30 de octubre de 2024
Narciso Beleño había advertido en muchas ocasiones, públicamente, que lo iban a matar. La última vez que lo hizo fue doce días antes de su asesinato, perpetrado el 21 de abril pasado, cuando las delegaciones de paz del gobierno nacional y del ELN se reunieron en Santa Rosa del Sur, Bolívar, el pueblo donde Narciso se había convertido en un líder social histórico. Ahí, de nuevo, repitió que lo estaban persiguiendo. Llevaba años sufriendo presiones y amenazas de distintos grupos armados, cuyos abusos y atropellos contra la gente había denunciado una y otra vez. Las disidencias de las Farc, el ELN y, sobre todo, el Clan del Golfo, lo tenían en la mira.
Narciso denunció, por ejemplo, la relación entre el Ejército y el Clan del Golfo en el sur de Bolívar. En una entrevista en 2021 le dijo a un periodista de VORÁGINE: “El Ejército hace retenes, se estaciona en los caminos, y atrás vienen los paramilitares avanzando”. Aunque el líder no mencionó el nombre de ningún militar involucrado en esa complicidad, en ese momento, el comandante del batallón de Artillería Mecanizada Antonio Nariño, con jurisdicción en esa región, era el coronel José Alejandro Castro, el mismo que, según las Fiscalía, dió la orden de que mataran a Narciso.
Castro Cadavid es un hombre de 52 años, nacido en un pequeño pueblo antioqueño, que pasó casi la mitad de su vida en el Ejército. El coronel se retiró del servicio en 2022 y, según la Fiscalía, en apenas cuestión de meses ya se había convertido en un poderoso jefe del frente Erlin Pino Duarte del Clan del Golfo. Como segundo al mando de esa estructura, estaba encargado de ordenar amenazas, desplazamientos y asesinatos en el sur de Bolívar, la misma región donde se había desempeñado como comandante de batallón, y la misma región donde Narciso era tal vez el líder social más visible, como presidente de Fedeagromisbol, una organización que reúne a más de 50 asociaciones y 5.000 personas dedicadas a la minería, la agricultura y la pesca.
Las autoridades capturaron a Castro Cadavid el pasado 19 de octubre, seis meses después del asesinato de Narciso. El exoficial jugaba fútbol en Medellín cuando decenas de soldados y policías armados con fusiles y vestidos como para una operación riesgosa, se metieron a la cancha, interrumpieron el partido y se llevaron al exmilitar, que ni siquiera mostró sorpresa. La semana pasada, ante una jueza de Cartagena, la Fiscalía expuso parte de las evidencias que tiene contra el coronel retirado, y que fueron conocidas por VORÁGINE.
“(El coronel) es el encargado de que entren las finanzas para poder pagarle a la organización y de supervisar la inteligencia que se le hace a la guerrilla y a las fuerzas militares”, dijo en un interrogatorio Andrés Valdés, quien, pese a tener solo 25 años, suma un largo prontuario dentro del Clan del Golfo. Entró al grupo a los 14 y operó en múltiples frentes por todo el país, en al menos 10 departamentos, entre los Llanos, el sur y la Costa Caribe, donde integró la estructura presuntamente comandada por el coronel retirado.
Según el relato de ese desmovilizado, el Clan lo iba a asesinar por haber liberado a un minero que tenían secuestrado y bajo su custodia. Por eso, una noche huyó, pasó dos días entre el monte y se entregó en unas instalaciones militares. Desde entonces empezó a delatar a la cúpula de la organización criminal. Sobre Castro Cadavid dijo que se le conoce como alias Coronel o Chiqui: “Ese señor es bajito, más o menos de 1,60, y acento paisa. A ese lo conozco desde hace aproximadamente un año, desde que llegué al sur de Bolívar”.
Según Valdés, el coronel era el encargado de controlar las extorsiones sobre más de una docena de minas de oro en el sur de Bolívar, justamente en el área en donde Fedeagromisbol agremia a cientos de mineros, y donde la organización ha denunciado el cobro de extorsiones.
“Tengo conocimiento de que (Castro Cadavid) tiene a su disposición alrededor de 48 unidades, las mismas que tiene el comandante del frente, pero para arriba y para abajo siempre anda con cuatro hombres de escoltas”, agregó el testigo.
Los investigadores le mostraron al desmovilizado un video en el que aparecía un hombre con la cara cubierta, con prendas militares, que se identificaba a sí mismo como miembro del Clan del Golfo. Valdés aseguró que era el coronel Castro, que lo reconocía por su voz. También reconoció a Narciso Beleño. Dijo que una vez vio una foto suya en un cuaderno que ellos, el Clan del Golfo, le quitaron a la guerrilla durante un combate a finales del año pasado.
Según su relato, en ese cuaderno aparecían las fotos de varias personas de la región. Bajo la lógica criminal del grupo, decretaron que todos los que aparecían allí eran colaboradores de la guerrilla, y los convirtieron en objetivos militares. Ese cuaderno estuvo rondando entre los criminales, que los usaban en los retenes para buscar a sus objetivos, hasta que finalmente fue a dar a las manos de Castro Cadavid. La foto de Narciso en ese cuaderno, según la Fiscalía, motivó al coronel para ordenar su asesinato.
El asesinato de Narciso
En la noche del 21 de abril pasado, Narciso Beleño condujo su carro, un campero viejo, modelo 95, hasta su casa en el barrio El Recreo de Santa Rosa del Sur, sin notar que dos hombres venían siguiéndolo en una motocicleta. Eran Juan Carlos Castaño, alias Calvo, quien conducía, y Nicolás Giraldo, alias Cartago, el copiloto; ambos miembros del Clan del Golfo. El hermano, la esposa y el hijo de Narciso, de 6 años de edad, ya estaban acostados, pues ese había sido un día lluvioso, de esos en los que la gente se duerme temprano.
Narciso se bajó de su carro y, cuando trataba de abrir la puerta del garaje, alias Cartago se le acercó y le disparó. Fueron cuatro tiros entre la cabeza y el tórax. El líder alcanzó a entrar a su casa, donde finalmente murió.
“Esas personas presuntamente hacen parte del Ejército Gaitanista de Colombia (como también se conoce al Clan del Golfo) y tenían una delegación por parte de los jefes, en este caso de usted, que es el que domina esa zona, de cometer el homicidio de Narciso Beleño”, le dijo un fiscal al coronel retirado durante la audiencia de imputación de cargos, donde se le señaló de los delitos de homicidio, concierto para delinquir y porte de armas.
Castro Cadavid se declaró inocente. Su abogado, Julián Molina, le reiteró a VORÁGINE que su defendido es inocente, y se limitó a agregar que “se puede estar instrumentalizando a la Fiscalía con información de testigos que no es veraz, por parte de fuerzas que tienen intereses contra el coronel”.
Los sicarios no habrían sido los únicos que participaron en el asesinato. El crimen del líder social fue una operación orquestada durante meses. Para reconstruirla, los investigadores se basaron en el testimonio de Nelson Gutiérrez, alias Matón, quien aceptó su participación en el crimen.
Matón contó que, a comienzos de este año, contactó por Facebook a alias Calvo, el sicario que luego condujo la moto hasta la casa de Narciso. Los dos criminales se habían conocido en la cárcel de Pereira y, ya afuera, Matón le pidió trabajo. “Hay una vuelta y usted verá si se viene: hay que matar a un cucho que vale más de 30 millones”, le contestó Calvo, que para entonces ya estaba en Bolívar. “Yo le dije que de una porque mi hija iba a cumplir 15 años y necesitaba la plata”, contó el testigo, que decidió viajar desde Pereira junto a Yenifer Correa, su pareja.
Primero llegaron a Bucaramanga. Allí los presentaron ante alias Bacán, quien sería una especie de mando medio del Clan del Golfo, y este les dijo que, desde ese momento, hacían parte del Ejército Gaitanista de Colombia. Y agregó: “vamos por un pez gordo”. Se refería a José Cendales, exalcalde de Santa Rosa del Sur. No les mencionaron que también participarían en el asesinato de Narciso.
A mediados de marzo, la pareja viajó a San Pablo, Bolívar, y allí se encontraron con Calvo y
Cartago. Ellos cuatro se convertirían en los asesinos del líder. Ya en Santa Rosa del Sur, la pareja arrendó una casa. El grupo criminal les entregó armas, dinero y una moto para que comenzaran a seguir a sus víctimas. También les entregaron velones y escapularios, para que asumieran la fachada de vendedores de artículos religiosos, y no levantaran sospechas. El Calvo le dijo a Matón que también iban a asesinar a Narciso, y que tenían que hacerle “inteligencia”.
Los seguimientos duraron 25 días, dijo Matón. Él y Yenifer seguían a Narciso a su trabajo, en la sede de Fedeagromisbol, y a su casa. Analizaron las cámaras de seguridad de la cuadra y hasta la ubicación de los árboles. Lo grababan todo y lo enviaban a un grupo de Telegram, donde también estaban los dos sicarios y otros miembros del grupo, a los que identificó como Cucho, Bacán, Rolo y Halcón. Así establecieron el momento más propicio para matar al líder.
“Después de marcar la casa, Cartago siguió haciendo inteligencia porque era el que debía matar a Narciso, y yo a José Cendales. Cuando tuve la oportunidad de matar a José Cendales, el Halcón o el Calvo me dijeron que no porque me hacía matar, porque José Cendales estaba escoltado”, cuenta el testigo.
Los investigadores le preguntaron a Matón si en ese mes que estuvo haciendo inteligencia para los asesinatos, escuchó hablar del coronel Castro Cadavid, o de alias Chiqui, como se le conoce también: “sí, una mañana me llamó Halcón y me dijo que necesitaba que le pasara la moto en la que yo estaba a Juan Carlos y a Cartago, que ellos iban a entrevistarse en Simití con alias Chiqui, que les iba a entregar unas armas. Pero yo nunca lo vi”.
A comienzos de este mes, las autoridades capturaron a las cuatro personas que habrían participado directamente en el asesinato de Narciso Beleño: Cartago y Calvo, los presuntos sicarios, y Matón y Yenifer, quienes lo siguieron durante casi un mes. A todos ellos, y al coronel (r) Castro Cadavid los señalaron como los perpetradores de este crimen. Los testimonios conocidos por VORÁGINE son las piezas claves con las que la Fiscalía los señala, aunque todavía falta que los investigadores terminen de exponer ante la jueza todas las evidencias que tienen sobre este caso.
Narciso contra los criminales
Narciso Beleño nació en San Martín de la Loba, Bolívar, donde se crió como agricultor y arriero. A comienzos de los años 90, en plena fiebre del oro en ese departamento, se fue a probar suerte en las minas de la Serranía de San Lucas y terminó viviendo en Santa Rosa del Sur. Allí ayudó a fundar Agromisbol, una asociación de campesinos, mineros y pescadores que luego se convirtió en la Federación Agrominera del Sur de Bolívar, Fedeagromisbol, una de las organizaciones sociales más influyentes de la región.
“Aunque nunca terminó la primaria, era un hombre muy inteligente, y con mucha capacidad de llegarle a la gente, con mucha sencillez”, cuenta Nelson Ortega, su compañero y compadre, padrino del niño de seis años que quedó huérfano. Narciso, carismático y bromista, lograba mucha cercanía con la gente, así que era capaz de congregar las distintas comunidades. Tras los años, se convirtió en el líder más visible de la región porque era el más radical a la hora de plantar cara frente a los grupos armados.
Esa región, sobre las faldas de la Serranía de San Lucas, resulta atractiva por el oro bajo su suelo y estratégica porque conecta el Caribe, Antioquia y el oriente del país. Por eso ha sido durante años un botín de guerra de los grupos armados. Los que hoy se la disputan son el Clan del Golfo, las disidencias del Estado Mayor Central y el ELN. Narciso denunció a todos esos grupos, y todos ejercieron presiones sobre él.
Las tres estructuras criminales extorsionan a los mineros y cometen toda clase de delitos. La organización que presidía Narciso ha estado en la mira de estos grupos, por su trabajo social y gremial.
Las disidencias y el ELN, cada una por aparte, les cobran el 5% del oro extraído, mientras que el Clan del Golfo les pide el 15%. Además, los grupos promueven la minería ilegal en zonas que la organización social ha catalogado como reservas naturales, en donde no permite la explotación.
En medio de esas tensiones, Narciso se atrevía a denunciar públicamente. Hace dos años, el ELN le envió advertencias luego de que denunció una serie de asesinatos cometidos por esa guerrilla en la región. Pero, sin duda, el Clan del Golfo era el que más lo asediaba. Le mandaban mensajes y dejaban correr rumores de que lo iban a matar. El 12 de octubre de 2023, ese grupo criminal publicó un panfleto en el que señaló a la Federación como un “instrumento” del ELN.
Narciso dejó contada su propia vida en “El libro del agua del sur de Bolívar”, publicado este año por la Universidad Uniminuto. Allí recordó cómo, lentamente, pasó de minero a líder social, y rememoró a los varios amigos que asesinaron en ese camino. “Uno como líder tiene que sacrificarse al máximo para que su gente se beneficie. Ese es uno de los aprendizajes que me quedó grabado toda la vida, y eso me llevó a sacrificar personalmente muchas cosas. Pero el pago a todo eso es la gratificación en cariño. Hace tres días tuvimos una asamblea de líderes, y los compañeros me trajeron una gallina, yuca, mazorcas, y yo siento con eso una gratificación inmensa”, dijo.
También dejó allí, en sus palabras sencillas, las razones de por qué, pese a tantas amenazas, nunca abandonó su labor: “Hubo momentos de depresión, creo que todos los líderes lo hemos sufrido, en los que uno renuncia al liderazgo e intenta retirarse. Pero eso es mentira, ni siquiera las amenazas de muerte lo detienen a uno, porque uno confía en lo que está haciendo, porque sabe que la región y el país lo necesitan, porque su experiencia no puede quedar reducida a ‘me retiré por miedo, por enfermedad, por dificultad’”.
A sus 62 años, durante su último mes de vida, Narciso advirtió más que nunca que lo iban a matar. Lo decía en cada espacio público en el que intervenía, como si presintiera los seguimientos de los sicarios que, según la Fiscalía, empezaron justamente un mes antes de su asesinato. Tras su muerte, cientos de personas dolidas y vestidas de blanco recorrieron las calles de Santa Rosa del Sur. Entre la multitud izaron un pendón de dos metros de alto con una foto ampliada: ahí estaba Narciso, su piel morena, su rostro sonriente.
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