26 de octubre de 2022
—¿Qué pasó, viejito? Vamos a darle pues mijo.
—No, no, muy bravo pa’ mí.
—¿Para eso te viniste con nosotros?
—No, ya fue mi sueño…
Es una conversación entre Héctor Núñez Ramírez, de 47 años, y un grupo de migrantes venezolanos que lo acompañan en su travesía por la selva del Darién, en la frontera con Panamá. Las palabras están contenidas en un video de 1 minuto y 3 segundos que le llegó a la familia de este ciudadano colombiano, no como una prueba de supervivencia sino como una fatalidad: Héctor, después de grabado el video, habría muerto de un infarto fulminante en el tercer campamento de esa selva, conocido como ‘Armila’, sector La Bruja. Quería conquistar el sueño americano.
El video solo fue divulgado ocho días después, el 15 de septiembre, por migrantes que ya estaban en Centroamérica con acceso a internet. Corrió el clip por las principales redes sociales y grupos de WhatsApp. Mostraba a un hombre cansado, tirado en el piso, y también la impotencia de unas personas viéndolo sin poder hacer nada. Nada.
A Héctor no lo socorrieron. Nadie le cumplió su deseo de que lo llevaran, seguramente cargado o apoyado. Solo se le veía su rostro exhausto. Estaba vestido de camiseta gris, sudadera y botas pantaneras, y cargaba un bolso negro. Por un momento se le notó delirar del cansancio. Todos los que lo acompañaban tenían el mismo objetivo de él, intentar llegar a Estados Unidos.
El drama que atraviesa su familia en Cali, en el suroccidente colombiano, hace parte de la grave crisis humanitaria que por estos días se vive en este paso irregular de migrantes rumbo a Centroamérica y Estados Unidos, padecimientos que inician cuando llegan a los municipios de Necoclí (Antioquia) y Acandí (Chocó), principales puertos de salida de embarcaciones repletas de personas que buscan llegar a la selva del Darién.
Tan solo este 11 de octubre la Defensoría del Pueblo de Colombia emitió una alerta humanitaria por la crisis de los migrantes cuando llegan a estos municipios colombianos y luego cuando intentan cruzar el Tapón del Darién. Datos actualizados de la entidad muestran que, en lo que va de 2022, han cruzado la selva rumbo a Panamá más de 150.000 personas, 16.000 migrantes más que las que cruzaron esta zona de América en todo 2021.
De acuerdo con cifras del Grupo Interagencial de Flujos Migratorios Mixtos y de Migración de Panamá, referenciadas por la Defensoría del Pueblo de Colombia, mientras en enero de 2022 cruzaron la frontera 4.415 migrantes, en agosto lo hicieron 31.055. Tan solo entre el 24 y el 30 de septiembre se reportaron 14.000 salidas de migrantes, lo que refleja un incremento en comparación con la semana anterior, que tuvo un registro de 12.000 personas.
Cuando Vorágine buscó cifras consolidadas con Migración Colombia, esta entidad informó que ellos solo manejan estadísticas de “detecciones de contrabando” por la frontera con Panamá, pero no de “pasos por la selva”.
En todo caso, los números de la crisis humanitaria son impactantes. Se estima que actualmente hay 9.000 migrantes represados en Necoclí, mientras esperan ser embarcados hacia algún punto de la selva del Darién para iniciar su travesía de casi una semana. Les están vendiendo los pasajes hacia Acandí para viajar cuatro días después, tanto en la ruta por la zona urbana como por el corregimiento de Capurganá.
Las familias de estos migrantes, quizás, han contado con la fortuna de poder saber de ellos al estar sus seres queridos en territorios que cuentan con algún tipo de comunicación, pero el caso de los parientes de Núñez Ramírez es distinto: desde el 7 de septiembre pasado su familia solo ha navegado en un mar de incertidumbre.
Ese día, Héctor salió de la Terminal de Transportes de Cali hacia Medellín, teniendo como destino final Necoclí, municipio del que llamó a su familia en la madrugada del 9 de septiembre para decir que estaba bien y que estaba listo para abordar una lancha que lo llevaría a un punto de la selva del Darién. Desde entonces, no hay rastro alguno de él, más allá del frío video grabado en la fangosa selva donde de fondo se escuchan grillos y otros cantos de animales silvestres, un territorio de 266 kilómetros entre Panamá y Colombia al que miles de personas entran, pero del que muy pocas salen en su búsqueda de una nueva vida.
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De acuerdo con el Grupo Interagencial sobre Flujos Migratorios Mixtos (GIFMM), co-liderado por la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) y el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), desde 2014 hay registros de al menos 83 casos de desapariciones y muertes de personas en tránsito por el Tapón del Darién, de los cuales 34 (41 %) corresponden a 2021 y 2022. Este mismo organismo estima que el 63 % de los migrantes que cruzan por esa selva son de nacionalidad venezolana, y que el porcentaje restante está representado, principalmente, por ecuatorianos, cubanos, haitianos, senegaleses e hindúes.
Los registros de colombianos que deciden migrar por esta zona del continente solo están en los reflectores de los medios, autoridades y organismos de derechos humanos cuando suceden casos como el de Héctor Núñez Ramírez, de quien hoy no saben nada, ni autoridades ni familiares. Desde Vorágine contactamos a voceros del Servicio Nacional de Fronteras de Panamá, Senafront, y a Migración Colombia, pero ninguno dio información precisa de los casos de colombianos desaparecidos en la frontera.
Por el lado del organismo panameño solo indicaron que actualmente tienen registro de dos casos de dos personas de Cali que salieron rumbo a la selva del Darién y de las que no se sabe nada; en uno de ellos ya contactaron a sus familiares en Estados Unidos para indicarles que habían logrado recuperar el cuerpo sin vida de la persona. En el otro, no confirmaron que fuera el caso de Héctor.
Luna eterna
Han pasado más de 35 noches desde entonces. 35 lunas en las que Francia Ramírez, de 85 años, madre de Héctor, no ha podido dormir ni ocho horas de corrido. A veces ni siquiera cinco. Otras noches hasta pierde la cuenta del tiempo que pasa desvelada dándole vueltas a la misma noticia: su hijo está muerto y su cuerpo está en medio de la selva del Darién sin ser recuperado, como se lo han dicho tres personas a uno de sus sobrinos, Jean Carlo Ramírez.
Otras veces se altera pensando en que podría estar vivo, por lo que dicen algunos migrantes en redes sociales. Su esperanza vuelve a encenderse y quizás solo así puede conciliar el sueño tranquila. Pero la esperanza se marchita pronto y se da cuenta de que la pesadilla la vive despierta. La incertidumbre de la desaparición es así. La ausencia se lleva todas las certezas.
La migración por esta zona del continente está desbordada. Datos entregados la semana pasada por la OIM en Panamá indican que 2022 cerraría con una cifra de 200.000 migrantes que entraron a ese país centroamericano por la frontera con Colombia, frente a los 133.726 de 2021. Todo esto sin contar los datos del Senafront sobre la muerte, este año, de 26 personas que intentaron cruzar el Tapón del Darién, la mayoría de ellos por ahogamiento, según el portal de periodismo Efecto Cocuyo.
La familia de Héctor, que espera noticias de él desde la casa materna en el barrio Nacional de Cali, está conformada por su mamá, 8 hermanos y hermanas, y más de 10 sobrinos. No tiene hijos ni esposa. Ellos solo se quedaron con la última frase que él les soltó por teléfono a las 4:00 a.m. de aquel 9 de septiembre, les decía que estaba bien y que la lancha que lo llevaría a la selva del Darién ya iba a salir. En su bolsillo llevaba $4.000.000 que logró reunir con dos giros que le pusieron su hermana Flor y su sobrina Shirley, y lo que quedó de la venta de varios productos antes del viaje.
Dijo en su comunicación: “Ya no me llamen, los llamo cuando esté en Panamá o en la frontera con Estados Unidos. La lancha me deja en la selva del Darién y allá ya no entra señal. Chao”. Desde entonces, no hay contacto alguno, pero sí tres mensajes por WhatsApp y Facebook que Jean Carlo, sobrino de Héctor, ha recibido con noticias de su familiar. Se trata de personas que supuestamente iban con él y que confirman que murió exhausto en medio del fango y la espesa maraña verde de la selva tropical. Le hablan de un infarto fulminante como la posible causa de muerte.
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Unas pistas
Desde Vorágine decidimos tomar contacto con varias personas que han mencionado el caso en grupos de Facebook que están relacionados con la migración por la selva del Darién, uno de ellos llamado ‘Darién La selva entre Colombia y Panamá’, creado el 18 de julio de 2022 y que ya tiene más de 56.700 miembros.
En esa página, miles de personas se dan cita a diario para comentar todo tipo de informaciones en torno a rutas, preparativos y casos de migrantes por esta zona.
“Vea, lo que pasa es que las personas que lo miraron muerto no se han podido comunicar porque van en su travesía, muchos están presos en Migración, pero la verdad es que ya murió, lamentablemente. Cuando ellos puedan conectarse y comunicarse lo podrán explicar mejor, ya que el viaje no es fácil. Igual al cruzar a Estados Unidos nos detienen”. Es lo que asegura una mujer en un cruce de mensajes con este medio. Otras más reafirman lo dicho por ella a través de comentarios, y dos usuarios dicen que Núñez Ramírez está con vida.
La bendición de su madre y el anhelo de darle a su familia un mejor futuro fueron los motores para emprender una migración desde Cali hasta Estados Unidos. También influyó que Héctor Marino llevaba entre cuatro y seis meses viviendo en Ipiales, Nariño, donde ayudaba a viajeros de diferentes partes del mundo, principalmente haitianos, a pasar de Colombia a Ecuador. Era ‘coyote’, creía haberlo vivido todo en ese trabajo con migrantes y estar preparado para lo que fuera.
En Facebook una persona, identificada como Camilo Agudelo respondió a nuestro mensaje y dijo en un audio que tan pronto pudiera hablar con tranquilidad iba a contarle a Vorágine todo lo que pasó con Héctor.
“Yo apenas tenga la posibilidad de comunicarme con usted lo voy a hacer, lo que pasa es que yo todavía me encuentro viajando. Entonces cuando pueda hablamos, si quiere hacemos videollamada, no le digo que ahora la hagamos porque estoy con la batería bajita del celular. Apenas esté allá (Estados Unidos) me comunico con usted y le cuento bien todo lo sucedido. Hasta quizás mañana no podamos hablar porque al llegar a Migración estadounidense yo entrego el celular y me quedo allá retenido. Yo voy a desinstalar todas las redes sociales porque el celular me lo revisan, pero después espere mi mensaje, sí le voy a escribir”.
Aunque su nuevo mensaje nunca llegó, en la página Urabá Sin Límite Noticias, de esa misma red social, hay un video en el que este joven habla y cuenta lo que habría sucedido con el caleño, a quien ya conocía porque Héctor le ayudó a sacar la cita del pasaporte en Cali, para que pudieran salir juntos el 7 de septiembre desde la capital del Valle. Agudelo, Núñez y dos personas más hicieron la ruta Medellín-Necoclí en bus, y Necoclí-Capurganá en lancha, antes de llegar a la selva del Darién.
Ya en la travesía por el Tapón del Darién, según el audio inicial de Agudelo, esto fue lo que pasó: “Antes de llegar al primer campamento esperamos al señor Héctor, pero no llegó. Nosotros decidimos continuar porque nos iba a coger la noche para llegar al campamento Armila y tener carpa y demás, sitio al que no llegamos porque nos quedamos en medio de una zona pantanosa y con plataneras. A las 8:30 (de la noche) me llegan los venezolanos que grabaron el video y me dicen que Héctor había fallecido, yo no lo podía creer, no sabía qué hacer, era desesperante. No sé si me van a criticar o qué, pero yo no me podía devolver porque era la selva del Darién y mi vida iba a correr peligro”.
Este relato coincide con las palabras de un líder de la región que le contó a Vorágine, vía WhatsApp, que pudo hablar con una persona que recorrió el camino de Héctor Núñez Ramírez y le dijo que el colombiano no había sobrevivido. La fuente entregó detalles desconocidos hasta el momento de las circunstancias en las que estaría ubicado el cuerpo del caleño:
“Lo que yo sé de este caso, por ciertas personas que estuvieron ahí, es que él murió. Está en el lado panameño. A él lo cubrieron con unas hojas, fue lo que me dijeron. Está al lado de un camino. Es lo que yo sé sobre el tema. Es básicamente eso lo que pude yo investigar del tema de este señor de Cali. ¿Qué más te puedo decir de ese tema? Está en un lugar bastante difícil como para que las autoridades del Senafront, de Panamá, lleguen por el cuerpo. Aún Panamá sigue con su búsqueda, a la espera de al menos poder recuperar el cuerpo. El señor sí falleció, eso está confirmado”.
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Jean Carlo Ramírez, padre de familia de un niño de año y medio, aún recuerda que su tío Héctor siempre era el más detallista con todos en la familia, más con la nueva generación.
A las hijas e hijos de sus hermanos, por ejemplo, la última vez les regaló gorros, guantes y bufandas que llevó a Cali desde Ipiales, donde vivía desde enero, tras pasar Año Nuevo con todos. “Él decía que la mejor lana estaba allá, que por eso esos regalitos especiales para uniformar a todos los niños”, recuerda Jean, como todos le dicen en la casa.
Mientras conversa, cuenta detalles de la vida de su familiar que pueden sonar a paradojas de la vida, pues Héctor, antes de salir hacia la selva del Darién, se dedicaba a pasar migrantes que decidían ir de Colombia a Ecuador por la frontera con Nariño, territorio que tiene una extensión de 586 kilómetros. La mayoría eran haitianos. Todos en su casa en la capital del Valle recuerdan aún la última vez que lo vieron, en el bingo bailable al que lo invitó Shirley el 3 de septiembre. La fiesta estuvo tan buena que se acostaron a las 5:00 a.m. del día siguiente.
Héctor es recordado por ser un amante del baile y de la vida en familia, también una persona acostumbrada a guerrear con la vida. Todos estas semanas sin él, dicen sus familiares, han sido de penumbra. Desvelo. Doña Francia Ramírez lo nombra todos los días desde entonces. Shirley, su sobrina, y Jean Carlo Ramírez, sobrino en segundo grado, por momentos hablan de él en presente, otras en pasado. La esperanza habla por ellos.
“A él le dio el arrebato por irse, por irse, por irse… Esa partida de él nos ha dolido mucho a todos. Él estaba trabajando por allá lejos y lograba venirse para los cumpleaños, como el de la abuela. Llegaba a las fiestas de diciembre o al Día de la Madre, siempre con el detalle de ver a mi abuela. Esto nos ha dolido demasiado, yo no lo puedo creer todavía, se siente uno triste”, concluye Shirley.