16 de mayo de 2022
Fue en un bar. Allí la fecundaron. Jorge Díaz, Antonio Mercero y Agustín Martínez bebían unas cervezas en el centro de Madrid. Conversaban sobre sus trabajos como guionistas de series y películas. Cansados de la rutina, los tres concluyeron que sería bueno escribir juntos, a seis manos, una novela policiaca. Se fueron ebrios de alcohol y emociones. Un par de días más tarde uno de ellos telefoneó y les dijo que no echaran en saco roto la idea.
Los tres comenzaron a reunirse un par de veces por semana en el mismo bar para hacer la novela. Porque una cosa es hacerla y otra escribirla. Dos meses más tarde de aquellos rigurosos encuentros escribieron el argumento. Después, como venían de conocer todos los detalles de las técnicas del guion, trazaron una escaleta, lo que los escritores tradicionales llaman: la estructura. Más tarde se dividieron los capítulos por igual. Uno hacía el comienzo, el otro el nudo y el otro el final conservando la hoja de ruta de la escaleta. Se dieron un plazo. Entregaron. Pero, además, realizaron una tarea de edición en la que por cada una de las seis manos pasaron las otras partes del libro. Tenían una novela: ‘La novia gitana’.
En el mismo bar, se vieron ante un problema o ante una inquietud: ¿Se verá bien que firmemos los tres una novela?. Concluyeron que no. Le dieron vueltas al asunto en medio de más cervezas y les surgió una idea: ¿Y por qué no inventar una escritora? ¿Por qué no darle vida también a un personaje ficticio, que firme sus libros? ¿Pero y cómo la llamamos? Uno de ellos dijo: Carmen. Y otro respondió: ¡mola! Como muchos saben, mola es una expresión española que, curiosamente, proviene de los gitanos, y significa algo así como “¡Me gusta!”. De modo que el tercero de ellos concluyó: “Carmen Mola, suena muy bien”.
Se echaron a reír porque quien dijo mola lo utilizó como expresión y no como apellido, pero no le dieron más vueltas, ese sería su nombre, ya la habían fecundado un año antes, la habían gestado en nueve meses, la habían parido unas semanas atrás y ese día en el mismo bar la bautizaron: Carmen Mola. En menos de un año el nombre de esa escritora se convirtió en uno de los éxitos literarios más sonados en el mundo de los libros de ficción en habla hispana.
‘La novia gitana’ también le dio vida a otro personaje: la inspectora Elena Blanco. Tras el éxito le siguieron las novelas ‘La red púrpura’ y ‘La nena’, donde Elena sigue siendo la protagonista de estos thrillers policiacos que en ventas ya superaron los 250 mil ejemplares vendidos. Ante el boom, en los corrillos literarios se preguntaban quién era esa escritora, esa tal Carmen Mola que estaba cosechando miles de lectores y la estaba rompiendo en ventas. Y aquí fue donde estuvo una de las elecciones más exitosas de Jorge, Antonio y Agustín.
En España es casi que tradición que los escritores busquen a una o un representante literario, de modo que el día que la consiguieron para ofrecer su novela a las editoriales le pidieron que ella se reservara el nombre de los tres, que negociara por ellos, que asistiera a las reuniones que tuviera que asistir, no querían ser protagonistas de nada, solo querían que sus letras hablaran por ellos. La sencillez del que hace y no solo dice. De modo que el secreto se puso en marcha. Incluso, en reuniones algunas personas les aseguraban a Agustín, Antonio y Jorge que habían conocido a Carmen Mola, ellos en silencio reían.
El siguiente paso
Sin darse cuenta el siguiente paso literario que quisieron dar fue el final de un secreto guardado por más de cuatro años. No dejarían atrás a la inspectora Blanco, pero se propusieron otro reto: escribir una novela histórica, de época, de mucho más largo aliento. En esta etapa debían investigar mucho más, tratar de ser exactos en los datos, ser verosímiles y entretenidos. Volvieron a practicar la misma metodología y en un año tuvieron una novela a la que titularon ‘La Bestia’.
A quienes conocían el secreto de Carmen Mola y que tuvieron la oportunidad de leer el borrador les pareció que esta historia era de premio, de modo que los animaron a enviar el manuscrito con el mismo seudónimo al Premio Planeta, aunque esto suponía un despropósito, si ganaban el concurso las normas exigían revelar el nombre del autor. Sí o sí, era obligatorio.
Uno de ellos o quizá los tres no creían que fuera posible ganar el premio teniendo en cuenta que en las ediciones pasadas los datos arrojaban que en promedio más de mil novelas se postulaban con seudónimos al concurso. La enviaron, y ganaron. Debieron cumplir la promesa y revelar que Carmen Mola “no había querido salir del bar a recoger su premio y los había enviado a ellos porque eran quienes tecleaban sus novelas”. A pesar de la vanidad de la fama, han decidido que Carmen Mola seguirá viviendo y seguirá firmando las novelas, y seguirá utilizando sus dedos para, como decía Stephen King, escribir historias palabra por palabra.
El podcast
Vorágine tuvo la oportunidad de encontrarse con los tres guionistas y hablar de cómo nació Carmen, revelar detalles de sus técnicas de escritura e indagar sobre la novela que desnudó el secreto, La Bestia. Aquí puedes escuchar la entrevista: