24 de noviembre de 2020
Cinco meses esperó Cristina Tovar* para que la Fiscalía General de la Nación emitiera orden de captura contra el hombre que habría abusado sexualmente de su hijo de 14 años. Era la tarde del 9 de septiembre de 2020 y mientras los noticieros, periódicos y cadenas radiales hablaban del asesinato del estudiante de derecho Javier Ordóñez en Bogotá a manos de uniformados de la Policía, los habitantes de Granada (Meta) eran sorprendidos por una noticia, para muchos, increíble: el clérigo -quizás- más querido, frecuentado y carismático de la ciudad había sido capturado cuando llegaba a la Parroquia El Diviño Niño, en donde era párroco.
A hora y media de Villavicencio, Granada se ubica en la región del Ariari -que conforman otros ocho municipios del centro y del sur del Meta-, de la cual es considerada su capital por ser la ciudad más poblada y el epicentro de la economía. A esta región llegó en 2005 de Norte de Santander el recién ordenado sacerdote José Leonardo Santamaría Carrillo, como párroco en el municipio de Vistahermosa, y desde enero de 2006 hasta septiembre de 2020 ejerció su sacerdocio en Granada como vicario en la Catedral Nuestra Señora del Carmen y párroco en las parroquias San José, María Auxiliadora y Divino Niño Jesús.
Valido de su oratoria y sus relaciones públicas, Santamaría se hizo a la confianza de muchos granadinos, entre los que se encuentran docentes, ganaderos, finqueros, figurones de la élite económica y social, jóvenes y -cómo no- la Diócesis y el colegio católico de la ciudad, el María Auxiliadora. Tal era la confianza y la admiración casi devocional con la que contaba, que en esta última institución educativa acompañaba los retiros espirituales a los que los estudiantes eran compelidos a asistir todos los meses de mayo. Se realizaban, por lo general, en fincas o casas de retiro ubicadas a las afueras de Granada. Allí, el ahora detenido sacerdote daba charlas sobre las relaciones interpersonales, las vivencias de la juventud, el amor de Dios y hasta se ofrecía a conversar privadamente con los estudiantes que quisieran hablar con él.
En la capital del Ariari no hay quién no lo conozca de trato, vista o referencia. Era como el religioso favorito del pueblo: al que algunos jóvenes le agradecen por “ayudarlos a amar a Dios”, al que muchas parejas buscaban para escuchar consejos de su parte para sobrellevar el matrimonio y al que invitaban a misas privadas en importantes haciendas ganaderas. Sus fieles feligreses copaban las parroquias e iglesias en las que ofrecía eucaristías, pues según quienes las presenciaban, se caracterizaban por ser especiales, tanto así que los asistentes no cabían y no les importaba estar al rayo del sol o bajo la lluvia para escuchar la Palabra del Señor salir de la boca de quien hoy es señalado de haber abusado sexualmente de uno de sus monaguillos.
Un recorrido de catorce años en medio de tanto cariño, admiración y veneración de la comunidad hicieron que la noticia de su captura en septiembre fuera motivo de tristeza y de incredulidad, pero también de fe ciega hacia él y su supuesta inocencia. Esta es una historia que, como suele ser común en estos casos, enfrenta a la Iglesia católica y un sacerdote respaldado popularmente con una madre soltera, joven y humilde, cuya única arma es el amor por su hijo.
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La inocencia de un niño arrebatada
Era octubre de 2019 y la Parroquia Divino Niño Jesús de Granada celebraba el sacramento de la confirmación de varios adolescentes bajo la batuta del padre Leonardo. Entre los que ese día ratificaron su fe católica y pertenencia a la Iglesia estaba el pequeño Juan David*, quien para entonces tenía 13 años, cursaba séptimo grado y era monaguillo del clérigo desde hacía cuatro años.
Aquella tarde, la señora Cristina Tovar notó a su hijo incómodo y extraño. Estaba apático y desconectado de la misa. Al terminarse, se tomaron las fotografías para el recuerdo, pero pasó algo que llamó aún más la atención de ella: su hijo se fue grosero con el cura delante de las demás personas que estaban en la parroquia. Y cuando le ofreció disculpas al padre Santamaría por el comportamiento de su hijo, él le restó importancia a lo que había pasado y solo le respondió: “Eso no le eche mente, hija, es que él es así y hay que tenerle paciencia”.
Sin embargo, meses atrás Cristina veía que el comportamiento de Juan David había cambiado en la casa, en el colegio, con sus hermanos, con sus amigos y ya no quería ir a la iglesia los fines de semana a colaborar como monaguillo. En casa, el niño tomó una actitud agresiva con los hermanos y con su hermana menor era seco y le ponía apodos; del colegio empezaron a llegar quejas de que era indisciplinado y que su rendimiento académico había bajado; y con sus amigos y compañeras de colegio había una conducta similar que con la de sus hermanos.
El sacerdote Leonardo Santamaría, según el relato de esta madre, tenía detalles exageradamente generosos con Juan David. Le daba sumas de dinero de entre 10 mil y 100 mil pesos y le regalaba objetos de alto valor económico, como una maleta y una cartuchera de marca Totto, uniformes y zapatos para el colegio, pantalonetas, crocs y una bicicleta. También los llevaba de paseo a una finca a él y a los demás acólitos que le ayudaban en la parroquia.
Camilo Acosta: ¿Qué cantidad de plata le daba?
Cristina Tovar: Sesenta, setenta o cincuenta mil pesos. Él mantenía a diario plata. Hasta me daba a mí muchas veces y me decía: “mamá, ¿qué necesita en la cocina?”. Yo le decía: “falta tal cosa”, y él niño iba a comprarlo. Yo siempre le preguntaba: “¿usted por qué mantiene plata?”. Me respondía: “mamá, es que el padre me da, me regala y por si necesito algo en el colegio”. Yo pensaba: “bueno, que le dé por ahí 10 mil o 20 mil pesos, pero es que usted mantiene mucha plata, desde 60 a 100 mil pesos llegó a tener”. Me decía: “mamá, es que él me quiere mucho y él quiere ayudar”.
C.A: ¿Cada cuánto le daba esa plata?
C.T: Cada vez que iba a la iglesia, cada ocho días. Él nunca llegaba a la casa con las manos vacías, siempre llegaba con plata. A veces me decía: “mamá, me voy a comprar tal cosa”, a lo que yo le respondía: “papi, ¿y usted plata de dónde? Si es que no tenemos”. Él me decía: “mamá, yo sé porqué se lo digo” […] Cuando le dio la maleta Totto, que valió 90 mil pesos, a mí se me hizo raro y (el padre) me dijo que era una ayuda porque el niño no tenía maleta. Yo no le vi nada de malo. La maleta venía con una cartuchera también bonita que valió 50 mil pesos. Yo le insistía en que era mucha plata y respondía que quería hacerle un regalo al niño.
Con todo y lo que pasó esa noche de octubre de 2019 durante la confirmación de Juan David, el carismático cura siguió buscándolo y prometiéndole regalos. Fue así como en enero de 2020, con explicaciones contradictorias, le dio un celular marca Huawei, cuyo precio en el mercado supera el millón de pesos.
Los regalos y el dinero en estos casos no son de poca monta. Es un modus operandi que los clérigos involucrados en hechos de pederastia y abuso sexual usan para comprar el silencio de sus víctimas, que suelen aceptar movidas por el chantaje, la amenaza y el engaño por parte de su victimario.
Cuando doña Cristina vio que el niño llegó a la casa con tal celular, no pudo esconder su sorpresa y empezó a hacer preguntas: ¿a cuenta de qué le regalaba algo tan costoso a su hijo? Interrogante que le hizo a Juan David y al clérigo con respuestas distintas. Su hijo le respondió que Santamaría le había dicho que le habían regalado un celular y le quiso dar uno a él; pero el sacerdote le contestó que le habían dado ese celular como pago de una deuda y después decidió regalárselo al niño.
Con el paso de las semanas, los cambios en Juan David continuaron. Cristina se preocupó al ver que su hijo ya no tenía ánimo de hacer tareas, no entregaba trabajos, descuidaba el estudio y en las noches tenía pesadillas. Pero lo que más le preocupaba era que, desde que tenía el celular, el niño ocupaba gran parte de su tiempo en este y cuando chateaba lo hacía solo en su cuarto o en el baño, aun cuando ella le decía que lo hiciera donde lo pudiera ver. Y sospechó aún más cuando se percató que siempre le tenía contraseña al teléfono y al chat de WhatsApp con el cura.
Fue hasta una tarde lluviosa de abril, en las primeras semanas del aislamiento preventivo obligatorio decretado por el Gobierno Nacional a causa de la pandemia por el covid-19, que Cristina pudo descubrir lo que su instinto de madre le venía advirtiendo desde meses atrás: algo malo le estaba pasando a su hijo. Ese día el reconocido presbítero lo había mandado a llamar para que fuera a la iglesia a hablar con él, pero Juan David se mostró elusivo y como si fuera por obligación. Aún así fue, pero pasó algo distinto esa tarde: el niño que jamás dejaba revisar de nadie su celular y siempre lo llevaba consigo, esa vez lo dejó en casa antes de irse y dijo: “Chao, mamá, le voy a dejar el celular, yo no me demoro”. Esa fue la forma que encontró para que su madre se enterara de lo que estaba pasando desde un año atrás.
Movida por su sexto sentido, Cristina supo que no era fortuito que justo dejara el celular en casa por primera vez. Su hijo mayor sabía cómo desbloquearlo y pudo abrir el chat de WhatsApp tras varios intentos. Ya con acceso a las conversaciones que Juan David tenía con el padre, fue consciente de la gravedad de la situación.
Los mensajes que encontró allí y que leyó asustada no eran los de un adulto de 49 años con un adolescente de 14, sino más bien los de dos mayores que sostenían una relación sentimental. Eran conversaciones en las que pareciera haber un consentimiento, pero en la realidad y para la ley no hay tal. En los mensajes, la madre supo cómo el cura le hablaba de los abusos que le hacía, cómo lo manipulaba y chantajeaba, cuáles eran las peticiones obscenas que le hacía y las fotografías que lo obligaba a enviarle.
Estos chats están en poder de la Fiscalía General de la Nación y hacen parte del material probatorio que el ente acusador tiene en su poder para imputar el delito de actos sexuales con menor de 14 años agravado. Vorágine no los hace públicos por respeto a la víctima y a su familia y para no afectar el debido proceso en este litigio judicial.
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El Obispo defiende a Santamaría
Monseñor José Figueroa Gómez llegó a Granada en agosto de 2002, cuando el papa Juan Pablo II lo nombró Obispo. Desde entonces, según la respuesta a un derecho de petición que Vorágine le envió a la Diócesis, ha habido dos casos que involucran a dos sacerdotes de su curia en hechos de pederastia y abuso sexual: el aquí mencionado de José Leonardo Santamaría y el del padre Joselín Eduardo Contreras, quien se incardinó a la Diócesis de Granada en 1988 y estuvo allí hasta 2004, cuando pidió traslado a Girardot, Cundinamarca. Dos años después, siendo párroco del municipio de Anolaima, Contreras fue acusado y encarcelado por abusar sexualmente de tres de sus monaguillos.
Como pasó con la comunidad granadina, el obispo Figueroa dice haberse sorprendido con la noticia de la captura del presbítero Santamaría. En entrevista con Vorágine, Monseñor manifestó su incredulidad sobre la acusación de que el carismático cura sea un pederasta.
Camilo Acosta: ¿Ustedes tenían conocimiento de la denuncia que tiene al padre Santamaría privado de su libertad o solo se ha manejado desde la justicia ordinaria?
Monseñor José Figueroa: No, absolutamente. Eso fue totalmente sorpresivo. Ninguna denuncia, ninguna sospecha. No. Pues lo que usted sabe de él, es una persona reconocida en la comunidad y realmente eso es.
C.A: Sí, es una persona muy querida en Granada. ¿A ustedes internamente les costó trabajo creer que una persona tan carismática pueda ser un violador de niños?
M.J.F: Sí, claro… nos ha costado creer eso.
C.A: ¿Confía en su inocencia?
M.J.F: En estos casos realmente nosotros no somos investigadores, lo que nosotros vemos, observamos y lo que personalmente desde mi calidad de Obispo observé en él, siempre fue una conducta correcta y un sacerdote entregado a la comunidad. Lo que usted dice, muy querido y las eucaristías de él son muy apetecidas, que la gente iba. Ya más no porque es muy difícil, uno no sabe.
Pero Figueroa fue más allá de simplemente dudar de que el cura Leonardo sea culpable del delito por el que es investigado y por el cual permanece recluido en la estación de Policía de Granada. El Obispo puso a disposición de Santamaría Carrillo la Diócesis a su cargo que, en sus palabras, “está y estará siempre dispuesta a colaborar en todo lo que requiera el padre José Leonardo en este doloroso proceso a fin de que la verdad se esclarezca y brille la justicia”; asimismo, le ofreció “un lugar especial de reclusión” durante la investigación y “adecuar el sitio que designe de manera inmediata”.
Aunque el artículo XX del concordato entre Colombia y el Vaticano fue declarado inexequible en 1993 por la Corte Constitucional, los obispos siguen apelando a su contenido para suplir las funciones que le corresponden al Inpec como autoridad carcelaria. Este artículo evitaba que los curas fueran a la cárcel antes de una condena y que el juicio fuera público, como el de cualquier ciudadano.
Este derroche de generosidad de monseñor Figueroa quedó en evidencia el 18 de septiembre pasado durante la audiencia (virtual) de control de garantías en la que se expidió boleta de reclusión contra Santamaría. En esta, la abogada defensora Rubiela Fernández Rodríguez leyó ante el Juez Primero Promiscuo Municipal de Granada la carta que el Obispo le había enviado el día anterior, en la que manifestaba que podía “adecuarle un sitio de permanencia”.
Tras leer la carta, la abogada Fernández argumentó: “La Diócesis de Granada está en la disponibilidad de adelantar un sitio que pueda ser en la casa cural de la Diócesis de Granada, Meta. Carrera 13 No. 23-71, curia episcopal (…) Señor Juez, respetuosamente le solicito que inmediatamente le dé traslado al padre Leonardo a las instalaciones de la Diócesis de Granada, ya que estamos en una situación coyuntural de pandemia y la intención es la de preservar la salud y dignidad del padre Leonardo”.
No obstante, la férrea defensa de monseñor fue negada por él en la entrevista que este medio le hizo el pasado 29 de septiembre. Sin sonrojarse, el septuagenario Obispo -en compañía de su vicario general, Florentino Copete- ocultó que había intercedido para proteger y buscarle privilegios al párroco recluido.
Camilo Acosta: ¿La Diócesis ha abogado para que se le dé casa cural por cárcel?
Monseñor Figueroa: No, no, no… La Diócesis no ha abogado. Él tiene su abogado y su abogada.
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La populista y revictimizante defensa al padre
Tras conocerse su captura y reclusión, los leales seguidores de José Leonardo Santamaría emprendieron una cruzada para respaldarlo, en la que se valieron de revictimizar a Juan David y a su madre diciendo que detrás de la denuncia hay una retaliación sentimental, de recoger firmas y testimonios que dieran fe de la clase de persona que es el sacerdote, de cadenas de oración y de fustigar por redes sociales a quien dudara de su inocencia.
Esta manera de interceder a su favor es normal para quienes siguen ciegamente a clérigos tan estimados y famosos como él. Así ocurrió en marzo de 2018 en Medellín cuando se conoció la primera denuncia por abuso sexual en contra del suspendido cura Carlos Yepes. Pero, como si la justicia se tratara de un referendo de popularidad, la defensa de Santamaría ante los estrados judiciales se basó en los mismos argumentos de quienes meten las manos al fuego por él.
En la misma audiencia de control de garantías en la que la abogada del presbítero leyó la petición de monseñor José Figueroa para que le dieran casa cural por cárcel, también hizo gala de la admiración con la que cuenta el detenido entre los católicos granadinos. En su defensa, la jurista usó la fama y reconocimiento del cura para argumentar ante el juez Jaime Roberto Corredor Fandiño que no era un peligro para la sociedad y que su libertad o cambio de sitio de reclusión no obstruiría la justicia.
Después de leer un certificado laboral de incardinación en la que el vicario general Florentino Copete se refirió a él como un “sacerdote estimado” y quien no tiene quejas en su hoja de vida, la abogada defensora Rubiela Fernández leyó una carta de apoyo firmada por 413 habitantes de Granada acompañada de 17 declaraciones extrajuicio en las que se deja más que claro que lo consideran “un ejemplo”, una “guía espiritual” y quien se ha dado a conocer “por su carisma, afecto a la comunidad, buenas costumbres, empatía hacia el prójimo y (por) su trato respetuoso hacia los niños y adultos”.
Según esta línea argumentativa, que cientos de simpatizantes rubriquen una carta de apoyo es suficiente para demostrar que Santamaría no debía ser privado de la libertad y que, en sus palabras, al contrario de ser un peligro para la sociedad, “es un benefactor de la comunidad que lo quiere y lo respalda”. Y obviando la carga libidinosa y abusiva de los mensajes enviados por el clérigo a Juan David -como pedirle fotos íntimas o recordarle los actos ultrajantes a los que lo sometía- la abogada le dijo al Juez: “No presenta un peligro para las víctimas, pues en las mismas conversaciones por chat se refleja el buen trato hacia él y hacia las demás personas con la misma forma cariñosa de tratar a las personas”.
Sin embargo, el Juez consideró que la petición de que cumpliera su detención en la Diócesis de Granada carecía de fundamento, la rechazó y dejó en firme la boleta de reclusión No. 041 para que lo hiciera en establecimiento carcelario y penitenciario.
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Una madre en búsqueda de justicia
Con el carácter férreo de una llanera, la señora Cristina Tovar, a sus 39 años y con solo unos años de estudios de primaria, vive del rebusque para mantener a sus tres hijos. Es separada y madre cabeza de hogar. Con la voz quebrada y lágrimas en los ojos, consciente de que se enfrenta a una poderosa institución y a un cura con amplio apoyo popular, tiene claro que no se va a echar para atrás. “A mí me dio miedo porque yo dije: ‘esto es un escándalo’, pero yo no me puedo quedar callada. Es mi hijo, a mí sí me dolió parirlo, a mí sí me ha dolido sufrir y he hecho cosas para que él esté bien”, dice.
Para ella es incalculable el daño que un año de presuntos abusos sexuales a Juan David le ha ocasionado. Vuelve a llorar cuando narra que su hijo no volvió a ser el mismo: “Después de ser un hijo cariñoso, él era el más cariñoso conmigo, el que más me apapachaba era Juan David y el que más me decía que me quería mucho. Ahora no. Ahora es el niño más seco, más insípido, no le gusta que yo lo abrace y no le gusta que yo lo trate. Él se volvió seco conmigo, hasta con sus hermanos, pero sobre todo con su hermana”.
Una vez vio las conversaciones por WhatsApp de su hijo con el padre Leonardo, Cristina no dudó en poner en conocimiento de las autoridades lo que acababa de descubrir y denunció la situación ante la Policía de Granada.
Luego de entregar a los investigadores el celular de Juan David para que descargaran todas las conversaciones y que la Fiscalía 14 Seccional de Granada abriera un expediente en contra de Santamaría Carrillo, el menor fue enviado a terapia psicológica en la que relató cómo el clérigo lo tenía amenazado con que lo llevarían al Bienestar Familiar si le contaba a su mamá lo que le hacía, y manifestó que desde marzo de 2019 vivía esa situación y que podría haber otras víctimas. El diagnóstico de la psicóloga esa vez fue “episodio depresivo moderado”.
Según uno de los investigadores que ha estado al frente del proceso desde que Cristina puso la denuncia y habló con Vorágine, después de inspeccionar el celular del menor encontraron que, en el acumulado de mensajes en WhatsApp y Messenger, había más de 700 contactos (mensajes) entre Juan David y su presunto victimario.
Tras cinco meses de angustia y hasta de querer hacer justicia por mano propia, una luz de esperanza en la justicia brilló para Cristina cuando supo que el clérigo había sido capturado en la iglesia de la cual era párroco. Aunque se siente revictimizada por los mensajes de algunos creyentes en redes sociales, está decidida a continuar con el proceso y que se sigan conociendo más casos como los de su hijo, porque sabe, por palabras de él, que puede haber más niños víctimas de Santamaría.
A pesar de haber sentido que peleaba sola contra el mundo, ha recibido la ayuda y la solidaridad de otra parte de la ciudadanía granadina que la ha respaldado para rechazar el presunto delito cometido por el sacerdote, a través de la campaña por Facebook llamada #PorLosNiñosDeGranada.
Y pensando más con el deseo que con los hechos que rodean a la Iglesia católica en Colombia, hace un llamado: “Que apoyen a las mamás y a las víctimas. Que nos ayuden a que no se queden callados y nos apoyen. Que reflexionen sobre el dolor de nosotras las mamás que somos víctimas y nuestros hijos son los más perjudicados”.
Por ahora, el afamado padre Santamaría se encuentra con medida cautelar en su ejercicio sacerdotal (no puede ejercer) y el proceso penal en su contra está en etapa de investigación, a la espera de que inicie el juicio en su contra.
*Nombres cambiados para proteger la identidad de los denunciantes.
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