14 de mayo de 2022
Introducción
El 19 de marzo del 2021 desapareció Alexandrith Sarmiento, una joven negra de 15 años en ese entonces. Salió de su casa en Bayunca, en el corregimiento de Punta Canoa, al norte de Cartagena, acompañada de su tío político Wainer Ayola, quien, supuestamente, la llevó a aprender a manejar motocicleta en el sector. A un largo año de su desaparición, se tiene certeza de poco o nada respecto al paradero de Alexandrith ya que, de acuerdo a sus familiares y organizaciones involucradas en su búsqueda, las autoridades han brillado por su silencio frente a la situación.
El siguiente relato no solo cuenta la historia de Alexandrith, que pone en evidencia el desinterés de las autoridades ante la vida de una niña negra, sino que expone el abandono sistemático que viven las poblaciones vulnerables de Cartagena por parte de la institucionalidad, y también refleja las contradicciones latentes que coexisten en la ciudad.
En el imaginario de gran parte de los turistas y extranjeros, Cartagena de Indias es un símbolo de suntuosidad: su arquitectura imponente, noches de fiesta, lujosos restaurantes y calles coloridas son, de acuerdo a estas personas, evidencias de la pomposidad en la que viven los cartageneros. Sin embargo, quienes logran ver a través de la aparente opulencia, detallan el mar de problemáticas que han sido puestos a un lado para mantener la imagen de la ciudad perfecta para los turistas.
Para las mujeres cartageneras, la ciudad está muy lejos de ser perfecta. De acuerdo con Cartagena Cómo Vamos, el 72% de las mujeres cartageneras se sienten inseguras en la ciudad. Asimismo, un 65% de las mujeres perciben riesgos en sus barrios y otro 35% ha sido víctimas de violencia sexual, extorsión y hurtos.
Las lógicas de violencia de género en la ciudad también van de la mano del turismo que hace atractivo a la misma, debido a la construcción de una representación erotizada de la ciudad, que ha provocado que los turistas vean a las mujeres locales como un objeto de consumo incluido en los paquetes turísticos. En el caso de las mujeres negras, raizales, menores de edad, empobrecidas, entre otras, esta inseguridad se incrementa exponencialmente, debido a que se les agrega otros factores de vulnerabilidad. Entre más “exótica”, más cosificable para ellos.
Más allá de la violencia cotidiana, se esconde en las tinieblas un lío de redes y poderes relacionados a la explotación sexual de mujeres, niños, niñas y adolescentes –uno de los mayores atractivos para muchos turistas que visitan Cartagena–, y al creciente fenómeno de trata de personas en la ciudad.
Según la Defensoría del Pueblo, en Bolívar los casos de mujeres víctimas de Trata de Personas aumentaron a tres durante la pandemia (2020-2021), a comparación del 2019 en que solo se registró uno. También, se registraron en Cartagena al menos tres desapariciones forzosas en el 2021, entre estas la desaparición de Alexandrith. En una ciudad como Cartagena, la desaparición de mujeres tiene diferentes connotaciones a las del resto del país, debido a que el factor turístico genera condiciones para la existencia de actividades ligadas a la explotación sexual de niñas y mujeres. Esto ha ocasionado que el tráfico de menores, la trata de personas y el secuestro para la esclavitud sexual se encuentren dentro de los posibles destinos de las mujeres desaparecidas.
Los datos apuntan, entonces, que Cartagena no es un lugar muy seguro para las mujeres, mucho menos para las niñas y adolescentes negras, como Alexandrith. Justamente, una de las consignas de familiares y organizaciones durante su búsqueda ha sido “la vida de las niñas negras también importan”. A un año de la desaparición de Alexandrith, y con mucho más abandono por parte de las autoridades que respuestas, queda por responder si de verdad a la institucionalidad le importan las vidas de las mujeres negras en Cartagena.
Parte 1: ¿Quién es Alexandrith Sarmiento?
Alexandrith Sarmiento Arroyo nació un 6 de abril del 2005, en la ciudad de Cartagena, Bolívar. Es la segunda hija de María Alejandra Arroyo y la primera de Alexander Sarmiento, de quien sacó el nombre.
Cuando Alexandrith tenía siete meses, su abuela paterna, Maritza Sarmiento, se encariñó tanto con ella que quiso encargarse de cuidarla. Era su primera nieta y se convirtió en la adoración de sus ojos.
Maritza ha vivido casi toda su vida en el barrio El Líbano, justo en la calle Salim Bechara, casi llegando a la Vía Perimetral. Muy lejos del sector amurallado y su aparente esplendor. En este sector, las vías no están pavimentadas y algunas de las casas están armadas con tejas de zinc, plástico y hasta tablas. En las calles nunca sobran las carretas de frutas y verduras de los diversos vendedores ambulantes que viven en el barrio, y que salen de sus casas a recorrer la ciudad para ganarse el sustento. Estas mismas han sido las calles que vieron crecer a Alexandrith, a sus primos, quienes también viven con la abuela, y a su hermanita, María Alejandra, quien nació un año después que ella.
Para su abuela, Alexandrith siempre fue una niña alegre, risueña y carismática. Le gustaba usar las redes sociales, sobre todo Tik Tok. Sus amigos le decían ‘Alexa’, y llegó a ser reina de belleza en el colegio, la Institución Educativa República del Líbano, en donde estudió toda su vida hasta el décimo grado. Solía ser muy consentida por su abuela, quien la mimó en todo lo que pudo.
“Como toda niña que se ha criado con su abuela, era muy pechichona. Yo vivo del día a día y a veces me pongo a vender fritos, a vender cosas. Yo le pedía el favor de que me ayudara con los oficios y me decía, ‘espérame un momentito’, y al final yo terminaba haciéndolo todo. También le gustaba burlarse de mí. Yo le decía “no vas para tal parte”, y ella para verme ‘cabrera’ me decía ‘yo sí me voy, mami’, pero con su risa que la caracterizaba”, recuerda Maritza.
A pesar de ser toda una adolescente –tenía 15 años antes de desaparecer–, nunca tuvo una etapa de rebeldía ni de libertinaje. Su abuela y sus padres la protegían mucho, y no era de salir demasiado ni a altas horas de la noche.
Alexandrith creció con dos hogares, uno el barrio El Líbano, donde su abuela, y otro en Bayunca, un corregimiento ubicado en la zona norte de Cartagena, donde viven sus padres. María Alejandra y Alexander siempre han vivido del día a día: la primera es empleada doméstica y el segundo vendedor ambulante en el mercado de Bazurto, lo cual les exige largas jornadas laborales. Sin embargo, los días que tenían libres recogían a sus hijas en El Líbano para irse a Bayunca.
Cuando Alexandrith tenía nueve años, sus padres se divorciaron. La custodia de las niñas la obtuvo el padre, pero siguieron viviendo con su abuela. Los fines de semana, una vez salían del colegio, Alexandrith y María Alejandra se dirigían a Bayunca para pasar tiempo con su mamá, y su hermana mayor, Luz Dey.
Con la llegada de las clases virtuales por la pandemia de covid-19, ambas hermanas Sarmiento Arroyo pasaron más tiempo en Bayunca en la casa de su mamá, aprovechando que no tenían que ir al colegio en Cartagena.
De ahí salió Alexandrith aquella tarde del 19 de noviembre de 2021, fecha en que la vida de sus familiares y seres queridos cambió para siempre.
Parte 2: Desesperación
Para el lunes 15 de marzo de 2021, Alexandrith y María Alejandra ya llevaban casi dos meses quedándose en Bayunca.
Ese día, su abuela Maritza fue al corregimiento a visitar a su hijo Alexander, y Alexandrith logró convencerla para que se quedara una noche con ella en la casa de su mamá. Al día siguiente, luego del desayuno, cada uno comenzó a realizar labores de la casa. Alexandrith se puso a lavar la nevera, y mientras lo hacía, algo dentro de la misma llamó la atención de Maritza.
“Mientras lavaba, me llamó la atención unos pomelos que ella tenía en la nevera, y le dije ‘ven acá, ¿y esos pomelos de dónde vinieron’, y ella me dijo: ‘no, esos pomelos me los dio el marido de mi tía, Wainer’”, cuenta Martiza.
Wainer Ayola, de 37 años, es el tío político de Alexandrith, esposo de la hermana de su mamá, quien también vive en Bayunca. El papá de las niñas, Alexander, no gustaba mucho de ese lado de la familia de la mamá de sus hijas, así que trataba de alejarlas de ese entorno.
“Yo siempre he estado apartado de esa familia, y traté de apartar a mis hijas. El señor Wainer iba mucho a donde María (su exesposa) y tenía un interés especial en Alexandrith. Ahora veo que tanto interés de Wainer con la niña no era bueno… la niña nunca pensó nada malo de él, lo veía como un tío, pero él sí pensó la maldad con mi niña”, afirma Alexander.
Por su lado, Maritza no sabía que Alexandrith tenía una relación cercana con Wainer, y se sorprendió porque pensó que los pomelos se los había traído su papá del mercado.
“Yo le pregunté: ‘Ajá, ¿y cómo te los dio?’, y me contestó: ‘Un día que fuimos a la finca de él a ver unos puercos que tiene mi mamá allá’”, relata.
La respuesta de Alexandrith preocupó a Maritza, ya que para ella no estaba bien que su nieta estuviera por ahí con Wainer, sobre todo sola.
“¿Por qué te fuiste con ese señor para allá, con quién fuiste?”, inquirió.
“No, mami, yo me fui con él en la moto sola”, fue la respuesta de Alexandrith.
Al escuchar esas palabras salir de la boca de su nieta, Maritza recuerda sentir un bajón horrible, como si le hubiesen quitado parte de su corazón. Inmediatamente regañó a Alexandrith por sus acciones, y le suplicó que no lo volviera a hacer. Alexandrith, inocentemente, le preguntó qué le podía pasar, a lo que Maritza respondió: “Uno nunca sabe el corazón de otro”.
El día transcurrió y Maritza no se quitaba de la cabeza lo que había sucedido con Alexandrith. Así que, antes de regresar a Cartagena, mientras caminaba con sus dos nietas hacia la parada del bus, le dijo por última vez a Alexandrith: “No vuelvas a irte con ese tipo, porque no sabes si ese tipo la embarga, la lleva a una parte y usted no sabe quién la está esperando allá.”
Aparentemente, Alexandrith no cumplió con las peticiones de su abuela, ya que tres días después de ese intercambio, salió de nuevo en compañía de Wainer.
A las dos de la tarde del 19 de marzo de 2021, Wainer Ayola sacó a Alexandrith de su casa, supuestamente, para enseñarle a conducir motocicleta, sin permiso de la mamá y sin decirle a nadie a dónde iban. María Alejandra estaba en el trabajo, y en la casa sólo se encontraban las dos hermanas de Alexandrith, quienes la vieron partir junto con Wainer. Antes de salir, Luz Dey, la hermana mayor, le preguntó a Wainer si ella también podía ir. Pero él se negó y le mencionó que los tres no iban a caber en la moto.
Entre las dos y las tres de la tarde, Wainer y Alexandrith llegaron a Punta Canoa, un corregimiento ubicado a 13 kilómetros de Bayunca. Así lo detecta una cámara de seguridad en la zona, cuya grabación fue mostrada posteriormente a la familia de Alexandrith. Lo que pasó después que llegaron al corregimiento es todo un misterio.
Al caer la tarde, la familia de Alexandrith comenzó a preguntarse por su paradero. Coincidentemente, no se había llevado el teléfono, así que no tenían forma de contactarla.
Alrededor de las cinco de la tarde, Wainer volvió a Bayunca, sólo, y avisó que Alexandrith había desaparecido. Sin embargo, no se lo dijo directamente a los familiares de la menor, sino que se lo comentó a su esposa, quien luego se lo mencionó a una tía, y es la última quien le dice a María Alejandra, mamá de Alexandrith, que su hija estaba desaparecida.
En su primera versión de la historia, Wainer aseguró que ambos estaban cerca a la playa, y que se separó un momento de Alexandrith para ir al baño. Cuando regresó, no la encontró en la moto. Según el hombre, vio las chancletas de la joven a la orilla de la playa, por lo que intuyó que Alexandrith había ingresado al mar y pensó que tal vez se había ahogado.
Por el desespero de hallarla, los familiares de Alexandrith en un principio no cuestionaron la versión de Wainer, ni tampoco se preguntaron por qué no pidió auxilio cuando pensó que se había ahogado o por qué no llegó enseguida hacia la familia para comentarles lo sucedido. Todo eso lo analizaron después.
A las seis de la tarde de ese día, Maritza recibió la llamada de su hijo quien le comentó que aparentemente Alexandrith se había ahogado. Ella, preocupada, se dirigió al corregimiento. Desde un principio, resaltan los familiares, el acompañamiento de las autoridades brilló por su ausencia. Fue la comunidad quien, al escuchar lo que había sucedido, comenzó a buscar en todos los rincones de la playa de Punta Canoa, donde supuestamente se había ahogado Alexandrith.
“El pueblo fue el que se animó a acompañarnos a buscar a la niña en Punta Canoa. Ya era de noche y eso es un desierto, por ahí no hay casa de nada. Nosotros puyábamos la tierra, alzábamos la tierra, volteábamos todo. Pensábamos lo peor. Amanecimos buscándola y nada. Tres días buscamos en la playa y nada”, relata Maritza.
En El Líbano, en la misma calle donde vivía Alexandrith, queda la sede del Movimiento de Mujeres Negras y Barriales. Las mujeres, algunas amigas, vecinas y compañeras de estudio de Alexandrith, se organizaron a los segundos que se enteraron de la desaparición, y pusieron a disposición de la familia sus redes de apoyo y difusión. Una de las activistas del movimiento, Airlin Pérez, compartió el caso con el Movimiento Amplio de Mujeres y Feministas de Cartagena y Bolívar, una red que articulaba diversas activistas, representantes de organizaciones sociales y feministas de la ciudad, quienes también se unieron a la causa. Desde ese momento, estas organizaciones se convirtieron en los pilares de la búsqueda de Alexandrith.
Luego de varios días buscándola en la playa, la hipótesis de ahogamiento se había caído del todo. Si Alexandrith se hubiese ahogado, su cuerpo ya hubiera aparecido. Al encontrarse de nuevo sin información, la familia y la comunidad comenzó a preguntarse: ¿Qué sucedió con ella?
El Movimiento de Mujeres Negras y Barriales articuló con algunas mujeres del Movimiento Amplio para brindar un acompañamiento a los familiares de Alexandrith. Una de las integrantes del Movimiento Amplio de Mujeres, Claudia Ayola, psicóloga y conocida activista, se encargó, junto a otra psicóloga del Movimiento Barrial, de realizar el acompañamiento psicosocial a los familiares de la joven en medio de los momentos de zozobra. En este proceso, que constó de varias conversaciones telefónicas con los familiares, logró conocer ciertos rumores sobre el pasado de Wainer, quien en ese momento, dicen, se estaba escondiendo de todo el mundo.
Ayola conoció, gracias a una fuente que ella misma afirma que es confiable, que Wainer tenía ciertos antecedentes asociados a la presunta explotación sexual con fines comerciales de una joven de Bayunca hacía ya varios años. Esta información también llegó a los oídos del Movimiento Barrial, por lo que enseguida se dispararon aún más las alarmas sobre el posible destino de Alexandrith. Sin embargo, ¿qué tan común era esa práctica que alertó a los familiares y organizaciones sobre el paradero de Alexandrith en el sector? y ¿cuáles eran los riesgos que podría estar enfrentando la menor?
Parte 3. Más allá de la fantástica: explotación sexual y trata de personas en la ciudad idealizada
En medios de comunicación nacionales e internacionales, Cartagena se promociona como el mejor lugar para vacacionar y relajarse, mientras se disfruta del sol y la playa. Toda esta publicidad ha logrado posicionar a Cartagena como uno de los destinos turísticos más importantes de Colombia. Para una ciudad que vive del turismo, parece el mejor escenario posible. Sin embargo, la imagen de la “Cartagena Fantástica”–que hace referencia solo a la ciudad turística– ha puesto en un segundo plano a la Cartagena profunda, aquella compleja y real, que día a día lucha por salir adelante aun en medio de su infinidad de problemáticas.
Además de ser una de las ciudades más pobres y desiguales de Colombia, el aumento del turismo ha configurado una idea de Cartagena como “la ciudad del placer”, que alimenta la configuración de redes especializadas en la explotación sexual asociada a viajes y turismos, es decir, al mal nombrado ‘turismo sexual’.
Cielo Puello, docente e investigadora de la Universidad Tecnológica de Bolívar, explica que más allá de la violencia de género diaria que viven las mujeres en esta ciudad patriarcal, estas también sufren de la cosificación y violencia producto de la imagen erotizada que se ha formado de Cartagena, ya que parte de los turistas las ven como objetos de consumo incluidos en la experiencia turística. Esto sucede, sobre todo, con los cuerpos racializados.
Puello también afirma que en una ciudad en la que confluyen la desigualdad, la exclusión y la pobreza, no resulta extraño que la oferta turística haya empezado a incluir servicios sexuales.
Las poblaciones vulnerables, entre ellas las mujeres, niños, niñas y adolescentes, son las más afectadas por este flagelo. Se ha vuelto común ver en las playas, y demás sitios concurridos por turista, a hombres y mujeres ofreciendo a adolescentes dentro de paquetes de servicios sexuales. Todo esto ha colocado a Colombia como uno de los países destino para la explotación sexual asociada a viajes y turismo.
Esta situación se ha visto normalizada y hasta patrocinada por varios actores turísticos, sobre todo aquellos que viven del trabajo informal y del día a día. Humberto Padilla, docente y excoordinador regional de prevención de la Fundación Renacer, afirma que el fenómeno de normalización pasa por distintas causas, entre ellas el desconocimiento del delito de explotación sexual, y la condición de pobreza que experimentan muchos de los trabajadores turísticos, quienes pueden llegar a ver la comercialización de niñas, niños y adolescentes como una oportunidad de conseguir ingresos ante la alta demanda por parte de los turistas.
Es por esto que – explica Padilla– aunque la ciudad ha avanzado en prevención y las autoridades han impulsado diversas iniciativas como “La Muralla ¡Soy Yo!”, que buscan prevenir la Explotación Sexual Comercial de Niños, Niñas y Adolescentes en el contexto de viajes y turismo, siguen teniendo falencias significativas a la hora de enfrentar esta problemática. Para él docente, sigue faltando más investigación sobre la explotación sexual, más inteligencia para identificar las redes, más resultados y cumplimiento de la justicia, y más formación a los agentes turísticos sobre la explotación sexual.
A la par de este fenómeno ocurre la trata de personas, que busca satisfacer tanto la demanda interna como externa de mujeres, niñas, niños y adolescentes con fines de explotación sexual comercial. De acuerdo a Woman’s Link Worldwide, Colombia es el segundo país en latinoamérica catalogado como de origen de las víctimas de la trata transnacional, y es uno de los países predominantes en trata interna. Cartagena, por su vocación turística y por ser un puerto marítimo, ha generado las condiciones ‘ideales’ para que se presente este flagelo en la ciudad.
Para Claudia Ayola la desaparición de mujeres y niñas en la ciudad es un fenómeno paralelo a la explotación sexual, debido a que, en ocasiones, el tráfico de menores, la trata de personas y el secuestro para la esclavitud sexual se encuentren dentro de los posibles destinos de las mujeres desaparecidas.
Ayola, quien le ha seguido la pista a los casos de desaparición de mujeres en Cartagena, incluyendo el de Alexandrith, afirma que el comercio de niñas y mujeres también está ligado al silencio de las comunidades en las que estás se encuentran. Pocas son las veces en que la comunidad denuncia este tipo de prácticas, ya sea por la normalización e indiferencia ante la explotación sexual, o por miedo hacia los actores detrás de las redes. Asimismo, menciona que en estas situaciones, los vínculos de confianza son claves. Es por esto que son muchos los casos donde son los mismos familiares quienes venden a sus niños, niñas y adolescentes.
Tanto en la trata de personas como en la explotación sexual confluyen diversos factores de riesgo y vulnerabilidad, entre ellos se encuentra la etnicidad, la pobreza, la clase social y la presencia de grupos armados ilegales.
Es común pensar que la explotación sexual y la trata se desarrolla siempre en los espacios de alta población turística. En el caso de Cartagena, estos serían el Centro Histórico, Bocagrande, Castillogrande y la zona insular. Sin embargo, gran parte de esta actividad delictiva se centra también en las zonas rurales y en algunos barrios vulnerables, justamente, porque en estas zonas convergen varios de los factores de riesgo.
Para una de las mujeres del Movimiento de Mujeres Negras y Barriales, quien prefirió no divulgar su nombre, el tema de la raza y la clase social resulta fundamental, ya que las dinámicas de precarización de la población negra, barrial y rural por parte de la institucionalidad inducen a la vulnerabilidad.
“La precarización de la vida en ciertos barrios, es decir, cuando se niegan los recursos básicos, impulsa eso (sobre la explotación sexual). Muchos se preguntan: ¿Por qué no llevan a los turistas a los barrios? Y es que los turistas van a llegar enseguida a buscar chicas para tener relaciones. Porque acá están baratas y están necesitadas. Ellos aquí hacen lo que quieran, como personas que tienen poder económico. En especial en ciertas zonas donde el empobrecimiento abunda”, señala.
Esto mismo lo compara en el escenario de explotación sexual en las zonas rurales, en donde este fenómeno es aún más invisibilizado.
“Tú vas pasando en la noche por los corregimientos de las zonas rurales y te encuentras con grandes mansiones en medio de la nada, que afuera tienen varias camionetas en las que se encuentran niñas, y adolescentes, en su mayoría negras, barriales o rurales, que serán sometidas a todo tipo de vejámenes. ¿De quiénes son esas mansiones? y ¿qué poderes hay detrás?”, cuestiona.
Asimismo, Claudia Ayola confirma: “Las redes de trata saben a qué niña van a buscar. Posiblemente no van detrás de una niña de Castillogrande. ¿Y por qué no buscan a las niñas de Castillo?, ¿acaso ellas no están en riesgo también? No es eso, sino que ellos saben que a estas niñas (negras, empobrecidas) no las van a buscar, porque no le importan a las autoridades”.
Justamente, cuando desapareció Alexandith, diferentes organizaciones sociales de mujeres de Cartagena alertaron sobre las distintas violencias que viven las niñas y mujeres de los corregimientos de la zona norte, al ser sectores empobrecidos, racializados y con una relevante presencia de actores armados ilegales.
El informe de riesgo Nº002 de 2016 de la Defensoría del pueblo, identifica la presencia, en en Punta Canoa, corregimiento en el que desapareció Alexandrith, de grupos armados neoparamilitares como las Autodefensas Gaitanistas de Colombia (AGC), Los Rastrojos y Las Águilas Negras, y de otras organizaciones criminales sin identificación alguna asociadas al narcotráfico. Esta presencia resulta un riesgo para los niños y niñas del sector, debido a que estos grupos suelen reclutar ilícitamente a niños, niñas, adolescentes, para la explotación sexual o económica. También resulta un factor de riesgo importante en la trata de personas, ya que por la mismas rutas por las que sacan la droga, transportan a las personas víctimas de trata.
También, las organizaciones expusieron que en la comunidad los actores del narcotráfico solían llegar a las casas y proponían a las familias comprar a las niñas, y que existían personas dentro de la comunidad que funcionaban de intermediarios para reclutar –y posteriormente captar– a los niños y niñas y llevarlos ante los actores ilegales. Así que, ¿cuántos niños, niñas y adolescentes han desaparecido, así como Alexandrith, y han terminado en las garras de estas redes?
Teniendo en cuenta este panorama, para las organizaciones de mujeres se volvió más apremiante que las autoridades utilizaran toda la inteligencia posible para hallar a la joven.
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Parte 4. La búsqueda
Una de las primeras hipótesis que manejó el Movimiento Amplio de Mujeres y el de Mujeres Negras y Barriales en cuanto a la desaparición de Alexandrith fue la de la trata, tanto por el contexto de la zona en la que desapareció como por los antecedentes que se conocieron del tío político.
Claudia Ayola explica que existen diferentes modalidades de comercio de menores y mujeres en la ciudad: una es la trata externa, que se da cuando se comercializa a la persona y se traslada inmediatamente a otro país u otra ciudad, y la otra sucede cuando captan a una menor y la venden a actores locales, quienes le sacan rentabilidad, y luego de tres o cuatro días la dejan desorientada en una zona alejada de la población.
“Conozco el caso de una chica, hija de una profesora universitaria, que desapareció, y la misma mamá luego la encuentra. Quien la capta es una mujer y dos chicos que su hija conocía de su iglesia, porque claro, el factor de confianza es importante. A la mamá le dicen que está con los chicos de la iglesia, y va a la casa de ellos, y logra saber que a su hija la tenían en un motel y la tenían drogada (…) Estos casos, como no son homicidio, y solo desaparecen unos cuantos días, no llaman tanto la atención de la comunidad y mucho menos de las autoridades”, manifiesta.
Durante los primeros días, este escenario estaba dentro de las posibilidades que contemplaban las organizaciones de mujeres sobre la desaparición de Alexandrith.
“Nosotras, en el Movimiento Amplio de Mujeres, pensamos durante los primeros días hacer un plantón en Punta Canoa, y decidimos no hacerlo porque no queríamos ‘calentar’ la situación en el territorio, de tal forma que quien la fuera a devolver, pudiera hacerlo”, afirma Ayola.
En ese momento, la policía –que llegó tarde a la zona– ignoraba la hipótesis sobre la trata, y aún consideraban la posibilidad de que Alexandrith se hubiese ahogado. Incluso subieron a los familiares de Alexandrith en un helicóptero para hacer una búsqueda aérea por la zona marítima y terrestre de Punta Canoa, sin embargo, después de la búsqueda aérea, la familia no vio más acciones por parte de las autoridades. Además, el alcalde de Cartagena, William Dau, aún no se había pronunciado, y Wainer Ayola, el único sospechoso de la desaparición, seguía en libertad.
Mientras tanto, la familia, la comunidad y las organizaciones comenzaron a hacer ruido sobre la desaparición de Alexandrith y el silencio de las autoridades. Desde que se enteraron de lo sucedido, las comunidades de Bayunca y El Líbano, apoyadas por las diferentes organizaciones de mujeres, organizaron distintos plantones y velatones en ambos sectores para manifestar ante las autoridades una necesidad concreta: encontrar viva a Alexandrith y regresarla a su familia.
Pasaron diez días y el Alcalde seguía sin pronunciarse sobre el caso. Las organizaciones comenzaron a denunciar la situación y, junto con la familia de Alexandrith y las comunidades de Bayunca y El Líbano, convocaron un plantón en el Palacio de la Aduana, sede principal de la Alcaldía de Cartagena.
El 29 de marzo de 2021, la Plaza se llenó de gente clamando justicia y pidiendo por el establecimiento de la verdad sobre el caso de Alexandrith. Estuvieron desde las ocho de la mañana hasta las siete de la noche esperando que el Alcalde saliera a hablar con la familia. Cuando ya estaba por caer la noche, el entonces Secretario del Interior, David Múnera, dejó entrar a la familia de Alexandrith y a Airlin Pérez, vocera del Movimiento de Mujeres Negras y Barriales, al Palacio. Ahí también se encontraban Diana Martinez, ex secretaria General, y Armando Córdoba, ex secretario de Participación Ciudadana. Charlaron unos minutos, hasta que por fin entró el alcalde, William Dau, a atender su solicitud.
“Yo estaba llorando, y cuando lo vi [al Alcalde], le supliqué: ‘Por favor, hagan algo’. Él simplemente me abrazó y lo único que me dijo fue ‘Ojalá la niña esté viva’”, recuerda Maritza.
Ese día, la familia y los movimientos de mujeres presentaron un pliego de peticiones a la Alcaldía, entre estas estaban: establecer un Consejo de Seguridad permanente que tuviera la participación de la familia, hacer seguimiento del informe de riesgo de la Defensoría del Pueblo en la zona, y brindar acompañamiento psicosocial a la familia. Además, mencionaron la necesidad de una política pública de educación preventiva de situaciones de riesgo para niños, niñas y adolescentes en las escuelas de la zona norte y de barrios empobrecidos.
Según la vocera del Movimiento Barrial, Airlin Pérez, el alcalde no quiso firmar el pliego, pero se comprometió a que las peticiones serían atendidas. Además, prometió diez millones de pesos de recompensa para la búsqueda de Alexandrith.
Esa misma noche, las redes sociales de Salvemos a Cartagena publicaron un comunicado a la opinión pública en el que manifestaron su compromiso con el caso de Alexandrith, y aseguraron que estaban trabajando junto a la policía para el esclarecimiento de los hechos.
Después del anuncio de recompensa, las autoridades volvieron a olvidarse de Alexandrith.
El 6 de abril de 2021, Alexandrith cumplió 16 años a los 18 días de desaparecida. La familia, la comunidad y las organizaciones planearon otro plantón, esta vez en la Fiscalía, para conmemorar su cumpleaños y exigirle a las autoridades respuestas.
Al plantón llegaron con globos, carteles de feliz cumpleaños y un pudín con la cara de Alexandrith. También decoraron un espacio en la entrada de la Fiscalía con fotos de la joven y le cantaron el cumpleaños a la par de los gritos “Alexandrith, te queremos viva”. Para la familia de Alexandrith este fue un cumpleaños fuera de lo común, en medio de una situación muy dolorosa. Esperaban que el acto le ablandara el corazón a las autoridades y lograra que estas se animaran a realizar una investigación más activa del caso. Sin embargo, lo que siguió primando fue el silencio.
A los 20 días de la desaparición de Alexandrith, el Movimiento Amplio de Mujeres, por medio de un comunicado, exhortó al entonces comandante de la Policía Metropolitana de Cartagena, el general Luis Carlos Hernández Aldana a que se activaran mecanismos de búsqueda más efectivos, como el uso de perros y de drones en la zona de desaparición y en zonas aledañas. Asimismo, llamó la atención sobre los riesgos inminentes para los niños, niñas y adolescentes de la zona en la que desapareció Alexandrith debido a la presencia de actores armados ilegales, y de nuevo resaltaron la hipótesis de trata como posible destino.
Por su parte, la Fiscalía se mantuvo indiferente ante las denuncias de las organizaciones, y siguió sin dar resultados ni órdenes de captura frente al caso. Dentro de las organizaciones de mujeres, tanta inoperancia referente al caso generaba muchas preguntas, entre ellas surgía la duda de si las autoridades simplemente no querían entrometerse en una zona con tanta presencia de actores armados ilegales.
“Apenas se habla de narcotráfico todo el mundo queda en silencio, y es que ¿quién se va atrever a tocar a esas estructuras?”, afirma Claudia Ayola.
Desde abril a julio las autoridades mantuvieron su mutismo, mientras que la familia, la comunidad y las organizaciones cada vez hacían más ruido sobre el caso de Alexandrith. En varias ocasiones, diferentes mujeres de la Mesa del Movimiento Social de Mujeres, el Movimiento de Mujeres Negras y Barriales y el Movimiento Amplio se organizaron para empapelar puntos estratégicos de la ciudad con carteles de “se busca” de Alexandrith. Estos carteles, además, llevaban la consigna “Cartagena no es una ciudad segura para las mujeres”. Gran parte de estos fueron colocados en el Centro Histórico, de tal manera denunciar, en el corazón del turismo en la ciudad, que Cartagena no es la ciudad que aparenta ser. Sin embargo, al día siguiente de empapelar el Centro, los carteles aparecieron desprendidos de las paredes y tirados en las calles.
“Estábamos indignadas por la actuación de los entes encargados en pretender “limpiar” el Centro Histórico, ocultando la desaparición de Alexandrith, rompiendo los carteles del rostro de una niña negra desaparecida. Sabemos que este acto violento fue hecho en complicidad de quienes tienen autoridad y mandato en el Centro de la ciudad, y de quienes pretenden vender y proteger la ciudad como una ciudad turística y en ‘desarrollo’”, menciona Airlin Pérez, vocera del Movimiento de Mujeres Negras y Barriales.
En medio de la coyuntura del Paro Nacional, entre finales de abril y mayo, las organizaciones feministas tomaron espacios para pedir justicia por Alexandrith. Las mujeres hacían performance, declamaban discursos y cantaban arengas. En todos los actos buscaban denunciar el olvido sistemático de la institucionalidad hacia las poblaciones negras, rurales y empobrecidas, ahora reflejado en el caso de Alexandrith.
“Si fuera otro apellido, otro contexto, otro barrio y otros los implicados, no te diría que fuese a aparecer al día siguiente, pero sí hubiese un interés palpable y un acompañamiento real”, manifiesta otra de las activistas del Movimiento Barrial.
El 13 de junio, el alcalde, William Dau, anunció un aumento a 30 millones la recompensa para quien entregue información sobre el paradero de Alexandrith Sarmiento. Tres días después, Wainer Ayola Torres fue capturado por su presunta vinculación en la desaparición de Alexandrith. Sin embargo, un juez de control de garantías de Cartagena consideró que no habían pruebas suficientes en su contra y lo dejó en libertad.
Nuevamente, en septiembre, Ayola Torres fue detenido y enviado a prisión por desaparición forzada agravada luego de que un juez Quinto Penal del Circuito de Cartagena revocara en segunda instancia la decisión del juez de garantías de no imponerle medida de aseguramiento.
Las organizaciones sienten que las autoridades desestimaron desde un principio el contexto de riesgo en el que desapareció, ya que para ellos [las autoridades] el caso era evidente: el tío político es quien tiene la culpa. Sin embargo, se centraron en tener claro un victimario para judicializarlo, sin evaluar que tal vez no solo existe un culpable, sino que el caso puede estar relacionado con las redes de trata que están configurándose en la ciudad. De esta forma, podían mostrar la desaparición de Alexandrith como un caso lamentable, y no como un suceso sistemático que los obliga a desestabilizar las estructuras de poder de la ciudad.
Por esto, aparentemente, la captura de Ayola Torres significó el comienzo del fin del caso para las autoridades. Y si antes de la captura de Wainer hubo poca (más bien casi nula) comunicación y acompañamiento por parte de los familiares a la familia, luego de la captura hubo un abandono total.
Parte 5. Ausencia y olvido: un año después
El pasado 19 de marzo de 2022 se cumplió un año de la desaparición de Alexandrith Sarmiento. Un año de zozobra para sus familiares. Un año desde el día en que sus peores pesadillas se hicieron realidad.
“Es verdad que vivo desesperada, hay noches que duermo y hay noches que no, porque ella dormía conmigo, y en la noche me levanto creyendo que ella está al lado mío, y tiro la mano y no está, y ahí me entra una desesperación (…)”, relata con rostro triste Maritza.
También se cumplió un año de olvido y silencio por parte de las autoridades, silencio que aún sigue reinando.
“(Las autoridades) No llaman a uno para nada. Ni para informar nada, ni esto va bien, ni esto va mal. Nada. Mi hijo llama al abogado de oficio que nos pusieron y le sale con groserías. Si es la policía, mi hijo todavía está esperando una llamada del nuevo comandante para encontrarse con él. Nadie nos dice nada”, comenta con frustración Maritza.
Asimismo, la familia señala que tanto silencio les deja mucho qué pensar sobre lo que hay detrás de la desaparición de Alexandrith.
“Mis sentir como padre es que detrás de todo esto hay un misterio, hay algo oscuro. No sé cómo catalogarlo, pero pareciera que el Estado también es cómplice de lo que nos pasa a nosotros los pobres, y como no tenemos ese poder, de reclamar, de hacernos ver, nos tienen a un lado y se aprovechan de la situación”, menciona Alexander.
En varias ocasiones se contactó al comandante de la Policía Metropolitana de Cartagena, el general Nicolás Zapata, para conocer qué avances y hallazgos tenía la institución sobre el caso de Alexandrith. Sin embargo, el comandante remitió la solicitud al jefe de comunicaciones de la Policía, quien prometió coordinar una entrevista con su superior y enviar la información solicitada a los medios de contacto que se le había administrado, pero nunca lo hizo.
Aunque se intentó de nuevo hablar con el jefe de prensa para recordar los compromisos, este simplemente afirmó que pronto el comandante se comunicaría con la periodista de esta investigación. Dicha comunicación, tampoco se realizó.
Keidy, una joven del Movimiento de Mujeres Negras y Barriales y vecina de Alexandrith, denuncia que a pesar de su silencio, de vez en cuando aparecen funcionarios públicos en los eventos que la familia de Alexandrith, el Movimiento de Mujeres Negras y Barriales y las comunidades de Bayunca y el Líbano siguen organizando.
“En el evento que realizamos en Bayunca para conmemorar el año de su desaparición, aparecieron dos mujeres de la Gobernación de Bolívar, y comenzaron a decir que la Gobernación había apoyado a la familia de Alexandrith con acompañamiento psicológico desde el primer día. Cuando nunca los hemos visto, y es que nunca hemos tenido acompañamiento de ellos para absolutamente nada”, asegura Keidy.
A pesar de que el año pasado detuvieron a Wainer Ayola, las consecuencias de este hecho no han sido las que todos esperaban. Tanto la abuela como los padres de Alexandrith pensaron que con Wainer en manos de la ley, por fin saldría a la luz la verdad sobre los hechos de aquel 19 de marzo de 2021. Sin embargo, la familia denuncia que han existido muchas trabas para dilatar el proceso y emitir una sentencia sobre el caso.
Además, Wainer se ha mantenido en silencio, y, de acuerdo a Alexander Sarmiento, está esperando a que el caso llegue a vencimiento de términos en agosto para volver a ser libre. También lo ha ayudado el hecho de tener un abogado “pago”, que ha defendido sus intereses.
“Somos pobres, no tenemos el abogado que ellos tienen. Nuestro abogado nos lo asignaron, y está de brazos cruzados. Mientras que ellos desde que comenzó el proceso contrataron un abogado. Y la pregunta del millón es: ¿de dónde sacaron para un abogado? si hasta donde yo sé, el señor Wainer nunca ha tenido un trabajo espectacular, era mototaxistas o se rebuscaba como albañil.”, cuestiona Alexander Sarmiento.
De acuerdo a los familiares, el hecho de tener un “abogado de yeso”, en palabras de Alexander, también contribuye a que el proceso no esté avanzando.
“Ahora todo se ve quieto, prácticamente estamos agarrados de Dios. La ley aquí no cumple, ni policía adolescente, ni nadie, menos si ven que somos de raza negra, barriales y pobres. Pero entonces, ¿dónde quedó la supuesta prioridad de proteger a los niños de la que tanto hablan?”, menciona Maritza con enfado.
Para los familiares de Alexandrith, toda esta situación ha sido extremadamente difícil. “Es como vivir una pesadilla”, afirma su padre. Sin embargo, han encontrado fortaleza en su familia, en el apoyo de las organizaciones feministas, y en la esperanza que guarda de volver a ver a Alexandrith.
“Siempre me acuesto con la idea de que al día siguiente me pueden llamar y me digan: ‘Ven, aquí está tu niña, apareció tu niña’. Hay días que amanezco con una alegría, pensando que voy a recibir una noticia de ella. Yo solo quiero que aparezca, y tengo la esperanza de que lo hará, Dios me da esa fortaleza”, comenta Maritza con confianza.
Sentada en la terraza de su casa, Maritza observa las rejas en dirección a la calle y, mientras sueña despierta con el día en que Alexandrith vuelva a entrar por su puerta, dice: “Nunca perderé las esperanzas. Nunca”.