9 de marzo de 2022
“Desde el Congreso trabajaré fuertemente en fortalecer la inclusión de la mujer en el sector económico, en defender sus derechos sexuales y reproductivos, y en políticas y programas que busquen romper las brechas de género”. Ese fue el mensaje que el 2 de marzo pasado publicó en su cuenta de Twitter Ana María Lleras Figueroa, candidata a la Cámara de Representantes por Bogotá por la lista del partido Dignidad, que lidera Jorge Enrique Robledo y hace parte de la coalición Centro Esperanza. No era un mensaje cualquiera. Lleras ha construido su campaña sobre varios pilares y uno de ellos es el de la igualdad de género y la protección de los derechos de las mujeres, además de prometer que si llega al Congreso luchará “por recuperar la industria nacional como motor económico del país y por el trabajo digno”.
El problema es que en el pasado de la actual candidata hay por lo menos dos denuncias por maltrato y acoso laboral, precisamente a mujeres, y embarazadas. Esta es la historia.
El paraíso
Ángela María Báez-Silva todavía recuerda con emoción el día en que firmó el contrato a término indefinido en la Federación Nacional de Cafeteros. Había entrado a trabajar como asesora en julio de 2015, por prestación de servicios, y cinco meses después obtuvo un contrato que muy pocos tenían en la entidad. Además, estaba feliz porque su jefa Ana María Lleras confiaba en ella para ayudarle a diseñar una política con enfoque de género que beneficiara a las casi 150.000 caficultoras que se calcula hay en Colombia.
Era su especialidad. El tema que la apasiona. Con 36 años -en ese momento tenía 29-, Ángela María es psicóloga y filósofa de la Universidad de Los Andes y tiene dos maestrías, una en Literatura y otra en Biología Cultural. Docente e investigadora, es experta en temas de género y equidad, construcción de paz y procesos de aprendizaje, y ha trabajado en la Fundación Ideas para la Paz y la Secretaría de Educación de Bogotá, además de ser consultora para la UNICEF y la Unidad de Búsqueda de Personas Desaparecidas, entre otras.
“Mi jefa era la directora de un programa que se llamaba Mujeres Cafeteras. Cuando llegué ella no tenía a nadie en su equipo, la persona anterior había renunciado y yo todavía no sabía por qué. Ese periodo fue un paraíso, yo podía proponer de todo, Ana María creía mucho en mi trabajo, me impulsaba y después de hacer toda la planeación estratégica ella subía las ideas a la gerencia y las aceptaban”, asegura Báez-Silva.
Consciente de que si hay un gremio históricamente conservador y machista es el cafetero, tal vez por eso se sentía más motivada a proponer transformaciones profundas. Mientras fue asesora de la Federación, Mujeres Cafeteras pasó a ser el Programa de Equidad de Género, se implementaron políticas específicas para promover la participación y el empoderamiento de las caficultoras y ella hizo varios viajes organizando talleres y charlas de todo tipo. Era “el trabajo soñado”, dice.
“Las mujeres no podemos ser mamás y presidentas a la vez”
El 20 de enero de 2016, la noticia de que estaba embarazada tomó por sorpresa a Ángela María y a su pareja, porque no estaba planeado. Pero no se compara, dice, con la sorpresa que le produjo la reacción de su jefa.
“Yo le avisé el lunes 25 de enero. Aunque mostró abiertamente su descontento, al principio me dijo que no importaba pero eso sí, me advirtió que la mujer que trabajaba con ella antes que yo le había dejado ‘tirado el puesto’, esas fueron las palabras que usó, porque tenía 42 años y un embarazo de alto riesgo. Me dijo que conmigo iba a ser diferente, que íbamos a demostrar que aunque estemos embarazadas las mujeres no dejamos de trabajar ni de ser capaces”, recuerda hoy Baéz-Silva.
Lo que sacó de casillas a Lleras, según su exasesora, fue lo que el ginecólogo le ordenó pocos días después: podía seguir trabajando pero le quedaba rotundamente prohibido viajar a lugares ubicados a menos de 2.200 metros sobre el nivel del mar, por la epidemia del virus del Zika. Mejor dicho, prácticamente no podría moverse de Bogotá durante su embarazo. Un obstáculo gigantesco para la ejecución del cronograma de actividades que habían construido desde diciembre de 2015.
“Teníamos un plan muy bien montado para visitar todos los comités cafeteros regionales durante ese año y en esos talleres tenía que estar yo para recoger información y hacer análisis cualitativo, entonces ella montó en cólera. Me dijo que había traicionado su confianza. Que las mujeres éramos el colmo porque queríamos ser mamás y presidentas a la vez y por eso no nos contrataban, que dónde estaba mi ética profesional, que no entendía por qué no había esperado… y todo a los gritos”, explica hoy Ángela María, con rabia y lágrimas en los ojos.
Como las oficinas en las que trabajaban tenían divisiones transparentes y paredes de esas de mentiras, que permiten escuchar la mayoría de las conversaciones -y discusiones- ajenas, varios empleados de la Federación de Cafeteros presenciaron ese primer momento de rabia de Ana María Lleras con su empleada. Vorágine conversó con dos de esas personas y ambas confirmaron “los gritos” y “la actitud grosera” de la hoy candidata a la Cámara de Representantes, pero pidieron que no se revelara su identidad pues temen que el poder de Lleras, sobre todo si llega al Congreso, pueda afectarlos en sus respectivos trabajos.
De un día para otro, Ángela María sintió que había bajado al infierno.
“A partir de ese momento Ana María me interrumpía o me callaba directamente, empezó a llevarme la contraria por todo… y luego simplemente dejó de invitarme a las reuniones, cuando antes de mi embarazo se la pasaba diciéndole a todo el mundo que yo era lo mejor que le había pasado a la Federación en mucho tiempo, que estaba llamada a ser su reemplazo”.
Fue entonces cuando radicó una queja formal ante el gerente administrativo de la entidad, Carlos Alberto González. Era el 12 de febrero de 2016 y le pareció el mejor camino porque creía que las cosas todavía podían solucionarse internamente. La carta, de cuatro páginas y que Vorágine pudo leer, fue firmada por dos testigos de los hechos e incluía párrafos como el siguiente:
“Ella [Lleras] dijo que era inconcebible que una mujer como yo no planeara su vida y que no entendía cómo había tomado una decisión como esa en un momento tan importante de la consolidación del programa. Dijo estar decepcionada de mí (…) que la desconcertaba cómo yo ponía mi vida personal por encima de la profesional (…) que me había dado un voto de confianza al contratarme. Le expliqué que no era parte del plan en mi vida ser mamá, pero ante la situación estaba eligiendo serlo. Dijo que ahora no estaba en las mejores condiciones laborales y que después, siendo mamá, ya no iba a estar nunca al 100% o en las mismas condiciones que cuando me contrató”.
Para Ángela María, esa actitud no era coherente con el programa que dirigía Lleras y con varias de sus afirmaciones, por eso en la carta puso una frase que su jefa pronunció en un discurso ante el gremio cafetero en 2008: “Hemos creado un entorno que no discrimina por las condiciones propias de la maternidad y la crianza de los hijos sino al contrario, que defiende explícitamente esa condición”.
Su denuncia sacudió a las directivas de la Federación porque les recordó una muy parecida, hecha precisamente por su antecesora en el cargo. Se llama Mónica Constanza Gualdrón Romero, es psicóloga y trabajó en el programa Mujeres Cafeteras entre abril de 2012 y julio de 2015.
Gualdrón también acusó a Ana María Lleras de maltrato y acoso laboral pero su historia va más allá que la de Baéz-Silva, porque incluso culpó al estrés laboral al que dice estaba expuesta cuando trabajaba en la Federación, de las complicaciones que tuvo en su embarazo y de la posterior pérdida de su primer bebé, tras un largo proceso de inseminación artificial al que debió someterse, pues era mayor de 40 años. La psicóloga tenía contrato por prestación de servicios y renunció a su cargo después de poner la queja, sin que pasara nada.
Tal vez por eso en 2016, con Ángela María, el gerente administrativo quiso manejar las cosas de una manera distinta. Poco después de la carta con la queja, Lleras salió del programa Mujeres Cafeteras y fue nombrada en otro cargo en la Federación, como asesora de gerencia, en un piso distinto.
Cuando regresó de su licencia de maternidad, Báez-Silva sintió que con la llegada de una nueva jefa al programa, dueña de un enfoque más comercial que social, ya no tenía mucho que aportar y poco después presentó su carta de renuncia. Su último día de trabajo fue el 31 de enero de 2017.
Lleras trabajó hasta julio de 2017 en la Federación Nacional de Cafeteros, de la que salió tras obtener su pensión anticipada, a la que tenía derecho por ley.
Familia aristocrática
Ana María Lleras Figueroa tiene 58 años y pertenece a una de las familias con más poder y abolengo de Colombia. Es la tercera de los cuatro hijos de Clemencia Figueroa y Carlos Lleras de la Fuente, quien fue miembro de la Asamblea Constituyente de 1991, embajador, director de El Espectador y dos veces candidato presidencial. Su abuelo, Carlos Lleras Restrepo, fue presidente de Colombia entre 1966 y 1970, y era el primo segundo de Alberto Lleras Camargo, presidente en dos ocasiones (1945-1946 y 1958-1962), además de escritor y diplomático.
A finales de 2021, cuando se supo que su nombre hacía parte de los candidatos a la Cámara por Bogotá del partido de Jorge Enrique Robledo, la sorpresa fue grande. Ana María Lleras es la segunda en la lista después de la lideresa estudiantil Jennifer Pedraza, economista de la Universidad Nacional que lideró el paro nacional de 2018, cuando miles de jóvenes salieron a las calles para pedirle al Gobierno más recursos para las universidades públicas.
Esta es su primera vez en la política, a la que se lanzó porque asegura que el Congreso tiene que ser renovado con personas íntegras, que no sean corruptas, y porque dice que desde allí puede aportar “al fortalecimiento de las empresas colombianas y el tejido social”.
En la hoja de vida de Lleras se lee que casi toda su vida laboral la ha pasado entre Proexport -donde llegó a ser subdirectora de la Dirección de Promoción Comercial- y la Federación Nacional de Cafeteros. En esta última estuvo 12 años, entre 2005 y 2017, y uno de sus mayores orgullos allí fue haber creado y coordinado el programa Mujeres Cafeteras, que luego sería la semilla de la política con enfoque de género de la entidad.
“Lo que queremos es visibilizar el papel de la mujer en la caficultura, en toda la cadena de valor y en el gremio, queremos resaltar a esas mujeres que están dentro de las fincas, queremos empoderarlas, fortalecerlas en sus capacidades de liderazgo, que se organicen y hagan asociaciones y encuentren espacios para beneficio de ellas y por supuesto comercializar sus productos”, dijo hace varios años, en un discurso.
La respuesta de la candidata
Vorágine conversó con Lleras Figueroa sobre su paso por la Federación, su llegada al partido de Jorge Enrique Robledo, su campaña y las denuncias de acoso laboral y maltrato que hay en su contra. Cuando llegamos a esta última parte, se exaltó y se refirió en términos muy groseros a sus exempleadas.
Lleras es tajante en afirmar que se sintió traicionada y presionada para acelerar el contrato a término indefinido de Báez-Silva, y justificó la forma en que la trató en que ella “también tenía los nervios deteriorados”.
“Cuando tú pisas callos en el trabajo es difícil no cometer errores. Yo también estaba bajo un esquema de estrés terrible, tenía poco apoyo en la Federación, recibía muchas presiones, no tenía un equipo grande para trabajar y eso empezó a deteriorar mis nervios —aseguró la candidata por el partido Dignidad—. Soy un ser humano tratando con muchas personas complejas en sectores complejos y dando peleas muy duras, y así es muy difícil ser sor Teresa de Calcuta, si cometí errores no fue de mala fe. Yo contraté a esta niña y di la pelea para que la pasaran a un contrato a término indefinido con un buen salario porque necesitaba alguien que me ayudara en todos los proyectos que teníamos y Ángela María cumplía con el perfil. Le di la oportunidad pero ella traicionó mi confianza”.
Según Lleras, la traición se representa en que en diciembre de 2015, antes de salir de vacaciones, su exempleada le aseguró que estaba ciento por ciento comprometida con el plan de trabajo que tenían para 2016, pero un mes después llegó con la noticia de que estaba embarazada. “Ella era muy insistente con lo de la firma de su contrato. Era difícil mover la burocracia en la Federación pero como yo soy muy ejecutiva lo logré y cuando regresé en enero me dijo que estaba embarazada. Claro que me molesté, sentí que me había puesto una trampa para firmarlo y luego quedar protegida durante su embarazo. Además, empezó a echar todos sus cuentos de derechos, que me los sé más que ella, porque yo también soy mujer y mamá. Pero esta no era una cuestión de derechos, era de confianza”.
—¿Alguna vez gritó a Ángela María? Porque ella y varios testigos aseguran que sí, y que ocurrió varias veces…
—No tengo idea. Quizás no lo supe manejar, pero yo también puedo decir que ella me trató mal, es su palabra contra la mía. ¿Por qué se quedó callada tantos años? Ella quiere dañar mi carrera (…) Esa muchachita no ha hecho nada en la vida para saber uno cómo tiene que trabajar y lo que tiene que enfrentar. No se puede andar así, haciéndole daño a la gente y menos a la que le ha dado la mano (…) Además, la bandera de mi campaña no es el tema de género, mi bandera es la industria, pero yo tengo que mirar con un enfoque de género eso (…) ¿Y por qué no fue a la justicia? ¿Por qué no demandó si era tan violatorio de sus derechos?
Baéz-Silva tiene su respuesta para esas últimas dos preguntas: “Laboralmente me sentía muy chiquita para ir la justicia y enfrentarme a una mujer con tanto poder y tenía miedo, pero tampoco podía quedarme callada porque no tenía razón de ser que yo trabajara con mujeres cafeteras para que se empoderaran y aprendieran a luchar por sus derechos, y yo no fuera capaz de hacer nada desde Bogotá, en mi posición privilegiada. Al menos debía denunciarlo en la Federación”. Luego, simplemente quiso pasar la página del episodio, hasta que vio la publicidad de la hoy candidata a la Cámara y le pareció que había llegado el momento de hacerlo público.
Lleras también negó que hubiera tenido algo que ver con la pérdida del primer hijo de Mónica Gualdrón, la empleada que tuvo antes que Ángela María en la Federación. “Yo no tengo una personalidad romántica, soy de resultados, muy ejecutiva, pero obvio que no tengo nada que ver con la pérdida de su bebé. Sencillamente la ponía a trabajar porque nadie dice que las mujeres embarazadas no puedan trabajar y no se les pueda exigir. ¿Yo qué carajos tengo que ver? ¿Le pegué en el estómago? No. ¿Le hice daño? No. Le exigía como a todo el mundo, porque entonces que la mujer embarazada diga si puede trabajar en un determinado trabajo o no”.
Según la candidata del partido Dignidad, si cometió un error, será la historia la encargada de juzgarla. “Yo siempre tuve susto de que salieran estas viejas furiosas, como que quieren echarme la culpa de sus desastres en la vida, pero me encanta que hayan salido, me da dolor pero está bien, tengo que enfrentarlo… y si cometí un error, que me juzgue la historia”.
En uno de los afiches de la campaña de Ana María Lleras para llegar a la Cámara de Representantes se lee lo siguiente: “En Colombia el panorama sigue sin ser amable para las mujeres que como ustedes o como yo decidimos levantarnos un día y hablar, hablar fuerte y de frente. Mujeres que decidimos hacer política”.
Un día, una mujer que trabajó con ella habló fuerte y de frente. Pero no fue para defenderla, fue para mostrar que todavía falta mucho en el camino por construir un mundo justo con las mujeres.