer los mecanismos de seguimiento y control al etiquetado, específicamente en aquellos casos en donde no se ve el sello, sino que te manda a una página web o a un QR”. La entidad encargada de eso es el Invima.

Pero esa entidad tendría una capacidad efectiva de control limitada para sancionar a los infractores. En respuesta a un derecho de petición elevado por VORÁGINE, el Invima respondió que solo se han sancionado tres empresas por incumplimientos a las disposiciones relativas al etiquetado frontal.

Reformulación: otra gambeta a la norma

Otro tema tiene inquietas a las organizaciones sociales que le hacen seguimiento al etiquetado frontal. Han evidenciado que algunas empresas sustituyen ingredientes que generan sello por otros que no, pero que, según dicen, en exceso también pueden ser nocivos para la salud de los consumidores.

Cerón dijo que en África se construyó un concepto alrededor de esa práctica de la industria que se ha visto en varios lugares del mundo: reformulación sin enfoque de salud pública. “Hay muchos aditivos químicos que cumplen funciones de salar, preservar o endulzar. La industria ha empezado a reformular con esos aditivos sin hacerlo por salud pública, sin mejorar el producto. Utilizan químicos que tienen unos efectos muy fuertes en salud, peores que incluso los nutrientes críticos cuando se consumen en exceso”, dijo. El nutricionista Mesa dio un ejemplo de reformulación que constató: “Margarita les quitó los sellos a las papas y le subieron a las calorías porque se puede jugar con eso”. Él explica que ha visto casos en los que un paquete de papas fritas puede tener las mismas calorías que el almuerzo de un adulto. “Nos hace falta un sello de exceso de calorías porque la industria se aprovecha de eso (…) Si comemos más calorías de las que necesitamos vamos a tener un problema de salud pública”, dijo.

Los sellos: una medida importante que necesita otras

Las tres personas consultadas para este artículo coinciden en que los sellos de advertencia frontales han sido una medida muy importante de salud pública. Cerón destacó que en medio de reuniones que han tenido con el Ministerio de Salud, la entidad ha reportado la disminución del consumo de ultraprocesados y de bebidas azucaradas.

“Yo creo que hay una conciencia ciudadana detrás del consumo de ultraprocesados muchísimo más consolidada de la que había hace 4 o 5 años, cuando empezamos a tener estas conversaciones de manera un poco más intensa. Creo que ha evolucionado la conversación y ya estamos en otro nivel de conciencia ciudadana”, dijo Torres.

Los sellos frontales de advertencia son apenas una medida de salud pública, pero debería estar acompañada por otras. “Necesitamos ambientes escolares saludables, restricciones a publicidad y garantía de acceso a alimentación real”, aseguró Torres.

Los ambientes escolares saludables se refieren a restringir la venta de gaseosas y ultraprocesados en los colegios. En cuanto a las restricciones de la publicidad se traduce en que las compañías que fabrican esos productos no puedan hacer piezas promocionales que tengan como público objetivo a los niños, las niñas y los adolescentes. Esas medidas han sido propuestas en el Congreso, pero se han terminado cayendo por lobby de la industria o por falta de interés de los parlamentarios.

La garantía del acceso a la alimentación real se refiere a acciones del Estado que propendan por priorizar los productos que no sean ultraprocesados. “Que el Programa de Alimentación Escolar (PAE) o las diferentes asistencias alimentarias del ICBF promuevan una alimentación real y territorial. Así se lograría intervenir los ambientes donde los niños y niñas pasan más tiempo y se crearían hábitos alimenticios”, explicó Torres. “Necesitamos una política pública sobre el derecho a la alimentación que se piense todo el proceso alimentario desde la semilla hasta el plato”, concluyó.

Las políticas de salud pública referidas a los ultraprocesados han encontrado sus mayores opositores en los grandes gremios. El etiquetado frontal, con sus vacíos, logró salir adelante. Las organizaciones que impulsan medidas como esa esperan volver a sortear el lobby empresarial para profundizar las políticas necesarias para una alimentación más saludable. Es un debate mundial y en Colombia se está dando en este justo momento. 

*Esta investigación fue financiada, en parte, por Vital Strategies. El contenido es editorialmente independiente y su propósito es arrojar una luz tanto sobre las prácticas ilegales o poco éticas de la industria de alimentos y bebidas, como sobre las poblaciones más vulnerables que, de manera desproporcionada, cargan con la peor parte de la crisis de salud global causada por el consumo de alimentos y bebidas no saludables. A menos de que se indique lo contrario, todas las declaraciones publicadas en esta historia, incluidas aquellas sobre legislación específica, reflejan las opiniones de las organizaciones particulares, y no las de Vital Strategies.

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