El sacerdote Sergio Garcés Botero es director de bienestar del INEM de Medellín. Vorágine conoció la denuncia de un hombre que dice haber sido abusado por el cura cuando era estudiante de ese colegio. Dos curas más de ese colegio han sido denunciados por pederastia.
27 de octubre de 2022
Por: Equipo Vorágine #BajoReserva

Mateo (nombre que cambiamos por seguridad) creció bajo la sombra de los sacerdotes de su familia. Un tío y un primo presbíteros fueron influencia suficiente para que desde muy pequeño se interesara en la vida religiosa. A los tres años jugaba a dar misa en las reuniones familiares y a los ocho ya era acólito de la parroquia El Santo Cristo, del barrio El Rosario, en Bello, Antioquia. 

Cursó la primaria en un colegio católico, y entre estudiar y servir a la parroquia del barrio transcurrieron sus primeros años de infancia con tranquilidad. Estudió el bachillerato en el Instituto Nacional de Educación Media (INEM) José Félix de Restrepo, un colegio público de Medellín. Ahí Mateo conoció al sacerdote Sergio Garcés Botero, que era profesor de religión.

El joven estudiante de once años se acercó a Garcés porque en los dos coincidía un interés por los asuntos de la Iglesia. “Yo le decía que era acólito, que tenía un tío sacerdote; uno hace eso por ganar puntos, para que el profesor sepa, eso lo hace uno chiquito, inocente”, explica Mateo. 

El cura invitaba a Mateo a sus eucaristías y a que lo acompañara a hacer sus diligencias, y el jóven estudiante aceptaba gustoso. Después de que terminaba de estudiar, Mateo pasaba el resto del día con el sacerdote y sus padres se quedaban tranquilos porque creían que su hijo estaba en buena compañía. 

Así transcurrieron cerca de tres meses con normalidad, hasta que el sacerdote se ganó la confianza de su estudiante y aprovechó para acceder a él sexualmente. Mateo recuerda que la primera vez Garcés lo llevó a una casa en el parque de Envigado, municipio del área metropolitana de Medellín, y ahí, solos, el cura lo tocó por encima de la ropa y lo abrazó con fuerza para sentir su cuerpo.

Mateo no tiene certeza sobre quién era el dueño de las propiedades, pero recuerda que Garcés lo llevaba a varios apartamentos que siempre estaban solos. En otra oportunidad le pidió acostarse en una cama e intentó quitarle la ropa, pero Mateo lo evitó. El sacerdote también le pedía que lo tocara a él por encima del pantalón.

“Él lo hizo por ahí unas cuatro, cinco o seis veces más, pero cuando yo era pequeño eso no me parecía raro. En la mente de uno, una persona de esas no le haría nada malo, porque en mi casa un sacerdote era una figura superior”, explica Mateo casi veinte años después.

Pensaba que no le iban a creer, y por esa razón Mateo no les contó a sus papás ni a nadie sobre el abuso del que fue víctima por el sacerdote y profesor del colegio donde estudiaba. La primera vez que habló de ello con alguien fue en medio de una terapia psicológica para tratar problemas comportamentales relacionados con el manejo de la rabia. En ese proceso llegó a la conclusión de que el abuso que vivió en su infancia es una de las causas de su comportamiento. “Intentar defenderte de un abuso crea en vos ciertos comportamientos defensivos ante las demás personas”, explica Mateo.

El 25 de agosto del 2022, la Arquidiócesis de Medellín envió a los medios de comunicación la respuesta que la Corte Constitucional le obligó a entregar con la Sentencia SU 191 de 2022: la lista de sacerdotes denunciados por abuso sexual de menores de edad. Allí apareció el nombre de un sacerdote muy cercano a la familia de Mateo: Juan Carlos Muriel Figueroa, que también trabaja en el INEM José Felix de Restrepo como capellán.

Esa fue la oportunidad que aprovechó Mateo para contarles a sus padres, 18 años después, sobre el abuso que vivió en su infancia por cuenta de Sergio Garcés Botero, que también apareció en la lista entregada a regañadientes por el arzobispo Ricardo Tobón Restrepo.

Mateo nunca puso la denuncia de su caso ante la Fiscalía ni ante la Arquidiócesis, lo cual quiere decir que al menos otro menor de edad fue abusado por el sacerdote Garcés Botero. De acuerdo con la respuesta de la institución religiosa, los hechos por los que fue denunciado el padre Garcés ocurrieron en el 2001 y fueron puestos en conocimiento de la Fiscalía en el 2019, cuando ya no había nada que hacer por la prescripción del delito.

Sergio Garcés Botero se encuentra cumpliendo una pena canónica por los abusos que cometió, o sea que no puede ejercer como sacerdote; sin embargo, actualmente trabaja como director de Bienestar del INEM. 

A diferencia de los demás sacerdotes que han sido denunciados por abuso sexual, Garcés Botero sí reconoció que abusó de otro menor de edad, aunque aclaró que dicho abuso consistió en tocarle los genitales. Con el relato de Mateo es posible entender que si el abuso no trascendió al tocamiento, al menos en su caso, fue solamente porque él no permitió que ocurriera nada más.

El sacerdote aseguró que le ofreció su carta de renuncia al arzobispo Ricardo Tobón, pero que este le aconsejó esperar la decisión de la Congregación para la Doctrina de la Fe, que finalmente lo suspendió por seis años, de los que han transcurrido cinco.

Además de Sergio Garcés Botero y Juan Carlos Muriel Figueroa, quienes actualmente trabajan en el INEM de Medellín, Vorágine conoció otra denuncia contra el excapellán de esa institución educativa, el sacerdote Daniel Rivera, quien también abusó sexualmente de un menor de edad de ese colegio.
Vorágine contactó a Sergio Garcés Botero para conocer su versión, pero no obtuvo respuesta antes de esta publicación.

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