Juan Diego Ruiz Arango es una de las estrellas del canal católico Televid y vicario judicial de la Arquidiócesis de Medellín.
21 de julio de 2020
Por: Juan Pablo Barrientos / Ilustración: Angie Pik
Padre pederastia

El pasado 8 de julio, un exmonaguillo denunció en la curia, por pederastia, al sacerdote Juan Diego Ruiz Arango, vicario judicial de la Arquidiócesis de Medellín. Es decir, es una denuncia contra el abogado que, curiosamente, defiende a los curas pederastas. Ruiz, de 55 años, es también una de las estrellas del canal católico Televid y párroco hace tres años en Santa María Magdalena en el barrio Carlos E. Restrepo.

Mateo* le contó a Vorágine que los abusos empezaron a principios de la década del 2000, cuando conoció al sacerdote en la parroquia Nuestra Señora de las Victorias, y que se intensificaron hasta el año 2006 en al menos dos parroquias más en las que Ruiz Arango fue párroco.

«No pido plata, quiero que él me pida perdón, que la Iglesia me pida perdón», le dijo Mateo a Vorágine. En el crudo relato que presentó ante la Arquidiócesis aparecen los nombres de otros exmonaguillos, además del vino y la marihuana como las tácticas que Ruiz Arango usaba, según el denunciante, para ganarse su confianza: «Me emborrachaba para abusarme», asegura.

El patrón del abuso sexual eclesial se repite: niño; de familia disfuncional en la que, generalmente, como en este caso, hay ausencia paterna, y pobre. Mateo llegó a la parroquia huyendo, según su relato, del infierno que vivía en su hogar. Primero fue acólito, luego pasó a ser parte del grupo juvenil, después fue catequista y, finalmente todo al mismo tiempo. Se ganó la confianza de su párroco. «Yo veía que él iba como un poco más allá siempre, no solo me daba la mano, sino que lo jalaba a uno para abrazarlo de una manera muy brusca, esto sucedía cuando no había nadie».

A los dos meses, las innecesarias charlas —y más cuando se trata de un menor de 14 años—, pasaron a ser abusos, según relató en la curia: «Después de eso empezaron los asquerosos besos en el cuello. Ahora no solo abrazaba, sino que me daba besos en el cuello, y eso me daba mucho asco porque se sentía la barba de ese señor».

La denuncia contra Ruiz Arango se complica más porque, además de involucrar a otro menor, introduce dos elementos que agravan la historia: licor y drogas: «El padre Juan Diego, después de las eucaristías, algunas veces comenzó a invitarnos a Lucas* y a mí a ver películas en la casa cural, lo que se fue convirtiendo en noches de licor y marihuana. A pesar de que mi mamá era alcohólica, yo nunca había consumido licor, fue él el que me enseñó a tomar licor y a fumar marihuana».

Luego llegaron las salidas a apartamentos, varias, «[a] donde nunca había nada, siempre eran apartamentos vacíos. Según Ruiz, eran de amigos de la universidad», cuenta Mateo. Y empezó lo peor, en sus palabras: «Él nos daba licor, mucho licor, y después nos apretaba, después de que estábamos ebrios nos sacaba el miembro y nos hacía sexo oral. Yo no me dejé penetrar, pero sí lo intentó muchas veces. Nos obligaba a hacerle sexo oral».

Mateo, quien para ese momento ya tenía 16 años, dice que al sacerdote lo cambiaron de parroquia y lo siguió llamando. Alguna vez, asegura, lo recogió en su Mazda 626: «Recuerdo que había mucho licor en la silla de atrás del carro, él nunca compraba comida, solo licor». Mateo dice que lo llevó a un lujoso apartamento en Laureles, «sin puertas, la puerta era el ascensor y la llave era una tarjeta».

«Ese día él me hizo tomar mucho licor y fumar marihuana. Empezaron los abrazos y los besos y el quererme desnudar, el quererme penetrar después de que estábamos muy ebrios. Él insistía con la penetración y yo no me quería dejar. Lo único que se me ocurrió fue hacerlo tomar hasta que se quedara dormido y buscar las llaves para poderme escapar de allá».

Mateo asegura que a la primera oportunidad buscó las llaves del carro y bajó al parqueadero, donde al tratar de escapar chocó otros carros. Dice que pudo abrir el garaje, pero al salir le destruyó el parqueadero a la vecina. Eran como las 4 de la mañana, cuenta: «El carro lo dejé abandonado y le dejé un mensaje de voz diciéndole que por favor jamás me volviera a buscar y que el carro había quedado en la [calle] 33 estrellado».

Mateo se alejó definitivamente de Ruiz Arango: «A medida de que [sic] yo fui creciendo se fue formando dentro de mí un odio y un rencor contra él; solo quería ubicarlo y matarlo, me sentía muy dolido, se tiró en mi juventud. Después me di cuenta que [sic] esa no era la mejor manera de actuar».

Hace unos siete años, Mateo ubicó a Inés*, quien ha sido por muchos años la mano derecha del padre Ruiz, para que le ayudara a denunciarlo, ya que ella es «la testigo clave en todo esto». Inés no accedió, pero se comprometió a mediar para que se arreglara la relación. Mateo lo único que reclamaba era el pedido de perdón de su victimario. «Él me puso una cita en la iglesia y lo que quería era otra vez emborracharme. Ya ahí comprendí que él nunca iba a cambiar y que jamás me iba a pedir perdón. Al contrario, me dejó claro que por ser una figura pública, sería para mí más difícil esta situación. Que recordara que él era de Envigado».

Así terminó su relato el hombre que ahora es padre de familia de tres menores y que está buscando asesoría legal para presentar la denuncia penal ante la Fiscalía, así ya estén por vencerse los tiempos de la prescripción de la acción penal por abuso sexual, que en Colombia son 20 años.

A diferencia de otros casos en los que la Arquidiócesis de Medellín le informa al denunciante que de inmediato hará trasladado a la Fiscalía, sin importar si la persona decide denunciar por su cuenta, en esta ocasión el vicario general advierte que primero tienen que estudiar la denuncia antes de dar ese paso: «La autoridad eclesial, valorada la situación, establecerá un canal o ruta para la presentación de dicha información para que sea investigada por las autoridades civiles competentes».

¿No debería conocer la autoridad civil todas las denuncias por abuso sexual a menores de edad, independiente de la «valoración» de la denuncia por parte del derecho canónico?

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¡Por Dios!: la respuesta de Ruiz Arango

Hablé con Juan Diego Ruiz el pasado 16 de julio y le pregunté por la denuncia de Mateo:

—¿Usted conoce a Mateo?

—¿Quién es Mateo?, no recuerdo —dijo el cura.

Le expliqué quién era y de inmediato recobró la memoria:

—Sí, seguramente sí, es que fue hace tiempo.

También le conté que, según el relato de Mateo, se siguieron viendo en varias parroquias y por varios años:

—Sí, ya recuerdo —afirmó de nuevo.

Luego le pregunté por la denuncia por abuso sexual y uso de alcohol y drogas con menores:

—Hombre, ¡por Dios! No, no, no, deja así, voy a averiguar en la curia para ver la denuncia en qué consiste.

Le insistí en que si no le habían avisado nada de la Arquidiócesis:

—La curia está cerrada, hombre, porque el centro está cerrado por orden del alcalde.

—Pero ¿qué dice de las denuncias por abuso? —repliqué.

—No, hombre, tengo que entrar a ver qué dijo en la curia.

Le volví a explicar en qué consistía la denuncia:

—¡Por Dios! Averiguaré qué dijo en la curia, ¿de acuerdo?

Cuando averigüe, me cuenta, es que estoy investigando la historia para publicarla —le aclaré.

—Eso debe tener un debido proceso, hombre. Tengo que esperar a que abran la curia en 15 días”,  —respondió ya ofuscado.

—Pero usted puede llamar al vicario o al obispo, dada la gravedad de la denuncia —insistí.

—Ah, perfecto —replicó.

Volví a preguntarle por la denuncia, pero de otra manera. Fracasé.

—No sé ni qué dijo —arguyó Ruiz, con ganas de colgar ya la incómoda llamada.

—Pero ¿usted recuerda a Mateo o recuerda haber abusado sexualmente de él? —seguí insistiendo.

—¡Por Dios! ¿Cómo va a abusar uno de una persona, hombre? ¡Por Dios! —contestó Ruiz exaltado.

—Hay más de cien mil denuncias contra sacerdotes en todo el mundo y esos son solo los casos reportados —le aclaré.

—Perfecto —dijo.

Después de colgar le escribí a su WhatsApp: «Este es mi número por si se acuerda algo». Luego llamé a su jefe y director de Televid, Juan Carlos Greiffenstein, quien se sorprendió por la información y confirmó que Ruiz Arango estaba «supervinculado con el canal, hace un programa diario, es un sacerdote cercano al canal». Dijo que hablaría de inmediato con sus jefes, que son los jesuitas de la Congregación Mariana, dueños del canal.

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«Hay denuncias de pederastia donde los padres inducen a los niños»: Juan Diego Ruiz

El 8 de marzo de 2017, el padre Ruiz Arango participó en el programa Nos cogió la noche, de Cosmovisión: «Casos de pederastia en la Iglesia Católica: ¿Habrá Justicia?». Del otro lado estaba la profesora Blanca Rocío Bernal y en la mitad el presentador Germán Mendoza. Debatían la respuesta de la Arquidiócesis de Cali al caso del cura William Mazo, condenado por haber abusado a cuatro menores de una misma familia.

La Arquidiócesis de Cali responsabilizó a la familia de los menores por el abuso sexual después de que monseñor Darío Monsalve trató de sobornar al abogado Elmer Montaña para que abandonara la defensa de la familia. La madre de los exmonaguillos abusados, en su lecho de muerte, le pidió al arzobispo de Cali que se disculpara por haberla culpado del abuso de sus hijos. La mujer murió sin escuchar ese perdón.

El abogado de la Arquidiócesis de Medellín, que defiende a la organización en situaciones similares, inició su análisis del caso aprobando la respuesta de sus homólogos en Cali: «Esa no es la respuesta, pero son elementos que forman parte de una respuesta». Luego cuestionó que las víctimas pasaban mucho tiempo fuera de casa y hasta amanecían en la casa cural. Algo como insinuar que se lo buscaron. Y agregó: «En lo que dijo monseñor Darío hay grado de verdad: hubo una carencia».

El programa de Cosmovision invitaba a reflexionar sobre la justicia en los casos de pederastia, pero Ruiz Arango estaba defendiendo la justicia de los curas, no de las víctimas. Incluso, sin mostrar una sola cifra, dijo la siguiente perla: «Hay que ser objetivos. Hay muchos casos de sacerdotes que han condenado por pederastia que han sido posteriormente absueltos, incluso muchas veces después de condenarlos, porque aparecen una serie de hechos que desvirtúan absolutamente las cosas, en algunos casos vinculando a los padres de familia en el asunto. Hay situaciones de denuncias de pederastia de muchachitos donde los padres inducen a los niños para esa actividad». 

De inmediato lo interrumpieron el presentador y la profesora, advirtiéndole de la gravedad de lo que estaba diciendo, a lo que el muy hábil abogado respondió: «Yo quiero dejar claro en que no es una disculpa a la acción, por ningún motivo, así los indujeran, porque el ejercicio sacerdotal es otro, pero hay unos elementos no exculpadores pero sí existentes en la humanidad».

«¿Para qué induce un padre a un hijo para que tenga algún tipo de encuentro con algún sacerdote?», preguntó el presentador.

«Desde que ciertas conductas punibles generan indemnización, generan la posibilidad de resarcir a la víctima, muchas de esas cosas se volvieron negocio», respondió Ruiz Arango, sin mostrar una sola cifra ni evidencia de lo que estaba diciendo.

En Colombia, las condenas contra sacerdotes no se alcanzan a contar con los dedos de la mano, por lo que la afirmación de Ruiz Arango es falsa. Lo que es cierto es que las diócesis, las arquidiócesis y las comunidades religiosas, aprovechándose de las carencias económicas de las víctimas, concilian millonarias sumas para comprar su silencio y así evitan comparecer ante las autoridades civiles. Lo hacen por debajo de la mesa, pero lo hacen. La investigación Dejad que los niños vengan a mí ha demostrado casos en la Arquidiócesis de Medellín y los salesianos, pero tiene información de todo el país.

«De pronto el padre puede tener razón cuando habla de que algunos padres pueden ofrecerle al sacerdote sus hijos en razón de una indemnización futura que los podría sacar de esas dificultades económicas, es cierto que eso puede suceder, pero no justifica y no es aceptable que aún así el sacerdote haga lo que hace», dijo la profesora Bernal.

Como si las falsas denuncias contra sacerdotes, que también las hay, fueran la regla en las denuncias por abuso sexual clerical a nivel mundial, Ruiz Arango siguió adelante con la defensa de la Iglesia, esta vez citando la siguiente historia: «En razón a mis tareas jurídicas, he tenido que conocer algunos casos de un asunto que sucedió en otro departamento, la mamá de unos niños que finalmente fueron abusados, la mamá confesó que había intentado en cinco parroquias y no lo había conseguido».

En vez de lamentar el abuso del que fueron víctimas los menores protagonistas de esta historia, el padre Ruiz aplaude a los sacerdotes que no accedieron a las pretensiones de la madre, a quien sí condena: «Mira el paralelo: unos sacerdotes sin incumplimiento de su desarrollo, pero también la maldad de la mamá para subsanar sus asuntos económicos».

Luego, Ruiz Arango dijo que no se trataba de la estructura, ni de que hubiese encubrimiento, pero reconoció que todos los curas firman un documento en el que se comprometen a no violar niños: «Los sacerdotes firmamos una declaratoria que reposa en las oficinas de la Arquidiócesis donde reconocemos que esa conducta no puede existir en nosotros, hacemos una declaración de protección, cuidado y respeto a la niñez y al ejercicio sacerdotal con una claridad que tiene que ver frente al asunto de la pederastia».

La profesora Bernal preguntó: «¿Cómo sanciona la Iglesia a los curas pederastas?».

«Los reduce», fue la respuesta de Ruiz. Y luego añade: «Se hace la reducción al estado clerical. Es decir, dejan de ser sacerdotes».

«Pasa a ser un ciudadano común y corriente», replicó el presentador, quien, además, le pregunta por los traslados de parroquia en parroquia para proteger a los curas pederastas. «Es cuestión del pasado», respondió Ruiz y le presentó la herramienta que los ha blindado de la justicia ordinaria: «La Iglesia tiene un derecho que es el derecho canónico que tiene un ejercicio de juzgamiento y genera sentencias».

Ruiz Arango le atribuye la pederastia al encierro de los curas y asegura, sin mostrar ni una sola cifra o evidencia, que no hay nuevas denuncias: «Antes con el encierro pasaban muchas cosas, hoy hay más mundo. Las acusaciones que hoy se endilgan son pasadas».

El hoy denunciado por pederastia, padre Ruiz, explicó en ese programa por qué existían tantas denuncias contra sacerdotes: «Puede haber personas que tienen un comportamiento guardado en sus vidas, represado y que de pronto aflora, o que buscan el camino del sacerdocio, que les da ciertas libertades para muchísimas cosas, es posible».

El Código Penal considera las más altas penas para los pederastas, incluso acaba de ser aprobado en el Congreso un proyecto de ley que busca la cadena perpetua para abusadores y asesinos de menores. Sin embargo, Ruiz explica cómo se combate la pederastia en la Iglesia: «La formación, la espiritualidad, la sacramentalidad de la vida de un sacerdote debería abonarle en su vida, para que si existen aristas puntillosas, se puedan limar, si existen procesos emocionales que viene cargando, pues puedan clarificarse. La formación de un sacerdote es privilegiada».

En el programa de 51 minutos, Ruiz Arango incluso se atrevió a contar una historia en la que el protagonista es Mateo, el hombre que hoy lo denuncia. El ejemplo lo puso el cura, tras la intervención de la profesora Bernal, para tratar de demostrar, una vez más, que el arzobispo de Cali y él tienen razón en señalar a los padres como responsables del abuso sexual de sus hijos.

Y al parecer, la historia de Mateo ya era famosa en el repertorio del padre Juan Diego: «Yo decía la otra vez aquí de un caso de un muchacho de mi parroquia, de unos 14 o 15 años, que llegó un día a la parroquia a decirme: “Padre, necesito hablar con vos”.

Continúa el relato: «“Vení, pues, ¿te vas a confesar?”. “No, no, no me voy a confesar, yo ya hice una cosa muy mala, pero sé que nunca más la voy a volver a hacer, yo necesito que usted me aclare una cosa”», dijo el muchacho, quien, según Ruiz, tenía los ojos muy rojos.

Sigue el cura con la historia y la confesión del joven: «“Yo estoy muy mal. Imagínate que me dio por fumar marihuana, fumé marihuana un día. Y mi mamá me vio, y de eso hace 20 días, y esta es la hora que mi mamá no me ha dicho nada”».

Mateo recuerda que sí le manifestó esto a su entonces párroco: «La primera vez que él [Ruiz] me dio marihuana en la parroquia estaba también Lucas. Yo llegué a las 4:30 a. m. a la casa, no solo consumimos vicio, sino también licor. La vieja se quedó mirándome y no me dijo nada. Fue una mirada de tristeza», cuenta Mateo sobre esta anécdota y continúa: «A los 20 días, un domingo, tuve que ir a acolitar. Los domingos me tenía que quedar todo el día acolitando todas las misas o, si él lo decidía, me tenía que quedar amaneciendo. Él se me acercó al verme pensativo, yo no me le acerqué a él».

Mateo vio a Ruiz Arango en el programa de Cosmovisión hace poco, después de haberlo denunciado en la curia, y dice estar absolutamente seguro de que él es el protagonista de la historia del niño marihuanero con la que el abogado de la curia cerró su participación. A menos que otros menores se hayan acercado al entonces párroco Ruiz con la misma aflicción.

«Es un asunto de ponerle cuidado a lo humano, a ser muy buenos seres humanos, a entender que el otro no tiene que sufrir a causa mía, y el otro es cualquier ser. Ningún ser tiene que sufrir a costa mía. Ninguna lágrima debe salir de ningún ojo porque yo la saqué», dijo el ahora denunciado padre Juan Diego Ruiz.

*Nombres ficticios para proteger la identidad del denunciante.

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