1 de septiembre de 2021
“Morir no debe doler tanto”, fue la frase que dijo L* una noche mientras recorría el barrio Santafe junto con su amigo J*, ambos, dos jóvenes adictos a la heroína, andaban precavidos porque días antes dieron un poco de una dosis para una prueba y verificaron que lo que tenían, y lo que se estaba vendiendo en el barrio, era un opiáceo mucho más fuerte que la heroína: el fentanilo. A principios de este año tres personas murieron en una misma semana por sobredosis de esta sustancia y ambos jóvenes habían terminado la jornada de sus trabajos. Ella con su abuela organizando eventos sociales y él como realizador audiovisual para una agencia.
El Santafe es un revuelto de problemas sociales pero también un lugar para la resistencia desde frentes diversos: marchas políticas, bailes de vogue, bordado, moda y música. Diamantina creó una fundación donde recibe a habitantes de calle y los aleja de la droga enseñándoles bordado y tejido, Santiago Herzu es un artista queer que ayuda con la fundación y participa activamente con performance y baile que reivindican la diversidad sexual y de género.
Esta es una radiografía donde se unen microhistorias que tienen en común este barrio donde abunda la pobreza, la prostitución, la discriminación, el tráfico de drogas y la adicción pero que también reclama una atención especial desde distintas acciones.