8 de septiembre de 2024
“El Mayo” Zambada, el mayor narcotraficante de la historia, construyó su imperio a través de una extensa y antigua red de socios colombianos. “Famoso como ‘El Chapo’ y poderoso como el colombiano Escobar”, así lo describió Julio Scherer, el único periodista que lo ha entrevistado. La gran diferencia de “El Mayo” frente a Escobar y “El Chapo” fue su decidida apuesta por mantenerse en las sombras, por el bajo perfil. Por eso, su poder perduró durante 50 años, a diferencia de los otros señores de la droga con quienes se le compara, y que cayeron obnubilados por sus propias figuras.
Durante el juicio del siglo, como se denominó al juzgamiento de “El Chapo” Guzmán ante una corte de Nueva York, Jeffrey Lichtman, abogado del narco mexicano, se refirió a “El Mayo”: “Este equipo de fiscales procedentes de todo Estados Unidos les dirán que Joaquín Guzmán es el narcotraficante más grande de la historia. Pero ustedes sabrán en este juicio que él ni siquiera es el narco más grande de México. ¿Pero quién es entonces? Un hombre que no tiene programas de televisión sobre su vida, no tiene su rostro en loncheras, no se reúne con Sean Penn, que no es cantado por músicos, que no ha escapado de prisión porque nunca ha estado en una, un hombre que tiene 70 años de edad y que ha operado como narcotraficante por 55 años en México sin ser arrestado. Un hombre llamado Ismael Zambada García o ‘El Mayo’ Zambada”.
Pero al escurridizo “Mayo” se le acabó la suerte el pasado 25 de julio, cuando las autoridades estadounidenses lo capturaron en medio de una trampa que le tendió el hijo de “El Chapo”, su viejo socio. Con su detención, se avecina un juicio que podría revelar la fotografía más completa que se haya tomado del narcotráfico, pues el relato de la vida de “El Mayo” no solo contiene su propia carrera para convertirse en el jefe de jefes, también abarca el registro de la corrupción en todo el hemisferio: las alianzas entre criminales, empresarios, autoridades y gobernantes de una decena de estados. Y en la médula de esa historia está Colombia.
Como si fuera un signo de la dañina y compulsiva relación entre “El Mayo” y Colombia, el narcotraficante Álex Cifuentes contó que el capo había consumido tanta cocaína colombiana que su nariz se desfiguró y tuvieron que operarlo. Pablo Escobar, el cartel del Norte del Valle, el Clan de los Cifuentes Villa, los paramilitares, las Farc, y recientemente las disidencias de las Farc: todos han sido los aliados de “El Mayo”, y los responsables de alimentar su fortuna y su poder. A través de ellos, y pese a la distancia, este hombre ha influido como pocos en la violencia colombiana.
El ascenso de la mano de los colombianos
Los contactos de “El Mayo” Zambada y los colombianos comenzaron en los años 80, cuando era parte del cartel de Guadalajara, la primera gran organización de narcotraficantes mexicanos, y la primera en aliarse con Pablo Escobar para implementar la sencilla estrategia que se mantiene hasta hoy: los colombianos producen la cocaína y los mexicanos la transportan. En 1985, el cartel de Guadalajara asesinó a un agente de la DEA, y eso le trajo la ruina. El gobierno mexicano se ensañó contra la organización y rápidamente capturó a su plana mayor.
Con la caída de los pesos pesados se abrió el paso para el relevo del mando. Por esos días, “El Mayo” conoció al antioqueño Jorge Cifuentes Villa, quien sería uno de sus mayores socios. Cifuentes, como miembro de un clan familiar que traficó con todos los carteles colombianos, había aprendido el negocio desde niño. Según le narró a la justicia de Estados Unidos el mismo narco, en 1988 viajó a México, enviado por “Don Efra”, capo del cartel del Norte del Valle, a supervisar el aterrizaje de los aviones colombianos en suelo mexicano.
En una de esas operaciones, en una pista en Culiacán, se cruzó con “El Mayo”, que entonces se abría paso en el negocio. Allí, casi por azar, compartieron un momento que unió sus destinos. Cifuentes, “El Mayo” y un “compadre” suyo viajaban en un camión de tres asientos, abandonando la zona de aterrizaje, cuando se cruzaron con un retén del Ejército. “El Mayo”, al volante, dio la vuelta y emprendió la huida, mientras que Cifuentes solo atinó a tirarse a los pies de “El Mayo” para resguardarse de las balas que les disparaban los soldados, y así permaneció, asustado, durante media hora.”Yo seguí escondiéndome entre los pies de los pasajeros. Y él dijo: ‘Jorge, puedes salir, todo está hecho’. Él pensó que fue muy divertido, así que le dijo a todos sus amigos y compadres que yo fui un cobarde”, contó Cifuentes.
En ese momento, ni Cifuentes ni “El Mayo” se habían convertido en los grandes capos que llegaron a ser. Pero el destino los reuniría muchos años después para ponerlos juntos en la cima del narcotráfico. Mientras tanto, a finales de 1989, “El Mayo”, ya líder del cartel de Sinaloa, empezó a trabajar con quien sería su mayor proveedor: alias “Chupeta”, el narco colombiano que se hizo famoso porque a punta de cirugías plásticas transformó su rostro siniestro.
El mismo “Chupeta” contó en sus interrogatorios sobre la primera vez, de muchas, que se reunió en México con “El Mayo” y ”El Chapo”. “Hablamos sobre las pistas de aterrizaje, su ubicación posible y en qué estados de la República mexicana, y de la posibilidad de enviar un piloto para conocer las pistas de aterrizaje. Hablamos e hicimos arreglos para los posibles tiempos de llegada de mis aviones a esas pistas. Hablamos sobre la cantidad de kilos que los aviones pueden aguantar dependiendo de la ubicación de la pista”.
El negocio funcionaba así: “Chupeta” y los capos del cartel del Norte del Valle enviaban sus avionetas llenas de cocaína hasta las pistas de “El Mayo” y de “El Chapo”. Y ellos, con su infraestructura, se encargaban de llevar la droga hasta distintas ciudades de Estados Unidos, donde los hombres de “Chupeta” volvían a recibir la droga para venderla por su cuenta. A cambio de esa operación, los de Sinaloa se quedaban con el 40% de la cocaína de los colombianos. Según “Chupeta”, hasta 1996, cuando se entregó a la Fiscalía en Cali, solo él les había enviado a sus amigos de Sinaloa alrededor de 200.000 kilos de cocaína.
El narco colombiano relató que llegó a enviar hasta 14 aviones suyos a las costas mexicanas en una sola noche. La dimensión de ese despliegue llamó la atención rápidamente. En Colombia, la Fuerza Aérea seguía sus aeronaves y derribó una de ellas. Por eso, “Chupeta” decidió cambiar su flota aérea por una marítima, y empezó a enviar la droga en barcos pesqueros. Para acordar la nueva estrategia con “El Chapo” y “El Mayo”, viajó a México en 1991. Fue una visita que le mostró el descomunal poder que ya acumulaban sus socios.
“El Chapo” y “El Mayo” invitaron a “Chupeta” a una cárcel en Ciudad de México, donde todos se encontrarían con “El Azul”, otro capo de Sinaloa, para discutir los nuevos términos del negocio. “Chupeta” llegó a la cita acompañado por un comandante de la Policía de la capital mexicana, y entró a la prisión sin pasar por ningún tipo de control. Allí se reunieron a manteles, en medio de whisky y armas. Contrario a lo que se cuenta a modo de leyenda, que “El Mayo” nunca había pisado una prisión, el relato de “Chupeta” muestra que sí lo hizo, solo que por su propia voluntad y como amo y señor.
En 1996, “Chupeta” y varios capos del cartel del Norte del Valle que habían sobornado a los tres poderes del Estado colombiano, se entregaron a las autoridades, a la espera de penas benignas que les permitieran recuperar pronto la libertad y mantener sus fortunas. Aunque él, desde prisión, siguió enviando droga al cartel de Sinaloa. Lo cierto es que para ese entonces los capos mexicanos ya jugaban a muchas bandas y negociaban droga por toda Colombia.
José Germán Senna, alias “Nico”, exparamiliar del Bloque Central Bolívar, le contó por ejemplo a la Fiscalía que los jefes de su organización, “Macaco” y “Memo Fantasma”, trabajaban para “El Mayo”: “Todo lo que era de ‘Macaco’ y de ‘Memo’ se trabajaba con los mexicanos. De hecho, a nosotros varias veces nos tocó recoger a los mexicanos que llegaban por Montería o Caucasia. Tocaba llevarlos a Piamonte o al sur de Bolívar. Ahí estuvieron varios de ellos con nosotros, ellos trabajaban con “El Mayo” Zambada (…) y estaban ahí mientras terminaban de hacer el tamizaje de drogas que iban a exportar”.
El clan colombiano al servicio de “El Mayo”
Por esos tiempos del auge paramilitar en Colombia, “El Mayo” Zambada mandó a matar a un importante narco colombiano a quien consideraba su competencia. Humberto Ojeda, alias “Robachivas”, vivía en Sinaloa y mandaba cocaína colombiana a Estados Unidos con mucho éxito. Contrario a “El Mayo”, “Robachivas” era ostentoso, y exhibía su fortuna de joyas y helicópteros justo en un momento en que las autoridades gringas tenían los ojos puestos en esa región del norte de México. Hacia 1997, “Robachivas” mandó a construir una mansión en Culiacán, la capital de Sinaloa, y eso colmó la paciencia de “El Mayo”. “Mi papá en ese momento estaba en Torreón y me dijo por teléfono que enviara a su gente a matar a ‘Robachivas’”, le contó Niebla, el hijo de “El Mayo”, a los fiscales gringos.
Un sicario de “El Mayo” interceptó a “Robachivas” en una estación de gasolina. El colombiano se sintió confiado porque conducía un carro blindado y decidió confrontar al asesino. Pero entre la lluvia de balas, una de esas atravesó la cerradura de la puerta y le perforó el corazón. Este episodio volvió a juntar los destinos de “El Mayo” y Jorge Cifuentes Villa, el colombiano con el que, diez años atrás, “El Mayo” había huido de los balazos que les disparaban los soldados mexicanos en un retén. Durante la década posterior a ese episodio, Cifuentes Villa había hecho su propia carrera criminal como socio de “Robachivas”. “Teníamos una relación que era como si fuéramos hermanos”, contó Cifuentes.
Tras el asesinato de “Robachivas”, Cifuentes huyó a Colombia, atemorizado por la posibilidad de que “El Mayo” también quisiera matarlo. Pero pronto estuvo de regreso en México, ansioso por reanudar sus negocios, y entonces contactó a “El Chapo” Guzmán, y por medio de sus gestiones, buscó a “El Mayo” para saldar cuentas. Cifuentes les narró el reencuentro a los fiscales gringos:
“Nos reunimos en la Ciudad de México. Y él dijo: ‘bueno, mi compadre ‘Chapo’ quiere que te diga la verdad, yo maté a ‘Robachivas’. ¿Qué quieres hacer?’. Y yo dije: ‘nada, simplemente mataste a un buen hombre’. Él dijo: ‘bueno, si él naciera de nuevo, lo mataría de nuevo. Pero no tengo ningún problema contigo. Tú eres parte de nosotros. Tú eres parte de la familia. Te conozco desde que eras muy joven, no tienes de qué preocuparte. No hay ningún problema contigo’”.
Después de esa reunión, Cifuentes, “El Mayo” y “El Chapo” se aliaron. El antioqueño, con todos sus contactos en Colombia, se convirtió rápidamente en una pieza indispensable del cartel de Sinaloa. Pronto, los mexicanos empezaron a recibir la droga que Pacho Cifuentes, hermano de Jorge, les enviaba desde su rancho en las playas de Juradó, en Chocó.
Cifuentes estuvo en las negociaciones del cartel con altos ejecutivos de Pemex, la empresa estatal mexicana de petróleo y gas, con quienes se planeó el envío de buques que viajarían a Ecuador con hidrocarburos y regresarían cargados de cocaína a México. Hacia 2007, Cifuentes estuvo radicado en el país vecino de Colombia, pues desde ahí controlaba las compras de cocaína que el cartel le hacía a las Farc, y que mandaban desde las costas ecuatorianas con la complicidad de miembros del Ejército de ese país. Jorge Cifuentes terminó negociando con la droga de la guerrilla. Esto pese a que apenas un par de años antes le había entregado 5.000 rifles AK47 y cinco millones de cartuchos a las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) para que las usaran contra el Frente 57 de las Farc, grupo que había intentado secuestrar a su padre.
Para la primera década del nuevo siglo, los hermanos Cifuentes se habían integrado a la estructura de Sinaloa. Alex Cifuentes era la mano derecha de “El Chapo”, una especie de secretario personal; Pacho Cifuentes controlaba los envíos de droga y Jorge Cifuentes se dedicaba al montaje de entramados financieros para lavar los millones. “Mi hermano Pacho era el encargado de las pistas de aterrizaje. Y las personas a cargo de recibir la cocaína eran ‘El Mayo’ o ‘Don Joaquín’. Así que en realidad fui más útil en el manejo del dinero y otras cosas dentro de la organización”, explicó Jorge Cifuentes.
Pero el clan se derrumbó. Pacho Cifuentes fue asesinado por sus propios socios paramilitares en 2007, al parecer por las rencillas que trabó con el entonces comandante paramilitar Diego Murillo Bejarano, alias “Don Berna”, en medio de negocios de droga. Jorge y Álex, capturados en 2012 y 2014, terminaron presos en Estados Unidos y testificando contra “El Chapo”, como también lo hizo “Chupeta”. Seguramente, todos estos viejos socios colombianos serán los testigos estelares de la justicia gringa en contra de “El Mayo”.
Para la década de 2010, el panorama de la guerra en Colombia era muy distinto al que conoció “El Mayo” en su ascenso criminal. Los grandes capos que quedaban de los carteles de Medellín, Cali y el Valle habían desaparecido. La mayoría de bloques paramilitares entregaron las armas y mutaron en estructuras más pequeñas, y las Farc empezaban el camino del desarme. Por su visibilidad, “El Chapo” se había convertido en el narco más buscado por Estados Unidos, y pronto, en 2014, comenzó con su secuencia de capturas y fugas cinematográficas. Así que “El Mayo” era el capo que, en medio de la caída de todos sus grandes socios, seguía moviendo los hilos del narcotráfico en Estados Unidos, México y Colombia.
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La nueva estrategia de “El Mayo” en Colombia
Numerosos informes de las autoridades colombianas dan cuenta de la estrecha relación entre el Clan del Golfo y el cartel de Sinaloa. Los hombres de alias “Otoniel”, el entonces jefe del clan, recibieron durante años a los emisarios de “El Mayo” y los movieron por los dominios del grupo en Urabá, Norte de Santander y en el suroccidente del país.
Pero en los últimos años, las disidencias de las Farc se convirtieron en los mayores proveedores de “El Mayo”. En el nuevo escenario de la guerra colombiana, el capo mexicano dejó de negociar solamente con los grandes señores de la droga, y transformó su estrategia. Envió a decenas de emisarios a todos los enclaves cocaleros de Colombia, para hacer negocios en su nombre con las decenas de mandos medios que hoy controlan pequeños feudos del narcotráfico. Poco le importaba a “El Mayo” que muchos de ellos fueran enemigos y se mataran entre sí.
En un informe de la Fiscalía, un agente infiltrado en esas organizaciones describió esa dinámica: “alias ‘El Español’ es el contacto en Colombia con la organización criminal del mexicano ‘Mayo’ Zambada. Esta organización mexicana estaría haciendo presencia en Colombia en el área del Valle del Cauca y el Cauca, buscando conseguir productores de estupefacientes que además les faciliten los medios logísticos para poder sacar el ilícito vía marítima por el Caribe”.
Otro de los ejecutivos de “El Mayo” identificados en Colombia fue Pitt, un sinaloense capturado hace dos años en Cali luego de que una modelo, su novia, publicó una foto romántica de ellos dos en Facebook. Pitt negociaba con varias disidencias y se movía entre Medellín y Cali.
En 2022, con información de la DEA, la Fiscalía construyó un reporte en el que describe las operaciones de los emisarios de “El Mayo” con las estructuras de la Segunda Marquetalia en Cauca, comandadas por alias “Pocillo”: “A la fecha estarían produciendo y exportando alrededor de 15 toneladas mensuales de clorhidrato de cocaína. Negocios que sostiene con el cartel mexicano de Sinaloa. De acuerdo a las fuentes humanas, ingresó a esta zona, enviado por ‘El Mayo’ Zambada, alias ‘Chino Ántrax’, persona que realizó entrenamientos y entregó las políticas a trabajar con el Cartel de Sinaloa”.
Un organigrama elaborado por investigadores judiciales describe también a alias “El Gringo” como uno de los proveedores directos de “El Mayo”. “El Gringo”, capturado a comienzos de este año, fue el sucesor de alias “Guacho”, y por varios años comandó el temido frente Oliver Sinisterra, la estructura que más droga mueve en la frontera entre Nariño y Ecuador.
Lo que revelan estos informes es que “El Mayo”, consciente de que su imperio dependía de Colombia, supo adaptarse a las dinámicas de este conflicto. Pasó de ser un socio directo de los grandes capos de las décadas pasadas, a establecer una red de emisarios que, como hormigas, repartió por todo el país para negociar con peces medianos del narcotráfico. Sumando toneladas de cocaína de una región y de otra, sostuvo un flujo de droga de las dimensiones del que mantenía antes con sus socios del cartel del Valle, con los paramilitares y las Farc. Con esa capacidad de adaptación y negociación, el último gran capo de Sinaloa, desde la distancia, fue uno de los mayores patrocinadores de la guerra colombiana durante casi medio siglo.
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