29 de enero de 2024
Rafael Garzón trepa por la escarpada montaña en un recorrido que inició en el barrio La Esperanza, el sector más afectado por los incendios que desde hace una semana han consumido más de 25 hectáreas del Cerro El Cable en Bogotá. Tiene puesto un casco de seguridad, botas, traje color naranja y guantes a prueba de incendios. En su casa quedó su esposa y su pequeña hija de nueve años, que ya se prepara para seguir los pasos de papá en la Defensa Civil. “Una vez le sopló los pulmones a un chivo”, cuenta él sobre su niña que a esa edad ya aprendió técnicas básicas de reanimación. Quiere ser parte del equipo naranja de voluntarios que se juegan todo para apagar el fuego.
Él es profesional independiente en seguridad para el trabajo y presta sus servicios como entrenador de tareas de alto riesgo. Además es auxiliar de enfermería y técnico en seguridad para el trabajo. Mientras avanza por los filos montañosos de los cerros orientales da indicaciones de seguir el camino recostados a la roca y mirando siempre hacia el piso para evitar caer hacia el acantilado. Calcula que la caída sería de más de mil metros, aunque en su rostro no se vea reflejado el miedo.
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Él y cinco de sus compañeros voluntarios están aquí tras el llamado del comandante Jaime Castelblanco desde el Puesto de Mando Unificado, PMU, ubicado en un predio del Acueducto de Bogotá, cerca a la base de la Policía de Carabineros en la Avenida Circunvalar. Camina sobre una ‘pared’ de la montaña. Lo llamaron para que intentara controlar el incendio en la parte alta de El Cable, cerro sobre el que se han extendido, dice el alcalde Carlos Fernando Galán, más de 18 kilómetros de manguera con agua para apagar el fuego. Rafael Garzón cuenta que las llamas se han avivado por los árboles de pino y sus raíces. Un vecino del barrio La Esperanza que acompaña la caminada dice que estos árboles se sembraron hace más de 50 años y son ahora la combustión que alimenta el fuego.
El balance más reciente del mandatario es que el incendio en Quebrada La Vieja está liquidado y las autoridades, a través de tres descargas de agua de helicópteros, terminaron de controlar sus cenizas. Este domingo el alcalde Galán dio a conocer que nueve aeronaves, seis de ellas de la Fuerza Pública y tres privadas, realizaron 144 descargas en el Cerro El Cable para controlarlo de modo que solo restara controlar los puntos calientes.
Rafael sostiene sobre su brazo izquierdo una pala que carga para atender los incendios. “¡Cuidado con el vacío!”, “El agua”, “La herramienta”, se gritan entre sí los voluntarios. Rafael se recuesta sobre el piso de la montaña para seguir subiendo de camino a la zona del incendio en la parte alta de la montaña. Atrás de él viaja Julián Garzón, su hermano, que presta apoyo a incendios desde 2008 en la Defensa Civil de Bogotá. A la par está Fabián Bársenas, con experiencia de 14 años en la institución del uniforme naranja. Es auxiliar en enfermería y experto en incendios forestales.
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El más antiguo del equipo es Anderson Hoyos, lleva 18 años. Ha sido enfermero del Policlínico del Olaya en Bogotá, “aparte de esta bella y hermosa labor de ser voluntario”, recalca. Unos caminan en forma de araña, otros lo hacen sobre la tierra como si se estuvieran deslizando por un tobogán de niños. Mientras abre camino en la montaña, entrega reportes de la avanzada por radio.
El equipo de la Defensa Civil en esta misión cuenta con el acompañamiento de tres residentes del barrio La Esperanza que por herencia familiar conocen los caminos culebreros de la montaña que lleva al Cerro El Cable. “Por aquí hace más de 50 años, o menos, pasaban tuberías del antiguo acueducto de nuestro barrio”, dice un hombre de gafas de lentes circulares.
Cuesta arriba el grupo, de mano en mano, se pasa una botella de cinco litros de agua. Eran dos recipientes, pero a mitad de camino uno de estos cayó al vacío. Unos sacan bocadillos para recargar energía, otros comen frutas que llevaron en sus maletines. Rafael, vinculado a la Defensa Civil desde 2006, conoce otros ‘lenguajes’ para analizar un incendio e identificar, como si fuera un científico, el camino a tomar para apagarlo. Aprendió a interpretar cuándo el fuego se produjo por conducción (contacto directo de un cuerpo a otro); convección o radiación. “Aquí en los cerros, principalmente, los incendios se dan por el método de convección que es cuando el aire que está caliente, o sea el humo, se transporta hacia donde haya suficiente oxígeno y un combustible que puede ser la madera”, explica.
En la cima de la montaña, a escasos 30 metros del incendio, está con él Christian Camilo Cabrales, de 28 años. Es psicólogo clínico y, en sus tiempos libres, rescatista y enfermero. Apoya llamados de auxilio que llegan a la Defensa Civil por intentos de suicidio en Bogotá. La sensación de estar cerca del incendio es de desazón. La vista, en otros momentos, sería de compartir en redes sociales, sin embargo la afectación en el cerro El Cable es lamentable: los árboles de pino son consumidos por el fuego y de lo que alguna vez fue un bosque ahora sólo quedan cenizas.
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Junto a los voluntarios de la Defensa Civil, en la cima, están tres uniformados de la Policía de Carabineros que han vigilado desde el lunes 22 de enero el Cerro El Cable. Al lado de ellos, están tres vecinos del barrio La Esperanza que junto a los voluntarios de la Defensa Civil llegaron para acompañar la subida del cerro para controlar el incendio. Ellos, ahora, esperan por un nuevo llamado de los hombres de naranja para apoyar las labores de control en los incendios que se presenten en la capital del país.