30 de diciembre de 2022
Enero de 2022. Feria de Manizales: una fiesta colectiva en la que todavía hay cabalgata y corridas de toros. Es de noche. La gente se agolpa en la avenida Santander. Hay mensajes publicitarios de bebidas alcohólicas en todos los bares y cantinas. Junto al edificio El Castillo, uno de esos negocios esconde una casa blanca, antigua, con apariencia de abandono. El bar se llama La Tirana, como la canción de música popular. Por la izquierda, atravesando un callejón, se ingresa a la parte trasera de la casa. Al fondo de ese pasillo casi escondido hay una escalera que cruje a cada paso.
Quien entra, justo sobre el bar La Tirana, se encuentra de frente con una oficina remodelada, blanca, impecable; y unos hombres acuerpados, vestidos de negro que miran desconfiados; una secretaria; una docena de personas haciendo fila; un sofá. Hay frases que se repiten: “dele trabajito a mi hijo”, “vea, don Mario, el regalito que le traje”, “no se olvide de mí, don Mario”. Todavía más allá, sentado sobre una silla de gerencia frente a un escritorio espacioso, un hombre de camiseta polo blanca atiende y hace sentar uno por uno a los que tienen turno en la fila; lleva un reloj enorme y unos tenis rojos de marca. De lejos se siente su abundante perfume. Todo se mueve por la indicación de sus manos como por hilos invisibles. Casi no mira a los ojos de sus interlocutores.
–¿Cómo le va? –pregunta el hombre, como impartiendo órdenes a un desconocido–. ¿Usté qué, qué ha hecho? ¿Qué hace con su vida, o qué?
El hombre se impacienta. No quiere respuestas largas.
–Hágale pues, mi amor, yo sé que usté puede. A trabajar pues por esa elección –dice, para dar por terminado el monólogo.
Una mujer entra y lo interrumpe. Ella no hace fila. Todo el mundo la mira, pero ella no mira a nadie. Camina como por una pasarela, entre la gente y el ruido. Va de jean, blusa y tacones. Solo le importa conseguir su objetivo: el hombre sentado en la silla gerencial. Al dar con él, lo abraza, revisa su celular, y el hombre le dice que llame a esta persona, que llame a la otra. Ella lo asiste presurosa, varias veces.
–¿Quién es esa vieja tan espectacular? –preguntan.
–Esa es la novia de Mario –responden–. Le maneja todo lo de la publicidad.
Mario es Mario Alberto Castaño Pérez, senador preso por ser el líder de una red de corrupción en la que fueron saqueados por lo menos 112 mil millones de pesos, por la manipulación de procesos de contratación en proyectos de cultura, minería, formación, licores e infraestructura, entre otros, de diversas entidades del Estado a nivel nacional y regional, en Cauca, Valle del Cauca, Risaralda, Caldas, Chocó y Tolima.
En enero de 2022 estaba haciendo campaña para repetir curul en el Senado, por el Partido Liberal. Allí, en la oficina oculta dentro de la casa vieja, ubicada junto al edificio El Castillo de la avenida Santander de Manizales, sobre un bar llamado La Tirana, se reunía con votantes, seguidores, trabajadores y candidatos de las listas del partido que querían llegar a la Cámara por Caldas. Todos debían hacer fila, sin importar si iban a pedir plata, a rogar por un favor político o a presentar equipos de trabajo para las campañas que se venían. Como senador, era el líder del partido. Su alcance era tal que se pensaba que a la Cámara, bajo su aval, el Partido Liberal podía alcanzar dos de las cinco curules asignadas por Constitución al departamento.
La mujer era su novia, Daniela Ospina Loaiza. Estuvo en el primer grupo de nueve personas cercanas a Castaño que fueron capturadas, en marzo de 2022, por pertenecer a esa red de corrupción. Además de Daniela, también detuvieron a la lobista Nova Lorena Cañón, a Santiago Castaño (un empresario y contratista manizaleño) y a otras seis personas, procesadas por concierto para delinquir y delitos como extorsión y estafa agravada. Solo dos aceptaron los cargos, el resto terminaron con medida de aseguramiento en la cárcel. El único que logró escapar fue la mano derecha de Mario Castaño, Juan Carlos Martínez, apodado “El hombre del maletín”. Hoy, continúa prófugo. Santiago Castaño y Nova Lorena Cañón han confesado y se han convertido en los testigos estrella de la Fiscalía. Fueron imputados también por peculado a principios de noviembre. Esperan su condena.
Las capturas en marzo provocaron que la Corte Suprema de Justicia anunciara la apertura de una investigación formal en contra del senador, días antes de las elecciones al Congreso de la República, en las que buscaba reelegirse. Mario Castaño fue sindicado de ser el líder de esa organización criminal: el titiritero de ‘Las Marionetas’, nombre por el cual se conoce hoy a los miembros del grupo y al proceso. El 7 de junio, el todopoderoso senador fue detenido a la salida del Senado. Por las imágenes se puede ver que estaba sereno, como si fuera un trámite más. Fue llevado al búnker de la Fiscalía, conducido por agentes del CTI. Después de rendir indagatoria y, en principio, no reconocer los delitos, terminó en la cárcel La Picota, lugar al que estaba acostumbrado a ir en condición de visitante.
Todo indica, sin embargo, que su serenidad no se debió a su temperamento analítico, ni a que es un hombre acostumbrado a los escándalos, sino a que estaba advertido. La Corte tenía indicios de que ‘Las Marionetas’ habían “infiltrado la Fiscalía”. Así está consignado en la orden de captura: “Este conocimiento por adelantado que tienen varios miembros de la organización del actuar de la Fiscalía parece deberse a que ellos han infiltrado esta institución, lo que implica un grave riesgo para las actividades investigativas”.
A comienzos de la investigación, la Fiscalía aseguraba que con ‘Las Marionetas’ se habían comprometido al menos $ 42 mil millones, pero hoy la cifra ha ascendido hasta los $ 112 mil millones, con las más de 30 capturas que se han hecho, de entre alcaldes, funcionarios varios, contratistas y personas del común. Como una jerarquía de títeres y titiriteros, era una organización que direccionaba contratos (se cuentan 114), acomodaba las condiciones para estos y cohonestaba con funcionarios para abrir licitaciones con esa información. Cada eslabón de la cadena de marionetas cobraba por su gestión.
Meses antes de esas capturas, no obstante, el senador despachaba desde La Tirana como un rey en su castillo, sin muestra alguna de prevenciones ni temores. Era un rey con varias reinas, una de ellas, 20 años más joven. En ese momento, aunque aparentaba más, Castaño tenía 50 años, cumplidos en diciembre de 2021. Daniela Ospina Loaiza tenía 32, y era la novia, aun cuando Gloria Lucía Betancur Ciuffetelli era la esposa: se casaron en 1994 y todavía no se han separado. Betancur, hoy de 62 años, también participaba de sus correrías políticas: era quien les daba el dinero a las campañas que él apoyaba. Decía que solo era una ama de casa pero hay 23 bienes que están a su nombre (en Antioquia, Caldas y Bolívar). Por esto está siendo investigada.
El reino ocupado y la historia que se repitió
Nada es eterno en el mundo. Mucho menos el poder. La Fiscalía, en junio de 2022, ocupó con fines de extinción de dominio 28 inmuebles urbanos, 7 vehículos, 2 sociedades y 1 establecimiento de comercio que pertenecían a Castaño, aunque la mayoría estaban a nombre de familiares y de personas cercanas. En ese momento, el avalúo fue de 5 mil millones de pesos. En octubre, subió a más de 13 mil millones, repartidos entre Pereira (Risaralda), Manizales (Caldas), Quibdó (Chocó), Cartagena (Bolívar) y Medellín (Antioquia). Una segunda etapa de ocupación de bienes se dio en octubre, con 9 propiedades: 1 apartamento en Bocagrande, 1 establecimiento de comercio y 7 vehículos. El valor de las propiedades de esa segunda extinción de dominio ascendió a 12 mil millones de pesos.
Castaño era un rey con un vasto reino: 25 mil millones de pesos en apartamentos, carros, sociedades, parqueaderos y locales, hoy incautados y en manos de la Sociedad de Activos Especiales (SAE). Y podrían ser más, pues la investigación judicial no termina.
El periodista Fernando-Alonso Ramírez, editor de noticias del diario La Patria de Manizales, ya había comentado por Twitter algo peculiar de la imagen de Mario Castaño saliendo de La Tirana, el bar en la avenida Santander. Escoltado como se mantenía, guardaba una estrecha semejanza simbólica con el también excongresista preso Ferney Tapasco, cuando este salía y entraba del que fuera su castillo durante mucho tiempo: la Asamblea de Caldas, ubicada en el mismo edificio de la Gobernación del departamento.
Así lo cuenta Ramírez en su libro Cogito, ergo ¡Pum!, homenaje al periodista y entonces subdirector de La Patria Orlando Sierra Hernández, asesinado por Tapasco:
“Lo rodeaba siempre su séquito de ocho o diez hombres malencarados, que varios han contado se trataba de escoltas, contratados la mayoría de manera informal, algunos de ellos en la nómina de la Contraloría Departamental o de la Asamblea (…) La mayoría de esos personajes que fungieron como guardaespaldas suyos luego terminaron procesados por sicariato o asesinados en series de homicidios atadas a otros crímenes. Alguno terminó como diputado”.
Ferney Tapasco fue presidente de la Asamblea de Caldas y líder del Partido Liberal. En 2015 fue condenado por la Sala Penal del Tribunal Superior de Manizales a 36 años de cárcel por ser el autor intelectual del asesinato del subdirector y periodista de La Patria, crimen cometido el 30 de enero de 2002. En 2018 la condena fue ratificada por la Corte Suprema de Justicia. Pocos meses antes de detonarse el proceso de ‘Las Marionetas’, Ramírez, pupilo de Sierra Hernández en el periódico, sintió que la figura de Tapasco se repetía: un político liberal, ampliamente cuestionado, que gozaba a sus anchas de su poder sombrío, como si nada. Además de la impunidad temporal, la vocación política y las banderas rojas, a Castaño y a Tapasco los uniría otra condición: terminarían en la cárcel.
Es difícil creer que Mario Castaño alguna vez no fue poderoso. Es el mayor de tres hermanos nacidos en Pácora, un municipio ubicado en el montañoso norte del departamento con un poco más de 15 mil habitantes, a 3 horas y 15 minutos de Manizales. La madre de Castaño, quien aún vive, María Eilen Pérez Salazar, habla orgullosa de su primogénito en un video que hizo parte de la segunda campaña al Senado.
En la pieza, que lleva por título Senador Mario Castaño, impactando vidas, se presenta una trayectoria de vida que comienza con un niño gordo y consentido, desnudo en una batea al lado de un perro; luego pasa por un joven flaco y pueblerino, con pinta de jugador de fútbol, y termina con un honorable senador que usa corbata roja. En el video habla Eilen así: “Mi hijo nació el 8 de diciembre de 1971 (…) Enamorado de las letras, la poesía, los números, pero seducido por la política (…) forman a este hombre en su confrontación ideológica literaria, y en su pasión por la política. De su padre, Ramón Castaño, aprendió a ser buen amigo, a ser un hombre de carácter y de palabra”.
Eran una familia de clase media, tirando a baja. Eilen era maestra rural. Algunos mencionan que Ramón, el padre de Mario, era carpintero y tenía con su hermano Uriel una maderera. Otros dicen que su padre en realidad no hacía mayor cosa; que vivía de “transferencias” de maestros. Un pacoreño a quien llamaremos Carlos*, que los conoció desde esa época, corrían los años 70, cuenta que mientras Eilen era “muy recatada y muy recta”, casi una santa, Ramón Elías Castaño era un hombre “mujeriego, toma trago y jugador”, “grosero, el típico gamonal de pueblo”. Y un hombre hábil en sus relaciones.
–Ramón sabía hacer política –explica Carlos –. Fue tesorero de Pácora. Le cargaba la maleta a Víctor Renán y a Ferney, cuando Víctor Renán llegaba a Pácora a la casa de Ramón. Y cuando Ramón iba a Manizales, él entraba a la Asamblea de Ferney como el principal. Ellos hacían política liberal.
Carlos se refiere a Víctor Renán Barco y Francisco Ferney Tapasco González. Ambos fueron políticos liberales. El segundo fue pupilo político del primero. En Caldas sucedió una especie de Frente Nacional provinciano. Fue en el período que comprende las tres últimas décadas del siglo pasado y la primera década de este milenio. Entre muy pocos se repartían alcaldías y la Gobernación del departamento como cuotas burocráticas. Los políticos protagonistas eran el liberal Víctor Renán Barco, reconocido congresista que ya murió; el conservador Ómar Yepes Alzate (hasta hace poco presidente del Partido Conservador) y el liberal Luis Guillermo Giraldo (quien trabajó en la reelección de Álvaro Uribe y se postuló en 2019 como candidato a la Gobernación). Durante años, se habló en Caldas de la coalición yepobarquista, denunciada ampliamente por periodistas regionales.
El eterno retorno caldense
Tapasco era amo y señor de la Asamblea de Caldas, pues fue diputado durante casi veinte años, once de ellos como presidente. Él era conocido por ser, según cuenta Fernando-Alonso Ramírez en su libro Cogito, ergo ¡Pum!, “la mano derecha” de Barco. Y, para algunos, era también “el encargado de realizar el trabajo sucio que su jefe necesitaba y por el que se hacía el de la vista gorda. Como un Rasputín lo describían sotto voce en círculos políticos del departamento”.
Tapasco construyó su prontuario desde 1978. Ese año fue condenado por concusión a 12 meses de prisión, luego de haberle cobrado dinero a una mujer cuando él era alcalde de Supía para que el hijo de ella no tuviera que pagar servicio militar. También fue condenado por parapolítica, por un acuerdo con el Bloque Cacique Pipintá de las AUC. Y su nombre se vincula a varios homicidios, como el de José Antonio Motoa Silva (1990) –aún impune–, el del profesor Orlando de Jesús Salazar (1992) –por el que Tapasco fue condenado por encubrimiento–, y los de Jorge Moreno e Iván de Jesús Galeano Londoño (2006) –aún en investigación judicial–. Tapasco se ha defendido diciendo que todos son cuentos del “blancaje de Manizales”.
En junio de 2015 fue condenado por el asesinato de Orlando Sierra como determinador. Según el libro de Ramírez, a Tapasco “le tocó ser el pacificador del occidente de Caldas”.
“¿Qué se puede decir del senador Renán Barco si no que es alguien que antepone intereses a escrúpulos, cuando respalda irrestrictamente a alguien con tales antecedentes? (…) Por ese camino, tendremos siempre a los congresistas respaldando a este u otros Tapascos (…) y a algún diablo riéndose de todos juntos mientras lee la teoría de Nietzsche del eterno retorno”, se preguntó Sierra Hernández en una columna de marzo de 1996, publicada en La Patria.
El cambio de vida por el gatillo de Ramón
En Pácora también se vivía ese provinciano Frente Nacional, y el padre de Mario Castaño era uno de sus protagonistas.
Carlos, conocedor de los entresijos políticos en el municipio, recita prácticamente de memoria:
–Pácora era conservador. Brutalmente conservador. El Concejo estaba casi siempre compuesto de siete conservadores y cuatro liberales. Dentro del grupo liberal, Ramón jugaba un papel muy importante. Ramón era el que hacía los mandados. Víctor Renán Barco le decía: lleve estos auxilios para arreglar esto y allá iba Ramón. Ramón era el que organizaba la fiesta y la cosa cada vez que iba Víctor Renán. Nunca tuvo un puesto importante. Fue a través de la política que empezó a hacer pinitos. Víctor Renán lo tenía en mucho afecto. Demasiado afecto.
Con todo, la vida familiar cambió de un momento a otro. En la noche de un domingo de finales de los 90, Ramón bebía en una gallera de Pácora. Entre riña y riña, trago de aguardiente que va y trago de aguardiente que viene, alguien le sacó una navaja. Posiblemente por algún peso de las apuestas, el gallo Ramón vio el brillo del filo dirigirse hacia él. Sin dudarlo, desenvainó un revólver. Apuntó a quien lo amenazaba, le disparó y lo mató de un balazo. El hombre quedó en el piso, en la mitad de la plaza del pueblo, igual que los gallos muertos. El padre de Mario Castaño fue capturado en flagrancia y llevado a la cárcel. Aunque no estuvo allí mucho tiempo. Declaró que había sido en defensa propia.
El mismo Carlos oyó el disparo.
–Después de eso sufrieron mucho económicamente –dice él, quien sigue viviendo en Pácora y en ocasiones pide no ser grabado mientras da su testimonio–. Ese fue el motivo por el cual el papá de Mario cayó en el ostracismo político. Porque ya era muy verraco salir a una plaza pública y presentar a tal senador o representante con él.
En ese entonces Mario Castaño ya trabajaba. Algunos dicen que empezó en La Galería de Manizales, tal vez levantando bultos. De cualquier modo, por los años en que su padre se aventuró a hacer justicia por sus propios medios, Castaño ya se había graduado del colegio Marco Fidel Suárez de Pácora y había hecho la carrera de Contaduría Pública en una institución de educación superior que hoy se conoce como Universidad de Manizales. Cuando estaba en el colegio, decían que era un amante del deporte: jugaba fútbol, voleibol y baloncesto. Decían que era un joven hábil para memorizar y para las matemáticas, aunque no era muy aplicado. Decían que era muy familiar. Y que desde pequeño se sabía cómo iba a ser después.
Eilen, la madre, cuenta en el video que “no existe amor filial más grande que el que les profesa Mario a sus hermanos: Néstor Jaime, el del medio, e Iván Darío, el menor, de quien se apersonó desde sus primeros días como lo haría un padre sin igual”. Fue Mario quien les abrió paso a sus hermanos para que estudiaran en universidades privadas de Manizales.
Carlos considera que Mario Alberto heredó el temperamento del papá, Néstor Jaime el de la mamá y que Iván Darío es una mezcla de los dos. Todo se les complicó con el lío de su padre.
–Las compañeras de Eilen la ayudaban pa’ poder levantar a los muchachos –afirma Carlos–. En seguida, pa’ mandarlos pa’ la universidad privada. Los tres se han formado en educación superior. ¿Ellos qué tenían? Nada. Una casa vieja de bahareque que Ramón tumbó y la fueron haciendo, y que la terminaron apenas llegó Mario Castaño a la Cámara.
La venia de Tapasco
En un perfil publicado por el periódico La Patria en marzo de 2014, que lleva por nombre Mario Castaño, el contador de votos, se lee: “Desde los 17 años, cuando empezó la universidad, trabaja en el sector público, con algunos lapsus en el privado”. En la universidad era “más bien fresco”, y al fresco se le contrapone el “analítico” y de “una memoria admirable”. Sacaba notas altas sin mucho estudio. Terminó su carrera a los 22 años.
Alcanzó a ser docente universitario, a trabajar en empresas privadas y a levantar a sus propios hermanos. Pero se consolidó como profesional en lo público: 23 años de su vida los dedicó a ser funcionario en diferentes entidades de la Gobernación, antes de ser congresista. Empezó en los 90, cuando la coalición yepobarquista dominaba el departamento. En la Gobernación, de la mano de los titiriteros de esos tiempos, aprendió cómo funciona el espectáculo de la política, y cómo se mueven los hilos secretos.
Antes de ser un político reconocido, el gamonal de la nueva era, el nuevo Tapasco, el nuevo Barco, entre 1989 y 1994 fue pagador, auxiliar de contabilidad, jefe de compras y jefe cotizaciones. La influencia de su padre Ramón en el yepobarquismo y la sagacidad le permitieron a Castaño escalar puestos. Llegó después a Empocaldas como jefe de contabilidad y presupuesto, cargo que ocupó entre 1994 y 1999. Empocaldas es una de varias empresas de servicios públicos encargada de las obras sanitarias del departamento.
Pero Castaño se afianzó todavía más en 1999 al entrar en la Industria Licorera de Caldas (ILC), una empresa industrial y comercial del Estado que dependía –y todavía depende– de la Gobernación de Caldas. La ILC es la joya de la corona, disputada por gamonales y políticos.
Según Carlos, allí aterrizó “bajo el brazo del Partido Liberal en un puesto de bajo perfil”.
–Él debió conocer a Tapasco porque no podía pasar por la Licorera sin tener su aval –asegura un periodista manizaleño que ha investigado su caso–. Eso es impensable. Llegó allá a punta de favores políticos.
El excontador de botellas que nadie quería
Alguien que conoció a Mario Castaño durante sus primeros años en la ILC, quien además fue su amigo y compañero de partido político y pidió no ser identificado, dice:
–El gerente por allá en 2003, cuando lo conocí, no quería a Mario porque él venía revestido de una mala fama. Quería sacarlo. Era Manuel Alberto Soto. Por eso, a Mario le quitaron todas las funciones de jefe de costos, y lo pusieron a leer solo prensa. Mario Castaño llegaba a la oficina, prendía el computador, leía la revista Semana y La Patria y quedaba desocupado.
Vorágine intentó contactar a Soto, pero hasta la publicación de esta historia no habíamos obtenido respuesta de su parte.
Como sucede ahora en muchas entidades públicas, los puestos eran botines políticos en medio de tensiones entre partidos y padrinos. Los titiriteros buscaban mantener a sus marionetas. Adolfo*, el hombre que cuenta que no querían a Castaño, fue una persona muy cercana a Víctor Renán Barco, algo así como su confidente. Cuando habla, recuerda los episodios con nitidez. Adolfo cuenta que Emilio Echeverri fue el último gobernador de la coalición yepobarquista, en 2004. Echeverri era conservador y cuando llegó a la Gobernación negoció con Ómar Yepes seis secretarías. Al intentar hacerlo con Víctor Renán Barco, el político liberal le dijo que eso no era con él, que “la parte política la manejaba don Ferney Tapasco”. Entonces, como parte de los políticos y funcionarios de las huestes liberales, Mario Castaño y otros se hallaron a sí mismos en un limbo.
Adolfo está seguro de que nadie lo quería en ese entonces. Castaño andaba en una camioneta blanca con llantas de segunda. Había engordado. No era un hombre que cuidara de su apariencia personal: camiseta rota, cicatrices en la cara, barba desaliñada. Dado que le habían recortado funciones, quedaba sin hacer mayor cosa gran parte del tiempo. Eso sí, como contador público era bueno con los números, entonces hacía rápido los cálculos de costos de los productos que se necesitan para producir las bebidas alcohólicas: azúcares, alcohol, la mano de obra, etcétera.
Pero había quedado sumido en una oficina a la que él mismo bautizó como celda, mirando sin ver la prensa.
–Bienvenido a mi celda –le decía Castaño a Adolfo en 2007, cuando trabajaba en la ILC de la que Manuel Alberto Soto era gerente.
¿Astuto o inteligente?
La figura de Castaño generaba preguntas dada su cercanía con Ferney Tapasco. Varias personas aseguraron para este perfil que cuando trabajaba en la joya de la corona de Caldas, Castaño hijo tenía muy buenas relaciones con quien fuera condenado por parapolítica y por el asesinato de Orlando Sierra. Otras preguntas surgían por sus amistades en la ILC.
Por ejemplo, en 2007 apareció como representante legal de la empresa distribuidora de Licochocó un amigo de Mario Castaño y coterráneo de Pácora. Se trataba de Mario Alberto Montes Gil, una persona de dinero que figura como propietario de dos lotes en Pácora. Mario Montes resultó luego siendo gerente de otra distribuidora, Licoquindío, y se radicó como comerciante y empresario en Armenia.
Mario Castaño tuvo otro amigo que fue jefe suyo en la Licorera. Fabián* es hoy administrador de un importante establecimiento comercial de Manizales. Mira fijamente a los ojos y parece saber más de lo que expresa. Viéndolo ir y venir en su oficina y dirigir a sus empleados, parece un tigre paciente esperando para lanzar el zarpazo. Ha vivido tanto que refleja no tener miedo. Dice que Mario Castaño ya no es su amigo, por más de que hubieran trabajado juntos. Según él, por sus gestiones Castaño llegó a ser candidato a la Cámara. Lo conoce bien y asegura que Castaño lo traicionó y que hasta le robó dinero.
–Por la intermediación en las licoreras se sacan más o menos 860 mil millones de pesos –anota Fabián, tras mostrar unos papeles que mantiene guardados en su escritorio–. En todas las del país, en un año. Todas tienen el mismo sistema. Se hace una licitación, uno solo se gana la plata, y se sacan entre 5 y 6 mil pesos por botella.
Para Castaño, entrar a la ILC fue un trampolín político y económico, pues esa “intermediación” que señala Fabián era manejada por amigos suyos. La ILC es, hoy por hoy, una de las principales fábricas de bebidas alcohólicas de Colombia y eso la ha convertido en un botín por el que históricamente pelean las facciones partidistas. Fuera de los puestos que ofrece, actualmente maquila bebidas alcohólicas para Chocó, Caquetá y Putumayo. Tiene presencia en todos los departamentos y exporta una gama variada de productos a 22 países (desde ron y aguardiente hasta ginebra y crema de ron). A partir de 2016 (año en que estaba en crisis, en parte gestada por Castaño) hasta hoy ha reportado utilidades por 335 mil millones de pesos, e ingresos para el departamento por 191 mil millones. Por ley, estos últimos deben ser invertidos en salud, deporte, cultura y educación.
La ILC representa una oportunidad muy difícil de superar para quien quiera enriquecerse a costa de ella. Sin mencionar el monopolio de la producción de bebidas alcohólicas, establecido por ley. Mario Castaño supo entenderlo. Más de diez años trabajó en la compañía.
El senador era, según afirma Fabián, un hombre astuto. Algo en lo que concuerda el representante José Octavio Cardona León, subgerente administrativo de la ILC entre 2001 y 2003, amigo del senador y su socio político en el Partido Liberal durante los últimos años. Cardona también fue concejal de Manizales de 2008 a 2014 y su alcalde, de 2016 a 2019. Para esa campaña, la esposa del entonces representante Castaño, Gloria Lucía Betancur Ciuffetelli, fue la mayor aportante de los particulares, con 40 millones de pesos. Cardona y Castaño hicieron fórmula juntos para las elecciones de 2022: Castaño para el Senado y Cardona para la Cámara de Representantes.
Tras varios intentos infructuosos por hablar con Cardona sobre su amigo, esto fue lo que dijo por teléfono:
–Lo conocí en 2003. Yo tenía que consultarle muchos documentos a él. Era el hombre que costeaba la empresa. Yo le pedía datos para tomar decisiones. Puedo hablar de la persona: siempre he visto a Mario como un hombre hábil, inteligente y trabajador.
Fabián, como jefe de Mario Castaño en la ILC, expresa que no toleraba su apariencia. Una vez lo regañó porque iba a trabajar con la camiseta rota. Pero, eso sí, como trabajador se diferenciaba de otros porque era muy rápido para desarrollar las tareas.
–No es lo mismo ser astuto que ser inteligente –cree Fabián–. La diferencia entre un hombre inteligente y astuto es el tiempo. El inteligente pondera todos los elementos y juega a largo plazo. Dura en el tiempo. Y para durar en el tiempo tiene que estar dentro de la ley. No hay otra forma. Mario, por demás, es un hombre astuto.
Según el exjefe y examigo, Castaño logró ser un político distinto. Mientras la mayoría se caracteriza por una inteligencia en las relaciones, por una capacidad para recordar nombres y mantenerse abiertos al saludo, él tenía inteligencia para los números; inteligencia para sumar y restar botellas, para sumar y restar puestos, contratos y votos.
Y, aparte de astuto, sabía ser leal. Varias personas que trabajaron con él en la Licorera cuentan que era buen amigo. Cuando todavía tenía la camioneta blanca con llantas de segunda era capaz de destinar todo un fin de semana a ayudarle a alguien que requería, por ejemplo, vender un producto que se le iba a perder. Para su familia siempre estuvo ahí, sobre todo antes de haber escalado en el Congreso. Los hermanos lo consideran como otro padre. Para ellos, la captura y el juzgamiento social han sido una tormenta. Tal vez por eso, su madre y sus hermanos prefieren no hablar con la prensa.
Expresan sus amigos que Castaño es un padre y un hermano cariñoso, pendiente de su familia. Adolfo, el examigo y excompañero de partido político, recuerda que Castaño les regaló un apartamento a sus cuñadas. Aún hoy, después de que estalló el escándalo de ‘Las Marionetas’, Castaño tiene amigos que afirman haber trabajado sin problema a su lado; que dicen que es responsable con su familia y que durante la pandemia les ayudó a muchos. De hecho, es socio fundador de la Fundación Beato Esteban Maya Gutiérrez, creada en Pácora en 2016 para ayudar a los más vulnerables del municipio.
En una sola cosa coinciden la familia y quienes ahora no lo quieren: con el poder se volvió un hombre lejano.
El ascenso y la expulsión de la Licorera
Adolfo cuenta que Castaño es buen conversador, que tiene “chispa” y que es de humor picante. Con frecuencia les hacía chistes a sus amigos: “¿No tiene tiquetes para niños?”, preguntaba, por ejemplo, cuando se acercaba a comprar un pasaje para una persona de baja estatura.
Su época de estar aislado en la Licorera y ver pasar las horas revisando La Patria no iba a durar mucho tiempo. En 2007, amigos suyos empezaban a ocupar cargos importantes en la Licorera y él ya conocía los números fundamentales del negocio de las bebidas alcohólicas. Entonces decidió postularse como presidente del Sindicato de Trabajadores de Bebidas Alcohólicas (Sintrabecólicas).
Con su chispa y su capacidad de conversación hizo campaña con el eslogan de “Sí se puede”. Y sí se pudo, si bien no por él solo. La verdad es que sin sus amigos de entonces no habría podido. “¡Hay que votar por Mario! ¡Hay que votar por Mario!”, repetían y repetían, para alentar a su candidato. Pero no fue una victoria contundente, como serían sus victorias en la Cámara y el Senado. Quedó empatado con otras dos personas con 114 votos. Y, como hombre astuto, ganó por un as bajo la manga: llegó a ser presidente del sindicato porque se inscribió de primero.
Aunque aún era un hombre gordo –llegó a pesar más de 130 kilos–, como presidente del sindicato decían que, a partir de ese momento, “iba a caber en todas partes”. Y sí cupo en todas partes, por más de que sus detractores demandaron esa elección porque decían que Castaño no solo quería un gran espacio para él, sino para sus amigos. Denunciaban que tenía personas a cargo y eso violaba la Convención Colectiva del Sindicato. Sin el dinero para responder la demanda, pensó en retirarse. De los $ 3 millones que se ganaba solo le entraban $ 700 mil, pues debía pagar las deudas y el colegio de sus dos hijos. Sus amigos le insistieron en que siguiera adelante. Para defenderse, tuvo que pedir un nuevo préstamo.
Tras ganar la demanda, pasó de ser un paria a un omnipresente. Además, en 2008 llegaron a la Gobernación Mario Aristizábal y, a la gerencia de la ILC, Carlos Arturo Fehó. Con ellos, Mario Castaño adquirió un mayor protagonismo como presidente de la Subdirección del Sindicato en Caldas. Él asesoraba a Aristizábal y a Fehó constantemente en las distribuciones; era su mano derecha. Sin embargo, la luna de miel fue corta. En 2010 a Castaño lo declararon persona non grata y lo expulsaron del sindicato.
Le criticaban haber promovido, en 2008, una reestructuración del personal que lo beneficiaba a él y a las directivas pues permitía ubicar a varios amigos en importantes puestos de la ILC. Líderes sindicales denuncian que en total fueron unas 30 personas entre amigos de Castaño, cercanos de la Gobernación, exconcejales y exdiputados. También denunciaron que se destinó una suma demasiado alta de dinero para una publicidad al Once Caldas y que hubo una venta muy barata de unos lotes a la Universidad Autónoma. Según un líder sindical, quien pidió no ser nombrado en la historia, Castaño hizo parte central de todos estos hechos.
Su éxito en el sindicato de la Licorera fue breve, pero sustancioso.
En 2010, Carlos Arturo Fehó fue condenado por interés indebido en celebración de contratos y falsedad ideológica en documento público por un contrato de distribución de licores en el Valle del Cauca. Él todavía se defiende diciendo que fue un chivo expiatorio. Y Mario Aristizábal no terminó su período como gobernador porque fue destituido y luego inhabilitado para ejercer cargos públicos.
De la Licorera a la política
Bernardo es un líder sindical que prefiere ocultar su identidad verdadera. Conoció a Castaño en la época en que este debía pedir prestado para pagar el colegio de sus hijos. Lo recuerda como un hombre de alianzas oscuras. En un café de Manizales, en un rincón escondido, Bernardo pide no ser grabado. Mira a un lado y a otro. Confiesa que alguna vez su vida corrió peligro, pero que el cobarde deja de ser cobarde cuando vence el miedo.
–Mario Castaño es un bandido –concluye–. No hay más cómo definirlo. Ha estado relacionado con lo peor del departamento.
Habla de cómo Castaño se benefició del ascenso de Fehó y de Aristizábal. Y recuerda que a pesar de haber sido expulsado y de que lo hubieran declarado persona non grata por la reestructuración de la planta del personal de la ILC, logró seguir en la empresa por un breve período y ser nombrado primero como gerente financiero encargado y, luego, como gerente comercial, también por encargo.
–Castaño había logrado el control de la distribuidora de licores del Chocó con Mario Alberto Montes Gil –dice Bernardo, quien parece no especular; habla rápido y quedo–. Había montado, en momentos en que los acuerdos se hacían entre las gobernaciones, una estructura similar a la de ‘Las Marionetas’, gracias a la cual ya se sabía en manos de qué distribuidor iban a terminar las licitaciones.
Aún no regía la Ley 1816 de 2016. Los decretos y leyes anteriores estipulaban que para coordinar distribuciones solo era necesario un acuerdo entre las gobernaciones. En una entrevista con La Silla Vacía, Castaño respondió así a la pregunta sobre su participación en una red nacional e internacional de distribución de licores: “Tengo un gran conocimiento al respecto. Trabajé casi 16 años en eso y soy una de las personas del país que más sabe del monopolio de los licores. He trabajado con el comercio de licores, es lo que a mí me gusta y sé hacer. El resto, obedece a lo que la gente especula”.
Hoy, el exsenador Castaño se autoproclama como uno de los padres de la Ley 1816 de 2016, por la que se especificó que los recursos de las licoreras deben reinvertirse en salud y educación en los departamentos, y se modificaron las distribuciones, que pasaron a manos de particulares.
–Hay un factor de riesgo de corrupción muy alto cuando se hacen operaciones en el marco de lo privado, como pasa con las licoreras. Esto lo vuelve todo más difícil de identificar, de escrutar, porque muchas veces no llevan el mismo parámetro que exige el uso de recursos en otros ámbitos públicos –comenta Andrés Hernández, director de Transparencia por Colombia.
Hernández se refiere a que las industrias licoreras son propiedad de los departamentos y, sin embargo, se rigen contractualmente por el derecho privado, con el fin de que puedan competir en el mercado. Pese a esto, no dejan de ser objeto de la Ley 80 de 1993, el Estatuto General de Contratación de la Administración Pública. Una ambivalencia que ha dado lugar a numerosas discusiones y debates.
Castaño aprendió a ser todo un titiritero en la ILC. Y aunque en el momento de su salida tenía varios enemigos, había adquirido un abundante caudal político y poseía contactos, amigos, fichas: comenzaba a acumular sus propias marionetas. De esa época, según Adolfo, viene la relación con Mauricio Botero, un mega contratista del Estado, conocido como el zar del aguardiente. De acuerdo con otra fuente, Botero decía que Mario Castaño trabajaba realmente para él. Lo mismo decía Mario Montes. El buen titiritero sabe que lo mejor es que sus marionetas crean que tienen vida propia.
En junio de 2012 se fue definitivamente de la Licorera de Caldas por problemas de salud y líos con su nuevo gerente, Francisco Quintero Delgado, durante la Gobernación del actual senador Guido Echeverri Piedrahíta. Así fue como comenzó a mover los hilos para lanzarse a la Cámara.
En Pácora recuerdan con asombro la forma en que, antes de las elecciones al Congreso de 2014, las carreteras del norte de Caldas y sus inmediaciones se llenaron de pendones y propaganda de Mario Castaño como candidato a la Cámara de Representantes por el Partido Liberal. La pregunta básica que se hacían era la siguiente: el hijo de Ramón, el carpintero; de familia de carpinteros y artesanos, al que siempre veían como uno más o uno menos, ¿de dónde había sacado tanta plata para hacer una campaña de esas magnitudes?
Una historia de La Patria titulada Mario Castaño, el contador de votos hace mención a una empresa de maquinaria pesada con la que “mantuvieron en buen estado durante la campaña algunas vías en Caldas, lo que ha generado suspicacias de sus contradictores”. Castaño hacía campaña arreglando carreteras o prometiendo arreglarlas. Él se defendía argumentando que solo ponía la maquinaria, y que la comunidad contribuía con la gasolina y pagaba la mano de obra.
No desaprovechaba oportunidad para ponerse un poncho o un sombrero, y andar por plazas y parques como quien visita su finca privada. A algunos de los pueblos llegaba en carro. Ya para la época no tenía la camioneta blanca sino un Audi. A otros municipios, más alejados, llegaba volando. “Todo el mundo lo veía en helicóptero, pero no declaró esos gastos para esa campaña”, dice un periodista de Manizales que lo investigó. Castaño saludaba a unos con mucho entusiasmo y chistes, a otros con un lacónico estrechón de manos. Iba acompañado de dirigentes del Partido Liberal, concejales o alcaldes, y eran ellos quienes le organizaban reuniones con los líderes de los municipios. Los eventos políticos se transformaban con facilidad en largas bebetas.
Cuando había fiestas en los pueblos, se sentaba a tomar aguardiente(algunas veces él mismo llevaba las botellas de Aguardiente Platino del Chocó). Lo esperaban salones comunales con grandes parlantes, bombas rojas y blancas, y sillas Rimax. Iba de fila en fila dando la mano, con paso cansino y seguro. No era carismático, pero saludaba a quienes lo esperaban. Se tomaba fotos aquí y fotos allá. En la campaña, siempre había algo de comida para que la gente no se fuera.
Lo suyo no eran las ideas sino el intercambio entre votos y ayudas inmediatas. Él lo llamaría “gestión y ejecución”. Por eso, los discursos eran cortos. En ellos decía frases como: “hay que sacar a esos güevones del poder”, refiriéndose a cualquier contrincante de turno. Esas sesiones no duraban mucho, a no ser que después se convirtieran en fiestas de música vallenata y popular, sus preferidas.
En el perfil del diario La Patria se dice que Castaño “siempre ha tenido presente que más que plata, necesita contactos”. Como el que le sirvió para entregar en Pensilvania, Caldas, 43 cajas de dientes antes de las elecciones de 2014. Se las dio a personas de escasos recursos. La gente entonces salió, con una nueva sonrisa, a votar por él.
Todavía no era un hombre rico, aunque sí con poder y con ansias de más. Tenía un motel en el centro de Manizales, que abrió en 2011 y cerró en 2014, antes de las elecciones.
Según Cuentas Claras, para la campaña a la Cámara en 2014 recibió $ 465 millones, de los cuales $ 234’402.388 fueron aportes directos de Castaño o de sus familiares, y $ 230’798.946 fueron créditos, donaciones o contribuciones de particulares. De esos $ 465 millones, en lo que más gastó dinero fue en propaganda electoral ($ 202 millones) y en transporte y correo ($ 165 millones). No aparece registrado el pago por los viajes en helicóptero. ¿De dónde sacó Castaño los casi 174 millones que se aportó a él mismo si como trabajador de la Licorera de Caldas ganaba solo $ 3 millones, y lo otro que tenía era un motel en el centro de Manizales? ¿Cómo hizo para movilizarse en helicóptero durante la campaña?
La campaña sorpresa de las disidencias liberales
La historia oficial de la campaña de Castaño a la Cámara en 2014 la cuenta el representante a la Cámara Octavio Cardona León:
–En 2009 se murió el senador Víctor Renán Barco y Caldas quedó sin senador, pero con representante a la Cámara: la doctora Adriana Franco, jefa política del Partido Liberal durante esos años. Ella aspiró en 2014 a ser senadora y quedó libre el espacio para la Cámara. En ese momento, la doctora Adriana tomó la decisión de apoyar como candidato a José Fernando Mancera Tabares, y un grupo de liberales conformaron un equipo que se llamó Disidencias Liberales. Mario Castaño se postuló a la Cámara como parte de ese grupo y se creía que no tenía mayor alcance. Pero Mario consiguió cerca de 26 mil votos, y Mancera 12 mil, y en ese momento ocurrió una cosa muy curiosa: no salió Adriana. Su candidato tampoco. Y Mario, que era el de las disidencias, sí salió. Y, al no haber senador, casi automáticamente quedó como jefe del Partido Liberal en Caldas.
Castaño llegó a la Cámara con 26.060 votos. Ocupó la tercera de las cinco curules del departamento, después de dos candidatos del Partido de la U. Logró más del doble de los 12.234 votos de Mancera Tabares, quien luego fue candidato a la Alcaldía de Manizales y años más tarde estuvo en casa por cárcel por violencia intrafamiliar; el proceso finalizó por vencimiento de términos. Adriana Franco, la de la línea tradicional de Víctor Renán Barco, solo obtuvo 25.898 votos, cuando debió haber logrado más de 40 mil para quedarse con la curul.
Mario Castaño fue oportuno. Se aprovechó de que varios congresistas y miembros del Partido Liberal y de otros partidos, incluido el hijo de Ferney Tapasco –el excongresista condenado Dixon Ferney Tapasco– fueron investigados por parapolítica, por su relación con el excomandante caldense de las AUC ‘Ernesto Báez’, y el Bloque Cacique Pipintá, que operaba en el norte del departamento; justo donde está Pácora, donde nació Mario Castaño. Así lo recuerda Adolfo:
–El Partido Liberal entra en desgracia por la relación con el paramilitarismo. Los miembros de las listas de Caldas por el partido fueron procesados y encarcelados por esto. Eran listas de relleno. Estaban Emilio (Enrique Emilio Ángel Barco), Dixon, un payaso y un estudiante.
El apellido Castaño pesa más que sus kilos
Castaño era uno en sus discursos y otro en su estrategia política. Mientras que empezaba a fungir como el nuevo cacique, hizo campaña prometiendo acabar con los cacicazgos: “Tenemos un objetivo único y es democratizar las decisiones al interior del liberalismo, en el que vamos a construir una colectividad para acabar con los cacicazgos y las oposiciones que han sumido al partido en crisis en estos últimos seis años”. Tras las legislativas de 2014 y su posterior elección como presidente del Directorio Departamental del Partido Liberal, no había decisión que no pasara por sus manos. Ya en 2017 era reconocido por ser uno de los superpoderosos del Eje Cafetero, según La Silla Vacía.
Castaño se caracterizaba por saberse mover entre diferentes partidos. De acuerdo con varias fuentes, sus relaciones no eran ideológicas sino de intereses. Era escurridizo, sin importar que pesara más de 130 kilos. Como representante aparece como coautor de varios proyectos de ley que fueron archivados: uno establecía beneficios tributarios para la reconstrucción de Mocoa, otro era sobre uso del agua y uno más sobre regulación de la publicidad de productos comestibles ultraprocesados. También es coautor de dos proyectos de acto legislativo (para modificar la Constitución) en cuestiones de regalías y del derecho fundamental al agua; y ambos también fueron archivados. Y fue ponente del presupuesto de la nación de 2016 y de 2017.
Siempre fiel a sus raíces, fue ponente de los proyectos de ley que pretendían brindarles honores a municipios como Salamina (Caldas) y Belmira (Antioquia), y de uno que buscaba rendirle homenaje al exsenador Víctor Renán Barco, protagonista del Frente Nacional provinciano del yepobarquismo, y considerado por Castaño como “el padre del municipio colombiano”. Pero ninguno de ellos prosperó.
Algunos de los que sí vieron la luz fueron los proyectos para capitalizar Satena (Ley 1924 del 19 de julio de 2018) y para crear “mecanismos para la lucha contra la evasión” (Ley 1739 del 23 de diciembre de 2014). Ocho años después, el representante ponente de la ley de “lucha contra la evasión” aceptaría ser el jefe de una organización caracterizada por evadir los controles a la contratación pública.
Fuera de ello, no es cierto que haya participado como ponente ni como autor de la Ley 1816 de 2016, de la que se autoproclama como padre. Su papel parece que estuvo detrás del escenario. Eso sí, el que ahora se dice el titiritero de ‘Las Marionetas’ supo escalar hasta la Comisión Legal de Cuentas, en donde tenía que ver directamente con el balance general de la nación, la hacienda pública y los movimientos financieros y organizacionales de las más de 350 entidades del Estado que disponen de recursos públicos.
Historia de una traición
A Mario Castaño lo recuerdan en ese período como representante sobre todo por una traición y por varias ausencias. Cuando en 2016 se estaba discutiendo le ley de licores y el monopolio estatal de bebidas alcohólicas destiladas, que terminó en la Ley 1816 de ese año, tomó la palabra en un foro en Bogotá y dijo que había sido presidente de la Subdirección de Caldas de Sintrabecólicas, que había trabajado mucho tiempo en la ILC y que era un experto en licores. Como no era muy conocido, la gente le creyó. Todavía más, el entonces ministro de Hacienda, Mauricio Cárdenas.
–Como Mario Castaño había sido el presidente de la Subdirección de Caldas –dice el sindicalista Bernardo–, todos pensamos que se iba a solidarizar con la causa sindical. Pero no lo hizo.
Sintrabecólicas era un actor relevante para la discusión. Ellos querían que se mantuviera el monopolio estatal de todo el procesamiento de bebidas alcohólicas destiladas, desde la producción hasta las distribuciones. El gobierno de Juan Manuel Santos impulsaba una reforma para disminuir el poder de los monopolios estatales y abrirle paso a la privatización de este mercado. Los del sindicato pensaron que Castaño los iba a acompañar oponiéndose a que las distribuciones quedaran en manos de particulares. Pero el representante les dio la espalda.
–El ministro de Hacienda le ofreció a Castaño puestos en la Fiscalía y otras instituciones –dice Bernardo, mirando fijamente, casi sin parpadear–. Le ofreció ser ponente de la Ley de presupuesto nacional. Mario Castaño se olvidó de que había sido sindicalista. Al ser ponente, pasó de tener alcance departamental a nacional. A través de la Ley 1816 logró ese propósito, además porque tenía un conocimiento adicional en licores. No le importó que, en un comienzo, él hubiera sido contradictor de esa ley.
El giro de Castaño fue peculiar. Se movió como una marioneta al viento. En 2014 le hacía control político a Mauricio Cárdenas para luego volverse ponente de la ley de presupuesto, justo en el año en que se aprobó la ley de licores. Con esta última, que aún rige, licores como el aguardiente y el ron se volvieron más caros por el impuesto del 25 %, con el argumento de que esto ayudaría a disminuir su consumo. Los departamentos comenzaron a recibir más recursos. Y las distribuciones pasaron a los particulares a través de licitación. Eso sí, se mantuvo el monopolio de la producción de los licores destilados (como aguardiente y ron).
Vamos a votar por el ausente
Mario Castaño casi pierde la investidura por ausentismo. El Consejo de Estado admitió en 2018 una demanda por inasistencias a las plenarias del Congreso. Castaño era un hombre enfermo. Así lo dijo el ente supremo de lo contencioso administrativo:
“En el caso concreto y a partir de las pruebas aportadas al proceso, está plenamente acreditado que el Representante a la Cámara Mario Alberto Castaño Pérez padece desde el año 2004 de varias enfermedades que le han impedido asistir a las sesiones, por lo que, dada su condición, debe tenerse en cuenta la especial protección que la normativa constitucional y legal le brinda para el desarrollo de sus funciones. Como se verá más adelante, la situación de enfermedad comprobada del congresista demandado fundamenta las múltiples incapacidades que le han sido dadas durante el periodo 2014-2018, sin que ello implique que no esté en el deber de justificar sus inasistencias, en la forma en que lo establece la Ley 5 de 1992 y el Reglamento de la Cámara de Representantes”.
Esta demanda fue interpuesta por el abogado Johann Wolfgang Patiño Cárdenas. El demandante argumentó que el entonces representante había faltado a más de seis sesiones plenarias en las que se votaron proyectos de ley o de actos legislativos, sin justificación válida, durante un período legislativo. Arguyó que en más de una oportunidad, y de acuerdo con la información que el congresista publicaba en su Twitter o Facebook, Castaño no sesionaba sino que asistía a programas de televisión, a reuniones con el expresidente César Gaviria, a campañas políticas en el Tolima, el Chocó y el Quindío. Incluso apareció en un viaje a Cuba.
La defensa del exrepresentante hasta cometió errores de digitación en la respuesta a la demanda. En lugar de escribir “inasistido” escribió “insistido”. Más allá de este descuido, su respuesta estableció que una cosa era la fecha de publicación del mensaje en redes sociales y otra, la fecha en que había ocurrido. Dijo que se puede corroborar su asistencia en las gacetas del Congreso. Que las autoridades del Congreso le dieron los permisos. Que en algunos casos se trataba de ausencias a sesiones en las que no se votarían proyectos de actos legislativos. Que su salud había estado crítica y había necesitado constantemente de revisiones médicas. Adjuntó pruebas de soporte. Incluso, afirmó que en algunas ocasiones sí faltó y que no tenía excusa. En fin, que la demanda solo se había instaurado a partir de “indicios”, y que los “indicios” no eran pruebas.
El Consejo de Estado mantuvo la investidura del representante. Alegó que, aunque no hubiera votado en algunas de las sesiones, sí había asistido. Es decir, que el verbo rector era “asistir”, no “votar”. Dijo que no se podía constatar la fecha de las publicaciones en las redes. Y que, a pesar de sus viajes a Cuba y a departamentos como el Chocó, no llegó a sumar más de seis inasistencias injustificadas en un período legislativo, las requeridas para una pérdida de investidura. En total, logró sumar 76.
Sobre el estado de salud de Mario Castaño, esto dice una persona que lo ha tratado y que lo acompañó durante un tiempo:
–La primera operación fue en 2008, el sleeve o manga gástrica. Él pesaba 137 kilos, cuando yo lo conocí a principios de los 2000. Después se hizo el bypass, en noviembre de 2018. Antes de esa operación era un tipo obeso, hipertenso, diabético, dislipidémico. Tiene un antecedente de un tromboembolismo pulmonar que casi lo mata.
Un padre de la patria herido de poder
Es un hombre enfermo, lleno de cicatrices. Esos problemas de salud coincidieron con un aumento de poder, cuando pasó de representante a senador de la mano del expresidente César Gaviria, director nacional del Partido Liberal. Y con un aumento de ostentación de su dinero.
Según Carlos –el pacoreño del comienzo de esta historia–, era ya normal que el hijo mayor de Mario Castaño llegara a Pácora en un carro Audi, o que Castaño padre fuera al pueblo rodeado de una caravana de escoltas. Cuando alguien pasaba por El Cable de Manizales, justo al frente de la parte trasera del Juan Valdez, podía encontrarse con un Audio amarillo convertible –un auto que en el mercado de hoy cuesta, nuevo y en su versión más sencilla, $ 280 millones–, parqueado a la entrada del edificio Torres del Cable, en donde Castaño tenía apartamento y donde hacía reuniones políticas y con amigos. Se decía también en voz baja que las bacanales de Castaño eran de largo aliento, de “tiro largo”, pues duraban todo un fin de semana.
Los diciembres en Pácora eran famosos por la pólvora y el desenfreno.
–Yo recuerdo una anécdota de las Fiestas del Agua –narra otra persona, Arturo*, quien ha pasado sus vacaciones decembrinas en ese municipio del norte de Caldas–. Las Fiestas las hacen cada dos años. Era 2016, quizá. Hacen muchos eventos y uno de ellos es el Encuentro de Comparsas o de Colonias, por toda la calle principal de Pácora. Es un desfile de tres o cuatro horas. De un momento a otro, se nos vino al final del desfile una carroza. Era un cabezote de una tractomula. Y Mario Castaño estaba sentado sobre la mula, borracho y repartiendo aguardiente.
El aguardiente que repartía era el Platino del Chocó (hasta regalaba botellas en las anchetas de Navidad). Si a Castaño en el Congreso no le importaba guardar ciertas formas, mucho menos en esas fiestas, en las que se vive una disipación feliz. Desde campesinos y arrieros, maestras y estudiantes, hasta políticos y amas de casa las sienten con fervor, como si se tratara de celebrar la sobrevivencia de un año más. Las calles llenas, la música de diciembre y popular a todo volumen, todo el pueblo dispuesto.
Esa noche, Arturo –este no es su nombre verdadero– caminó por la cafetería al lado del colegio Marco Fidel Suárez –donde estudió Castaño–, que se convierte en cantina para las fiestas. Como todo empieza temprano, es normal ver borrachos por ahí a las 10 de la noche. A esa hora, más o menos, Arturo vio a alguien doblado en una mesa. Al principio, no le pareció extraño. Se acercó un poco más. Miró fijamente y se sorprendió: era Mario Castaño. En ese entonces no estaba operado. Estaba gordo, derramado sobre una mesa, solo y aturdido. Arturo miró de nuevo y dijo:
–Ay, mirá, un padre de la patria.
Le quiso tomar foto; no lo hizo por prudencia. Esa, la imagen de Mario Castaño borracho o cargado para llevarlo a la casa, era común en Pácora, igual que en Manizales.
–Mario tenía tres pasiones –dice Carlos, el pacoreño–. El trago era una. Los bacanales eran terribles. La otra, que combinaba con esta, era la pólvora. El 31 de diciembre se quemaba pólvora desde faltando un cuarto pa’ las 12 hasta la 1 de la mañana. Eso era una cosa brutal. No eran dos voladores; llevaban gente experta a quemar pólvora una hora entera. Uno decía: cuánta plata vale eso, de dónde la habrán sacado. La gente a las 11:30 ya se iba a ver la pólvora de Mario Castaño. Eso era una tradición. Aunque otras personas alegaban que no dejaba dormir. Siempre pasaba eso de la pólvora. Sagradamente. Y la otra pasión eran las mujeres. El trago, las mujeres y la pólvora eran sus mayores debilidades.
Con esa forma de ser llegó al Senado y aumentó su influencia política. El mismo Castaño se adjudica el hecho de que, gracias a él, el liberalismo apoyó al entonces candidato Iván Duque, en la segunda vuelta de las presidenciales de 2018, tras haber apoyado en primera vuelta a Humberto de la Calle.
En la campaña con la que llegó a la Cámara Alta reportó ingresos por $ 567 millones, esta vez con muchas más contribuciones de particulares: $ 460 millones (en la campaña de 2014, él solo se puso 174 millones; en la de 2018 no se prestó nada). El Partido Liberal, por ejemplo, fue el mayor aportante: le dio $ 90 millones. En lo que más invirtió fue en gastos de propaganda electoral, materiales y publicaciones ($ 321 millones), en servicios de transporte ($ 106 millones, de los cuales un solo vuelo chárter entre San José del Guaviare y Manizales le costó $ 16 millones y el transporte el día de elecciones le costó $ 29 millones) y en actos públicos ($ 88 millones).
Un mes más tarde de ser elegido como senador, ya se sentaba junto a César Gaviria en reuniones de bancada. Las sillas le quedaban estrechas, y se codeaba con cualquiera que se le atravesara, incluido el expresidente Álvaro Uribe. A juzgar por la foto del 4 de abril de su cuenta de Instagram, ya con su curul en el Senado asegurada, más que la mano derecha, era la mano izquierda del expresidente Gaviria. En la reunión desayunan a manteles senadores de peso como Julián Bedoya, Horacio José Serpa y Luis Fernando Velasco. Pero ninguno de ellos está sentado al lado del expresidente. Castaño sí.
Poco a poco, el representante bonachón, de ancha panza, que caminaba como cargando dos cuerpos, se fue convirtiendo en un senador de cuerpo frágil y cabeza grande; un hombre de mirada analítica, marcado por las cicatrices, consciente del poder adquirido y con ambiciones mayores. A finales de 2018, gracias a su operación de bypass, ya no pesaba 130 kilos sino 94. Y mientras bajaba de peso, aumentaba su patrimonio individual y familiar. En 2020 su declaración de renta reportó ingresos por casi $ 890 millones. Dicen que el poder se volvió su fuente de vanidad.
–Cuando yo soy senador y tengo la información privilegiada, yo me doy el lujo de ir donde alcaldes y gobernadores y decirles, por ejemplo, si les gustaría tener unas canchas, porque va a salir una partida –explica Tomás*, un hombre que ha trabajado en entes de control y conoció a Castaño hace unos años–. Les digo que vayan montando el programa, y que apenas se apruebe la ley, ellos deben ir de primeros a esta empresa que es la que dirige tal persona, mientras yo, el senador, me encargo de hacer aprobar el proyecto. Les digo que ellos van a quedar como quienes gestionaron eso y que yo me vuelvo su padrino desde el Senado.
Todo se hace a partir de la asignación de cupos indicativos. Según el columnista de Portafolio y de La República Alejando Ramírez V. –investigador en economía– gracias a ello los congresistas “reciben un cupo presupuestal, creado previamente, que pueden manejar, en teoría, para cubrir necesidades sociales en sus regiones. Pese a esto, pueden elegir a dedo a qué alcalde se le asigna, a qué contratista se le da la obra o licitación, e, incluso, la Corte Constitucional en 2001 conceptuó que pueden ‘sugerir’ las obras” que se realizan.
Tomás afirma que la gran corrupción se da ahí, en el manejo del presupuesto nacional hacia los departamentos y municipios, cuando “los entes territoriales están pobres”. Mucho más si el presupuesto nacional se conoce tan bien como las propias cicatrices del cuerpo, como sucede en el caso de Mario Castaño.
Todos salen en la foto
Y así como Castaño se conocía las cicatrices del cuerpo, se conocía también el Congreso. Entre 2016 y 2017, mientras estuvo en la Cámara, hizo parte de la Comisión Cuarta o de Presupuesto, y fue miembro de la Comisión Legal de Cuentas los cuatro años que fue representante. Desde que llegó al Senado en 2018 fue coautor de 32 proyectos de ley de diferente naturaleza, hizo llave con la Presidencia de Iván Duque y, un año más tarde, fue elegido presidente de la Comisión Cuarta del Senado, la encargada de las regalías, el Plan de Desarrollo y algunos temas fiscales y financieros de la nación. Para esa elección votaron por él desde senadores conservadores como Juan Samy Merheg Marún, hasta de izquierda como Ayda Abella. En 2021 fue el coordinador ponente del presupuesto de la nación para 2022. Tuvo en sus manos de titiritero $ 350,4 billones.
Se convirtió, a la sazón, en un congresista con injerencia a nivel nacional en el presupuesto público. Casi siempre con vestido negro y de corbata roja, en el Congreso aparecía en videos con Gustavo Bolívar celebrando fugaces victorias conjuntas, en reuniones junto con toda clase de funcionarios (ministros, viceministros, altos consejeros, procuradores, contralores, directores); proponiendo salidas para sacar adelante proyectos, hablando de tú a tú con todo el mundo (por ejemplo, sale en una foto del 10 de febrero de 2020 junto a Armando Benedetti, celebrando el cumpleaños en Cartagena del entonces presidente del Senado, Lidio García Turbay).
Castaño promovió junto a Carlos Felipe Mejía, exsenador del Centro Democrático, el presupuesto de la nación para el todavía inexistente Aeropuerto del Café, un proyecto que ha tenido toda clase de tropiezos en cuatro décadas, pues los líderes políticos y económicos de Caldas no se han puesto de acuerdo. Hace poco, el actual alcalde de Manizales, Carlos Mario Marín (el mismo que firmó un imaginario convenio bilateral con la nación de papel de Liberland), en una visita del presidente Gustavo Petro, dijo que era un “aeropuerto de las élites”, y alborotó aún más el avispero alrededor del proyecto.
“Yo siempre seré amigo del poder”
Carlos, el pacoreño, cuenta que en sus campañas Castaño siempre decía: “A mí no me pidan oposición a ningún gobierno, yo seré amigo del poder; amigo del gobernante de turno”. Incluso sobre el actual alcalde de Manizales, en sus palabras su “contradictor político”, dijo en diciembre de 2020 en una entrevista para Eje 21: “Él es muy querido (…) Lo han dejado solo en el tendedero”.
No es un secreto que Juan Felipe Jaramillo Salazar, exsecretario de TIC y Competitividad de la Alcaldía de Marín, es tío de Mario Castaño: es medio hermano de María Eilen Pérez Salazar, la madre del senador. Varias fuentes aseguran, sin embargo, que Jaramillo Salazar es un “técnico” y que el hecho de que un tío de Mario Castaño hubiera estado en la Alcaldía de Marín es solo una coincidencia o una jugada política del alcalde.
Pero Castaño no solo es conocido por ser amigo de los gobernantes de turno.
–Marica, abran la jeta –dice él, en un video publicado en 2019 por Noticias Uno–. Metan el culito, papitos, porque así es que es bueno. No puede ser que las encuestas nos dicen que Camilo barra en Supía, que en Riosucio también puede ganar, y tenemos que darle por el culo a los demás y estemos dizque divididos. El doctor Guido ya va de salida, va a ser exgobernador. Ese güevón en tres meses entrega, ya no se va a quedar en esto. ¿Y qué nos queda a nosotros? Poner a este gobernador, el que sigue y el que sigue.
El senador, que se hizo elegir con más de 73 mil votos, estaba en Anserma (Caldas) haciéndole campaña a la Gobernación al hoy diputado Camilo Gaviria Gutiérrez, hijo de la exsenadora y política uribista Adriana Gutiérrez, y primo del expresidente César Gaviria Trujillo. Gaviria Gutiérrez se lanzó por el Centro Democrático y el Partido Liberal lo apoyaba. Perdió. Y aunque el Partido Liberal también perdió la Alcaldía de Manizales, los candidatos que apoyaba Castaño ganaron 15 de 27 alcaldías del departamento.
El senador Castaño tenía garantizado un poder en Caldas. En 2018, más de la mitad de su votación, casi 48 mil votos, la obtuvo allí. Luego fueron claves Risaralda, pues fue el segundo liberal más votado en ese departamento (casi 8 mil votos) y Bogotá, con 4.352 votos. Al mismo tiempo, había avanzado en la zona andina y en parte del pacífico: en Tolima (3.212), en Quindío (1.467), en Chocó (1.370), en Antioquia (1.221) y Valle del Cauca (852). Su reto para el próximo cuatrienio era ganar espacios en Cauca y Chocó, consolidar el Eje Cafetero y avanzar en departamentos como Caquetá y Cundinamarca. Y probablemente lo hubiera conseguido, de no ser porque el espectáculo de ‘Las Marionetas’ se develó.
La caída del titiritero
–Yo soy una persona cercana a la casa Gaviria –le dijo Mario Castaño a un portal de noticias del Quindío–. Por circunstancias de la vida, el día en que Colombia pierde con Japón 2 a 1 en el Mundial pasado, el doctor César Gaviria y su hijo Simón Gaviria me ponen una tarea, y es la de arropar al doctor Roberto Jairo Jaramillo, quien es su amigo, en unas aspiraciones políticas futuras. Me dicen: tú te encargas de hacer estos ejercicios. Y me toca a mí hacer esa labor de padrino. Las tareas que a uno le encomiendan hay que hacerlas de la mejor manera.
Jaramillo es el actual gobernador del Quindío, elegido por el Partido Liberal y los apoyos del Partido de la U, Cambio Radical, la Alianza Social Independiente y Colombia Renaciente. Mario Castaño tenía la venia de la Casa Gaviria para convertirse en el padrino político del Eje Cafetero. Pero en marzo de 2022, días antes de las elecciones en que esperaba su reelección, Castaño recibió una llamada que frenó en seco todos sus proyectos.
Iba en caravana de Neira hacia Aranzazu (Caldas) con la campaña de Octavio Cardona a la Cámara de Representantes. Esa es una carretera destapada y serpenteante entre montañas y lomas, que se vuelve aún más peligrosa cuando llueve, como llovía esa noche. La caravana se detuvo. Mario Castaño se bajó del carro con el celular en la mano. Todo el mundo se preguntó qué pasaba. No le importaron la lluvia ni las sugerencias de quedarse en el carro. Quería estar solo para hablar por celular; que solo lo oyeran las montañas. La llamada duró 27 minutos. Volvió a subirse a su camioneta. Algunas fuentes dicen que también se bajó Cardona, quien iba en su camioneta gris, cuatro carros detrás de él. Cardona dice que no se bajó. ¿Por qué recibió esa llamada Castaño, y por qué se demoró tanto y paró toda la comitiva?
–A Mario le entró una llamada del señor Daniel Coronell, le estaba contestando una entrevista –recuerda Octavio Cardona, en conversación telefónica.
Una marioneta es un muñeco movido por hilos. Es un sinónimo de títere y se conecta fácilmente por su sonido con el nombre de Mario. En medio de una tormenta, Mario Castaño confirmó que otra tormenta estaba a punto de suceder, y seguramente deseó que solo fuera de agua. Pero no. La Fiscalía le abriría investigación y Semana revelaría unos audios en los que aparecía su voz diciendo: “Hay que pensar primero en el billete, güevón, uno tiene que ser empresario primero que ser político, güevón, usted es muy bobo, güevón”. Era una conversación sobre los Centros de Diagnóstico Automotor en el Chocó y en el Cauca, y sobre la prórroga de un contrato de licores en el Chocó, que dejaría utilidades anuales por 15 mil millones de pesos durante quince años. Una prórroga de un contrato de licores que se basó en la Ley 1816 de la que él se proclama como el padre.
‘Las Marionetas’ funcionaban, según la medida de aseguramiento de la Corte Suprema de Justicia, con Castaño en el centro como senador de la República. Él tenía el conocimiento de hacia dónde se destinaban las partidas y en qué temas específicos se invertirían los recursos. La lobista Nova Lorena Cañón hacía los contactos con las alcaldías y con diferentes programas territoriales como Escuela Taller de Salamina. De otro lado, Juan Carlos Martínez, el prófugo, quien por lo demás atendía a los alcaldes en Bogotá y dormía en el apartamento de Castaño en esa ciudad, era el contacto con los diferentes contratistas, entre los que están Santiago Castaño. Daniela Ospina era quien administraba los recursos.
Una investigación posterior, liderada por el Observatorio de Transparencia de la Universidad de Manizales (Otra), muestra cómo la red en general operaba en los 12 municipios caldenses en los que tenía incidencia Castaño: Villamaría, Neira, Salamina, San José, Chinchiná, Samaná, Risaralda, Pácora, La Merced, Marmato, Palestina y Aguadas.
En esos municipios, entre el 1 de enero de 2020 y el 11 de octubre de 2022, algunas empresas celebraron hasta 54 contratos. La investigación halló 18 empresas y fundaciones que recibieron contratos. Algunos representantes legales de esas compañías tienen relación con Mario Castaño, con Octavio Cardona o con alguna de ‘Las Marionetas’, pues aparecen en celebraciones en sus redes sociales o apoyaron sus campañas.
“Rostro trabajado a golpes de hacha, mirada fiera y mentón agudo”
César Montoya Ocampo, un escritor y político conservador caldense, muerto en 2019, retrató a Castaño con un “rostro trabajado a golpes de hacha (…) mirada fiera y mentón agudo”. Fuera de los adjetivos grecoquimbayas de “rubicundo” y “tiznado”, aparece una frase que lo define en momentos en que debe tomar decisiones (como el que vive ahora): “Ligeramente adiposo, se mueve con decisión, mucho olfatea y luce pétreo carácter mandón”. Estos tiempos contrastan con la manera en que se mostraba cuando estaba en la cúspide de su poder. Jactancioso.
–A mí las tres veces que estuve en reuniones con él me pareció un patán –relata una persona que asistía a encuentros políticos mientras Mario Castaño era senador–. Era un morboso. Llegaba a reuniones oliendo a trago y con una jerga de mafioso que le podía. El modo de expresarse de él no es del agrado de cualquiera. De entrada tú ya sabes él qué quiere y qué busca.
Esto contrasta con la imagen de hombre de familia, de apoderado de sus hermanos, la figura de abuelo orgulloso, de hijo responsable y cuidadoso y de esposo y padre dedicado; imagen que no dudan en esbozar sus amigos, familiares y allegados, o que él vende muy bien en sus cuentas de Twitter o Instagram. Se ha mostrado como alguien hecho a pulso, que con esfuerzo estudió un posgrado en Gerencia Financiera de la U. Autónoma, y una maestría en Administración del Instituto Tecnológico de Monterrey (México).
Su amigo Julián Andrés Pineda López, empresario y dueño de dos bares en Manizales, dice que es “un amigo inmejorable y leal”. Pineda asegura por WhatsApp que mientras trabajó con él como parte de la lista al Concejo de Manizales por el Partido Liberal “nos dio a todos los integrantes plenas garantías electorales”. Él fue apoyado por Castaño y ganó, pero perdió la curul por contratos de publicidad con la ILC.
Sin embargo, a Castaño le ha antecedido desde hace unos años su propia sombra, como una especie de mito vivo. Es cierto que en Manizales el chisme y la palabrería son más rápidos que la luz. Pero según lo sucedido con ‘Las Marionetas’, no son simples murmullos. Entre los rumores se habla de poder y de dinero, de compra de votos y de injerencias, de fiestas y de mujeres. El senador, pese a eso, había permanecido impoluto, solo expuesto a cierto rechazo moral y social por parte de algunos. Por eso fue una real sorpresa verlo escoltado por agentes del CTI de la Fiscalía el pasado 7 de junio.
Un rey tras las rejas
Era una noche fría en Bogotá. A las afueras del Capitolio, el senador se disponía a entrar en su camioneta blindada. Iba de vestido, con corbata roja y blanca. Los agentes del CTI lo abordaron. Él se había alcanzado a subir en el puesto de copiloto. Ahí, lo enfrentaron y uno de ellos le leyó los motivos de su captura. No mostró resistencia. Con ojos curiosos y algo altaneros esperó a que leyeran la orden, se dejó esposar y se entregó. De esa captura hay otra foto, ampliamente difundida. En ella apareció con los agentes a lado y lado, vestidos de negro; uno de ellos con chaleco antibalas y un compartimento en el que decía “Explosivos”. El senador solo miraba a un lado, hacia un objeto que no se alcanza a apreciar. En la imagen tenía un tapabocas negro en el cuello. Así, esposado y pensativo, con semblante abstraído y la barba de unos días sin afeitar, fue escoltado al búnker.
Entonces surgieron las hipótesis. No son pocas ni carecen de truculencia. ¿Por qué cayó el senador justo ahora?, ¿qué ocasionó su debacle?, ¿por qué él y no otros que hacen lo mismo, en un sistema político caracterizado no tanto por sus manzanas podridas sino porque el podrido es el tallo, la raíz misma?
El todopoderoso senador que se codeaba con el entonces presidente Iván Duque, con expresidentes, ministros, alcaldes y otros congresistas, quien no tenía miedo de alardear en reuniones sobre su poder y sus alcances, a quien no le importaron demasiado las maneras; ese hombre que había logrado tener su propio castillo con varias reinas, de repente quedó tras las rejas.
Dentro de su caso, la Fiscalía interceptó 3.535 llamadas en las que aparecen nombrados ministros, gobernadores, congresistas, el contralor, la procuradora general y hasta la mamá del hoy expresidente Duque. Hay 107 mencionados en los audios, 60 indiciados de estar vinculados y 37 capturados, entre ellos los alcaldes de La Merced, Villamaría, Aguadas y Samaná (Caldas), Balboa (Risaralda), Armero (Tolima), Alcalá (Valle del Cauca) y Suárez (Cauca).
–Lo que hemos visto es que esos senadores que están involucrados en casos de corrupción son los que menor desempeño tienen en proponer reformas o proyectos de ley, o en hacer grandes debates de control –afirma Andrés Hernández, director de Transparencia por Colombia–. Son los que tienen mucho poder los que pasan de agache. Esa falta de visibilidad es muy favorable para cumplir con sus propósitos. Para ser presidente tienes que tener un músculo político muy fuerte, y capacidad de negociación de muy alto nivel. Definitivamente deja mucho qué decir el cargo que tenía el senador, pero a su vez el tiempo que llevaba desempeñándose en esas instancias, y el hecho de que haya sido reelegido para ser senador sin importar que haya estallado el escándalo.
En septiembre de 2022, con ocho meses de diferencia con la escena de la Feria de Manizales en la que era amo y señor del departamento, se acogió a sentencia anticipada por 19 delitos. Se incluyen concierto para delinquir agravado, interés indebido en la celebración de contratos, tentativa de peculado por apropiación, concusión y estafa agravada. Es decir, Mario Castaño aceptó ser, en palabras de la Corte Suprema de Justicia, el “líder de una organización criminal que lapidó recursos de la contratación pública”. Aceptó ser el titiritero.
De Castaño a oscuro
Mario Castaño, después de las elecciones de 2022, estaba tranquilo. Había sido reelegido con 68.351 votos –solo 5 mil menos de su primera elección al Senado– sin importar que se publicaran los audios.
¿Estará tranquilo en este momento? Dicen que está sereno y, al tiempo, un poco preocupado. Sus enemigos se lo imaginan tomando whisky a sus anchas (una botella en La Picota vale más o menos $ 700 mil). Otros afirman que se prepara, que hace ejercicio, que espera el momento, que analiza su situación para saber cuánto revelará, que mueve todavía sus hilos de titiritero. Su familia atestigua que está triste, algo abatido.
Con seguridad pasa sus días calculando, acostumbrado como está a las peleas. La Corte Suprema aún no dicta condena, y el Consejo de Estado aún no ha fallado sobre su pérdida de investidura. Castaño sacó los votos, pero no se posesionó. Todavía en la cárcel siguió recibiendo su sueldo de senador.
Aunque debería preocuparse. El Partido Liberal perderá su curul en el Senado. ‘Las Marionetas’ empezaron a declarar: Daniela Ospina Loaiza, su novia; Nova Lorena Cañón, la lobista; Santiago Castaño, contratista parte de la organización. La extinción de dominio hecha por la Fiscalía le confiscó bienes y sociedades avaluados en más de $ 25 mil millones; su hijo mayor está siendo investigado por ser parte de cuotas burocráticas de la Federación Nacional de Departamentos y su esposa, porque su nombre aparece en 23 bienes.
De la columna de Montoya Ocampo hay otra frase que reluce: “De Mario Castaño me agradan sus denuedos, su descarado entusiasmo para el comando de las guerras. Es un gladiador y brilla su espada centelleante en el barrizal de la política”. En todo caso, más allá de adjetivos centelleantes, para Castaño es normal estar en medio de la guerra; está habituado a enfrentarse en juzgados, por ejemplo. Tiene un historial de 31 procesos judiciales. Uno de ellos por enriquecimiento ilícito, que precluyó en 2014. También hay investigaciones por corrupción, pugnas que él mismo propició por mostrar su poder, demandas que él ha interpuesto, líos en el Consejo de Estado, asuntos personales que se le han salido de las manos, cuentas pendientes con la Licorera. En medios se han publicado las investigaciones que le siguen la pista por compra de votos, constreñimiento al elector y designación de personas como parte de cuotas burocráticas en entidades como la Registraduría.
Hace rato que la situación del senador que aceptó haber incurrido en por lo menos 19 delitos pasó, por usar un lugar común, de Castaño a oscuro.
Las versiones del porqué no cesan de crecer. Quizá fue una combinación de poderes, en el bajo y en el alto mundo, y una seguidilla de malas decisiones y de palabras que no debían decirse en medio de una borrachera. El buen titiritero no se expone como Castaño se expuso. Queda, por consiguiente, la duda de quién más caerá con el tiempo y una pregunta central: ¿Mario Castaño era la marioneta de qué titiritero?
* Nombre cambiado por petición de la fuente.