Más de 52,928 palestinos han sido asesinados, el 70% mujeres y niños, bajo los bombardeos de Israel. No se puede olvidar que el hambre y la destrucción están siendo usadas como armas de guerra. Comparte este editorial.
25 de mayo de 2025
Por: José Guarnizo
Gaza José Guarnizo

Qué sentido tiene hablar de Gaza; o acaso qué tienen que ver contigo los 52.928 palestinos asesinados en bombardeos por el gobierno de Israel. Cómo por qué, te dirán también, vas a empañar tus redes sociales compartiendo ese número engrosado con sangre si el 70% de aquellos muertos lejanos y desconocidos eran mujeres y niños.

No hables de Gaza porque incluso esa cifra puede quedarse corta, y aconsejan ser prudentes con los números. Un estudio publicado en The Lancet dice que los cadáveres, muchos de los cuales no han podido recuperarse de los escombros, pueden ser hasta cinco veces más de los que contabilizó el Ministerio de Salud de la autoridad palestina. Llegarían a 186.000 los muertos, aunque la idea de Benjamín Netanyahu, primer ministro de Israel, es que parezcan menos. Digamos mejor que son pocos.

Qué sacas con decir que en apenas un día mataron a 130 palestinos con bombas desde los aviones, 130 vidas que borraron del mapa, así, de una vez, de una sola tacada, al bulto, como le gusta al Ejército israelí.

No hables de Gaza porque a tu alrededor te dirán que tu país tiene sus propias tumbas y problemas, no hables de Gaza porque te encasillan. No menciones que la ONU teme que 14.100 niños menores de cinco años podrían morir en las próximas semanas si Israel sigue impidiendo la ayuda humanitaria.

Porque ese es el otro tema del que quizá te pidan moderación: que están arrastrando a seres humanos hacia la inanición. No hagas referencia en tus conversaciones cotidianas a que Israel completa once semanas bloqueando alimentos, lo que ha llevado a que 71 mil niños y más de 17 mil madres estén sufriendo de desnutrición aguda, según la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en Oriente Próximo.

Para propia tranquilidad, convendría no saber que unas 470,000 personas (que es 22 % de la población de Palestina) se encuentran en un estado de hambruna catastrófica. Basta ver el menú que todos los días publica el periodista Mikel Ayestarán con el que algunos palestinos se alimentan, si es que a eso se le puede llamar alimentarse. No les des like a esos platos que dan grima porque a lo mejor te terminan recordando lo que significa el hambre como arma de guerra.

Esquiva las imágenes de Gaza que se cuelan por el timeline de tu Instagram porque podrían importunar la estética de tus preferencias. Hay que aceptar que son imágenes de un escenario devastado, lleno de polvo, de cuyas profundidades emergen hierros retorcidos y extremidades sin mucho color ni armonía. Casi el 60% de los edificios, incluyendo 170,000 casas, han sido destruidos. La mayoría de hospitales, escuelas, carreteras y sistemas de agua, funcionando solo al 5%, ya no sirven. Más de un millón de personas se han quedado sin hogar. Y 42 millones de toneladas de escombros no es que ayuden mucho a la composición ni el encuadre de una buena foto.

No califiques a Estados Unidos de cómplice ni juzgues a todos esos países de doble cara que condenan la masacre en público, mientras siguen financiando las armas de los verdugos. No llames a Israel estado genocida, así un comité especial de la ONU haya concluído que las prácticas israelíes en Gaza son consistentes con el genocidio, exterminio y desaparición sistemática de un pueblo. 

No hables de crueldad si igual vivimos en un mundo deshumanizado en el que le consultamos a la inteligencia artificial qué color de saco combina mejor con la camisa. Nunca digas que Netanyahu es un asesino que debe pagar por sus crímenes porque puedes ser tachado de apostar por un lado o por el otro, así tu único bando al final de tus días, cuando no haya más que tierra encima, sea el de haber pertenecido a la especie humana. No te desgastes sintiendo como propio el sufrimiento de aquellos que no conoces, porque el sentir algún día será exclusivo de las máquinas. No digas nada porque eso es precisamente lo que quieren, que olvidemos que ya no hay donde esconder toda esa sangre que les escurre a borbotones por las manos.

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